21 de julio de 2014

CAPÍTULO 86: CRUISING EN LA PLAYA DEL CARABASSÍ

Otro de los problemas en los que no había pensado mucho aquel verano era el cómo iba a sacar el tema de querer ir a La Caseta o al Rebollo. Lo incómodo de esta nueva situación era tener cierto miedo o reparo a decir según qué cosas para no incomodar a Sergio; llevábamos ya 3 días por allí y ninguno de los tres decía nada, así que por mi cabeza pasaban varias opciones: o me iba yo de caza sin decir nada a nadie, o me iba con Dani sin que Sergio supiera nada o me arriesgaba a proponerlo con las consecuencias que fueran. De las tres opciones, la primera era la más factible, pero tenía un gran problema y es que el coche que teníamos los tres era el de Dani. Y claro, pedirle el coche sin decirle para qué, me parecía que levantaría bastantes sospechas. Mi instinto sexual estaba ya bastante apretado en aquellos comienzos por el calentón que me había producido Óscar nada más llegar, así que me pasé parte de la mañana trasteando con el Grindr, hasta que conocí a un chaval que aparecía a una distancia cercana que me dejaba saber que estaba en el mismo pueblo que yo.

Intercambiamos algunas fotos, pero a mi el chiquito no me gustaba especialmente, ya que pesaba bastantes quilos y no es que fuera especialmente guapo. Que conste que no siempre busco cuerpazos, la actitud hace mucho y no sería la primera vez que tengo algo con chicos rellenitos o simplemente normales, de una edad u otra, pero no era el caso. El chaval era muy simpático y se le veía muy dispuesto a complacerme sexualmente, pero no encontré la química necesaria para corresponder sus deseos. Aun así, me habló de un sitio de cruising que no conocía hasta ese momento y se ofreció a llevarme sin segundas intenciones. Así que ya estaba hecho, ya tenía plan para aquella tarde sin herir a nadie. 

El sitio de cruising al que me llevaba estaba en la Playa del Carabassí, término municipal de Elche, no muy lejos del faro de Santa Pola y con buen acceso desde la nacional N-332, pasando por Urbanova primero. Es una zona que siempre me había confundido mucho, ya que hay quien le llama Las Cañas y quien establece diferencias entre Las Cañas y el Carabassí. Así que quedé con este chaval en una zona del pueblo intermedia para ambos y me recogió en su Renault Laguna, no hubo sorpresas, era exactamente igual que en las fotos y tan simpático como parecía en las conversaciones. Mantuvimos una típica conversación de personas que se acaban de conocer, a la vez que ponía aquel coche en marcha y enfilaba a un sitio que para mi era desconocido. Durante el trayecto el chaval no me quitaba ojo, a veces me daba hasta cierto miedo porque me miraba más a mi o a mis piernas que a la carretera, pero fue muy agradable en todo momento. Recuerdo que aparcó el coche unos 25 minutos después en un aparcamiento de arena y me explicó que siguiendo un camino se llegaba a la playa y siguiendo otro camino se iba a una zona de árboles más bajos, higueras, dunas y cañas. Y obviamente ese segundo camino era el que había que seguir para encontrar tema. Fuimos juntos hasta la zona y quedamos una hora y media después en el coche en caso de no vernos por allí. No era un sitio tan grande como el Rebollo ni con tanta gente, pero sí bastante variopinto. Me encontré con un par de abueletes haciéndose mamadas, con un trío de hombres de los cuales 2 debían ser de algún país del este y al que se estaban follando era un cuarentón español. Había chavales y hombres maduros rondando por allí, así que me quité la camiseta y empecé mi caza. 



Mi primer objetivo fue un chico joven de aspecto magrebí con un cuerpazo bastante fibrado y algo imponente que se ocultaba bajo su pantalón, bastante guapete de cara. Inocente de mi, empecé a tontear con él hasta que me hizo un gesto para que le siguiera. Qué morbazo, siempre me lo había querido hacer un árabe. Lo que pasa es que al llegar a un sitio un poco más apartado, se sacó una buena polla gorda y circuncidada y dijo:

- 20 mamar, 40 follarte el culo, 60 sin condón. 
- ¿Perdona? -dije incrédulo.

Y volvió a repetir exactamente la misma frase. Vaya, que era chapero. Así que le dije que lo sentía y me di la vuelta mientras me decía algo en árabe, imagino que nada bonito. Al volver llegué a una zona de lo que creo que eran higueras y encontré a un treintañero con el pelo rapado, barba de 3 días, facciones duras, moreno, cuerpo normal y mirada desafiante, sentado en el suelo, completamente desnudo y meneándose una polla larga y de anchura normal muy apetecible, ya que no estaba operada y jugaba a subirse y bajarse el pellejo, cosa que me da bastante morbo. Me quedé rondando a su alrededor, intercambiando miradas, tocándome el rabo, sonriéndole con su correspondencia... Hasta que me dijo:

- Quítate el bañador y déjame ver que tienes ahí, que me gustan pollones.

Me acerqué a él, me quité el bañador delante de su cara y le golpeé el moflete derecho de su cara con mi polla dura. No dijo nada más, sino que simplemente la capturó con su boca, me apretó con su mano izquierda en el culo y empezó a mamarme la polla como si fuera la primera que se comía; con una mano me agarraba la polla y la pajeaba mientras se la comía, y con la otra me sobaba el culo y acariciaba los huevos muy sensualmente. Le hice levantarse y soltar su caramelito para empezar a morrearnos y sobarnos durante un rato por todas partes de nuestros cuerpos, y cuando le noté especialmente caliente me puse de rodillas y me metí aquel rabo en la boca jugando mucho con su pellejo, que funcionaba a la perfección. A los pocos minutos de estársela mamando, miró el reloj, me forzó a soltar su rabo, se apoyó en las higueras y me dio el culo, mientras cogía una botellita de cristal ahumado y esnifaba varias veces:

- Fóllame tío... no te entretengas mucho... -dijo.

Era un buen culete redondo tipo melocotón, normalito, pero se le veía un buen agujero depilado que se esforzaba mucho en enseñarme realizando diversas posturas, allí apoyado en aquellos árboles. Así que me quité la bandolera, me enfundé la gomita y le empecé a meter el capullo despacio. En ese momento, esnifó de nuevo de aquella botellita, me agarró con su mano derecha y me forzó a clavársela sin más cuidados. Así que pillé la indirecta y empecé a follármelo a tope, sin tener demasiado cuidado. A él parecía encantarle y a mi también, pero con el calor de aquella tarde ambos empezábamos a chorrear sudor. Gemía bastante, quizá hasta un poco exagerado, o quizá provocado por los poppers que no paraba de meterse para el cuerpo, a la vez que se la meneaba. En medio del polvo y sin haberlo oído, noté que una mano se posó en mi culo acariciándolo suavemente, de tal forma que me di la vuelta y me encontré con el chico que me había traído en coche:

- Tranquilo, con sobarte un poco el culo y mirar me conformo tío -dijo, ya pajeándose.

No dije nada y seguí follándome a aquel tío de pelo rapado que tenía el culo tan tragón, mientras la mano de este chico no paraba de sobarme el culo y la espalda. El rapado me pedía ir más rápido y más fuerte hasta que pude ver como un chorro de lefa que parecía agua caía en el suelo. Me forzó a parar, saqué mi polla de su culo, se dio la vuelta y con los ojos bastante rojos, me quitó el condón (que había salido bastante manchado), lo tiró y empezó a comerme la polla con mucho ansia. Mi amiguito, que seguía a mi lado, también se puso de rodillas y me pidió que cuando me corriera repartiera para los dos, así que cuando estaba apunto se lo avisé al rapado, que empezó a pajearme con mi amigo al ladito y entre ambos recogieron mi lefa con sus lenguas, como dos auténticos posesos que buscan alimento descontroladamente. El rapado, una vez había terminado de correrme, se volvió a meter mi polla en la boca y me la dejó limpia, mientras que mi amiguito me tocaba las piernas y culminaba su paja con una pequeña corrida también en aquel suelo arenoso.

A continuación, el rapado empezó a recoger, me pidió intercambiar nuestros números de teléfono por si queríamos repetir, y el chavalito se limpiaba la polla con un clínex sin parar de mirarme mientras me vestía. Fue un poco incómodo, pero se acabó de limpiar, se subió el bañador y me llevó hasta el coche para llevarme de vuelta al pueblo, tal y como se había comprometido. No hubo apenas conversación en el trayecto de regreso, solo al final, ya aparcado cerca de mi casa, dijo:

- Si alguna vez te apetece una buena mamada o follarte un culo tragón o simplemente que volvamos juntos de cruising, ya ves que me conformo con poco.

Nos dimos un par de besos y lo cierto es que fue la última vez que le vi. No me apeteció quedar con él más, así que directamente le bloqueé en las aplicaciones, ya que empezó a escribirme a diario.

La experiencia en el Carabassí no había estado mal para ser la primera del año. 




15 de julio de 2014

CAPÍTULO 85: DE FIN DE CURSO

Iba a ser mi primera fiesta de fin de curso. Las estrictas normas del colegio en el que había estudiado toda mi vida, nos habían privado siempre de grandes celebraciones y todo se ceñía a un cerrado y encorsetado protocolo repleto de actividades ensayadas durante buena parte del curso. Y no había mejor forma de despedir el curso que hacer a tus alumnos preparar una obra de teatro para representar delante de los padres, así los que dejaban bastante dinero en aquel centro educativo estarían contentos. Tan siquiera tuvimos viaje de fin de curso al terminar la E.S.O. De tal forma que, por primera vez, los alumnos de 2º de bachillerato habían preparado una cena y una fiestecilla en un pub de la ciudad. Y lo mejor de todo es que estábamos invitados ambos cursos de bachillerato. A mi me apetecía mucho ir, no ya solo por estar con mis compañeros de clase, sino porque era una excusa para volver a ver al Cata antes de verano y, sobre todo, ver qué pasaba con El Peque. Era extraño que hubiera hecho tanto énfasis en provocar un encuentro a solas conmigo para invitarme a la fiesta antes que a ningún otro chaval de clase y sus ganas de que fuera, porque lo pasaríamos muy bien. Sin embargo, que precisamente estuvieran los de 2º de bachillerato era lo que menos gracia me hacía, pero bueno, había que aprovechar. 

Para el señalado día todo eran preparaciones: las chicas de clase querían estar radiantes, así que se irían el día de antes al centro de comercial de moda de la zona a comprarse unos vestidos y unas sandalias a estrenar ese día. Con los chicos era parecido, pero no se decía tanto. Algunos irían incluso en traje. Pero yo opté por unos pantalones vaqueros blancos ajustados y una camisa negra de manga corta también ceñida. Por aquel entonces no iba al gimnasio, pero estaba delgado y la natación me había puesto espaldas anchas, así que me quedaba bien. Me compré incluso unos calzoncillos bóxer blancos apretados de Abanderado (por esos años las marcas tipo CK y demás aún no estaban tan metidas en el mercado o tan accesibles) y unos zapatos negros. Creo que fue entonces cuando empecé a peinarme con el pelo de pincho y llevar un cordón de plata alrededor del cuello. Estaba ya apunto de cumplir 17 años y había que lucirlo. 

Habíamos quedado algunos compañeros de clase para ir juntos y cuando llegamos se produjo la primera decepción: todos empezaron a sentarse en las mesas por parejitas, que por entonces, ya había bastantes en ambos cursos. Me senté con una de mis mejores amigas, lejos del Cata, pero cerca del Peque, quien se acercó a saludarme efusivamente con una cerveza en la mano. Ante lo que mi amiga, extrañada, preguntó: "¿y qué te traes tu con este malote?". "Yo con ese no me traigo 'na'", le respondí. Pero me di cuenta de que recibí miradas extrañas de otros compañeros de clase. La cena transcurrió bien, hablando de los planes que teníamos para el verano, de lo duro que iba a ser el siguiente curso y de lo que íbamos a hacer una vez pusiéramos fin a los 14 años que habíamos estado estudiando en aquel colegio. Y de la cena, nos fuimos al pub. Ya íbamos contentos, porque habíamos pedido sangría y cerveza en la cena, así que las copas hicieron el resto y empezamos a desfasar bastante haciendo bailes y, en definitiva, haciendo el canelo. Al poco rato, El Cata se marchó con su novia a un parque para estar más a su rollo, así que ya deseché cualquier oportunidad de tener algo con él aquella noche. A eso de las 3 de la mañana había ya bastantes chicos y chicas afectados por el alcohol y empezamos a desertar para irnos a casa: algunos en taxi y otros andando, en función de lo lejos que viviéramos. Así que como mis mejores amigos ya se habían ido, me despedí y me marché. No había mucho movimiento por aquellas calles a esas horas, y como mi camino era largo, aceleré el paso hasta que unos gritos escandalosos me detuvieron poco después:

- ¡Eeehhhh! ¡Eeehhh! ¡Espérame tío! - dijo la voz.

Me paré, giré la cabeza y como a 300 metros venía El Peque tambaleándose y mostrando dificultades para andar, hasta que casi al llegar a mi se medio cayó al suelo.

- Tío, pero baja la voz, anda que te ayudo -le dije, pasándole un brazo por encima de mi y llevándole como a remolque.

No vivíamos lejos el uno del otro y su casa me pillaba casi de paso, así que decidí que no podía dejarle solo, a ver cómo llegaba a casa el pobre. Mientras andábamos con cierta dificultad empezó a balbucear:

- Tío, tenía muchas ganas de que vinieras pero has pasado mazo de mi... menos mal que estás aquí...te aprecio mazo tío-dijo.

Yo alucinaba. Realmente desde la vez que se la chupé en las duchas, apenas habíamos cruzado varias palabras y habían pasado años.

- Tienes que acompañarme a casa, ¿eh? Estoy solo y no se si acertaré a abrir la cerradura -seguía hablando.

Llegó un momento en que se calló y fuimos casi en silencio hasta el portal de acceso a su edificio, donde vomitó justo antes de entrar. Qué romántico todo. Busqué en sus bolsillos, encontré las llaves y abrí. Esperamos al ascensor y subimos al 8º piso, le dije que se duchara y se fuera a dormir, que yo me marchaba a mi casa:

- No, no, no... no jodas... quédate Marcos, coño, quédate... -dijo, desplomándose en el sofá.

No sabía qué hacer. Pocas noches había pasado entonces fuera de casa, así que tras unos momentos de duda llamé a mi casa y le conté la situación a mi madre, que por entonces, no se dormía hasta que no llegaba a casa. Pensé que se enfadaría, pero lo entendió y me animó a quedarme con mi amigo. Le había mentido un poco y dicho que era El Cata, a quien ella conocía, si le llego a decir un nombre que no conoce, no me lo habría permitido.

Al colgar el teléfono vi cómo El Peque se bamboteaba en el sofá tratando de desabrocharse los pantalones, así que fui a ayudarle y le quité toda la ropa. Cuando le tenía de pie, yo agachado sacándole los pantalones de las piernas y su polla colgando delante de mi cara me dijo:

- No se me va a poner dura tío... pero me gustó tanto...-y seguidamente se desplomó en el sofá.

Me quité la ropa, busqué el baño y me lo llevé para darnos una ducha de agua fría. Me gritó muchas barbaridades. No le toqué ni nada, simplemente le pasé el agua por encima, le enjaboné  primero a él y luego a mi y cuando estuvo más espabilado y tranquilo, le ayudé a secarse, le pedí que me llevara a su habitación y nos tiramos en su cama directos a dormir. A pesar de estar en una casa extraña, con un chico al que apenas conocía, caí rendido enseguida. Es una facilidad que he tenido siempre. Ahí estábamos los dos chavales desnudos, tirados encima de la cama, tan siquiera sin abrir.

No sabría explicar cómo fue, o en qué momento, solo recuerdo que mi sueño era ya ligero y que estaba soñando cosas guarras. Sabía que estaba empalmado, pero no recordaba en qué momento me había puesto en esa posición. Ya era de día, eso sí. Y ese cosquilleo, esa sensación tan sumamente placentera, ese éxtasis que sentía... ¿A qué obedecía? Me estaban chupando el culo. Sí, era eso. Una lengua húmeda y caliente me devoraba el culo y se hacía hueco en las paredes del mismo, después entraba un dedo. Después dos. No se si por la resaca o porque llevaba mucho tiempo comiéndomelo, o por aquella primera vez con El Cata, apenas sentía dolor. Lo justo, lo soportable. Era la primera vez que me estaban chupando el culo y no quería que parara jamás, tan siquiera podía parar de mover los dedos de los pies mientras seguía. No sabía si abrir los ojos o no, tenía miedo de que si abría los ojos todo aquello fuera simplemente una ilusión, un producto de mi mente, pero lo hice, los abrí y giré la cabeza. Y allí vi al Peque trabajándome el culo con esmero, pajeándose a la vez, dejándome ver aquella polla tan deliciosa que me había comido un par de años atrás. No hubo palabras, ni preguntas, cuando pudo meterme dos dedos hasta el fondo, se untó una crema en su polla, me untó un poco en el agujero de mi culo, me agarró de la cintura forzándome a incorporarme, me separó un poco más las piernas y comenzó a introducir la punta de su capullo. Aquella polla era más grande que la del Cata, pero también me había preparado mucho mejor. La introdujo muy lentamente, pero su anchura me hizo estremecer y soltar algún leve quejido, con mi polla dura como una estaca, la dejó clavada en el fondo y empezó a bombear lentamente. La sacaba y la metía con cuidado hasta que vio que yo empecé a disfrutar de aquello y empezó a darme con más fuerza y ritmo. Cuando pensé que se iba a correr por sus suspiros y gemidos y por la forma de apretarme contra él, me dio la vuelta, me hizo colocar las piernas sobre sus hombros y me la volvió a clavar para seguirme follando con fuerza mientras nuestros ojos se miraban fijamente expresando lo mucho que estábamos disfrutando los dos de aquella situación. Me daba tanto morbo tener aquel chaval con ese cuerpo marcado, tan bajito, tan moreno y con tanta fuerza dominándome, que empecé a pajearme, notaba una especie de presión y la necesidad imperiosa de correrme. Sin embargo, El Peque me quitó la mano y empezó a pajearme él, mientras mantenía su polla dentro, no le hicieron falta más que un par de sacudidas para que mi polla comenzara a chorrear lefa espesa, que me restregó por todo el cuerpo. Siguió follándome un par de minutos más hasta que se corrió dentro de mi culo soltando gemidos. Sacó el rabo y se quedó mirándome el culo:

- Me mola mazo esto tío... ver cómo ahora tu culo va expulsando mi lefa -dijo, pasándome un pañuelo para limpiarlo.

Pasé al baño a asearme con un escozor brutal en el culo y al Peque le entraron las prisas porque, supuestamente, sus padres estaban al llegar. Me sorprendía el cambio de actitud que había manifestado de hacía tan solo unas horas. Capté la indirecta, nos despedimos con un choque de manos, me dio las gracias por no haberle dejado tirado y me marché, sin hacer ningún comentario sobre el polvo que habíamos echado. Me marché feliz, era mi segunda vez. La segunda vez que me follaban y podría decirse que había disfrutado más que la primera, así que subía a mi casa como en una nube de felicidad... hasta que el cerebro hizo click: "me mola mazo ver cómo tu culo va expulsando mi lefa". No hubo condón. Me folló sin condón y realmente fui consciente demasiado tarde. Por aquel entonces no le di demasiada importancia, porque no dejaba de ser un adolescente que empezaba a descubrir su sexualidad, y si bien, nos habían concienciado acerca del VIH, pensaba que eso no podría pasarme a mi. Y menos aquella vez. Había llegado tarde a estrenarme sexualmente hablando, pero parecía que lo estaba haciendo por la puerta grande.

Al llegar a casa recibí un sms suyo: fui la primera polla q t comiste, xro no el primero el follarte. si t aptc repetir, lo vemos. xao.

No, no había sido el primero en follarme... pero estaba claro que yo tampoco había sido su primer culo.

8 de julio de 2014

CAPÍTULO 84: EL REGRESO

En los meses que pasaron desde aquella cita que supuso mi reconciliación con Sergio hasta la entrada anterior, pasaron bastantes cosas hasta que pudimos reconducir la situación de nuestro particular trío a la mayor normalidad posible. No volví a salir de cruising por Madrid porque con dos tíos a los que dedicarme podía saciar mi apetito sexual, de tal forma que aquella noche en la que le hice el amor a Sergio tres veces fue la primera y última en la que se produjo un encuentro sexual a dos bandas, el resto de veces hasta llegar al verano el sexo entre los tres amigos fue más habitual, más deseado y con más fervor de lo que había sido hasta entonces. Esa ayuda por parte de Dani logró que Sergio llevara mucho mejor la nueva situación: una situación en la que los tres echábamos polvos muy morbosos y después quedábamos Sergio y yo muchas veces para hacer cosas normales: cines, mucho gimnasio, salidas en bici, cenas... ocasiones en las que a veces también contábamos con Dani. Durante esos casi 6 meses no hubo otros tíos en las vidas de ninguno de nosotros (con la excepción de la semana en la que me marché a la playa), y a pesar de los reproches, discusiones y situaciones difíciles, Sergio volvió a ser el Sergio de siempre. O casi. 

La sinceridad era un punto clave y como podréis imaginar a Sergio no le gustó nada que aquella vez en la que me marché a la playa para dedicarme a mis cosas, follara con varios tíos. Cosa de la que le mantuve totalmente informado, era necesario para recuperar la normalidad y era necesario para encarar el verano. Un verano que no queríamos que fuera diferente al resto de los anteriores. Y que iba a empezar con varias dificultades o aspectos con los que no había contado.

Nada más terminar las fiestas del orgullo y la tradicional quedada que hacíamos los amigos de la pandilla de siempre, pusimos rumbo a nuestro destino veraniego. Iríamos en el coche de Dani: él conduciría la primera parte y yo la segunda. Solíamos coger siempre la carretera de peaje, no ya solo porque al ir tres nos hacían el descuento de ocupación o porque entre tres amigos el peaje salía tirado, sino más bien por las constantes obras que hacen que la circulación por la A3 deje bastante que desear. De tal forma que en el último área de servicio de la AP-36 descansábamos y hacíamos el cambio, para después enfilar por la carretera de Murcia y subir por la A7 en dirección a Alicante. Luego las carreteras comarcales harían el resto. Hasta que vinieran nuestras familias nos quedaríamos en mi casa, ya que los padres de Sergio habían alquilado la suya durante julio para sacarse un extra. Pues al ir a abrir el portal de acceso a mi edificio, me encuentro con la primera sorpresa de la temporada: mi vecino Óscar sale del portal de la mano de una chica de su edad. No se si quizá la gente que no me ve en 9 o 10 meses me nota cambiado tras ese tiempo, pero el cambio en Óscar me pareció exagerado: ya quedaba poco de aquella cara de adolescente buenecito y travieso; había dado paso a un chaval con las facciones más duras, patillas finas, pelo peinado en un estilo más pijo y otro tipo de vestimenta. Eso sí, estaba guapo a rabiar. El inesperado encuentro no tuvo nada de tensión, más bien al contrario: presentaciones, puestas al día y proposición de quedar para tomar algo. Todo con la más amplia de sus sonrisas y mi cara de incredulidad al mirar a la chica que le daba la mano con una cara bestial de enamoramiento. 

Sergio y Dani, que sabían lo que había pasado con él el verano anterior, no dijeron una palabra, nos dirigimos a casa, dejamos las cosas y Sergio acompañó a Dani a su casa para abrirla y comprobar que todo estuviera correcto. A los 3 minutos de marcharse, sonó el timbre y abrí sin observar por la mirilla dando por hecho que eran ellos, cuando en realidad al abrir la puerta me encontré de sopetón con Óscar. Venía solo. Así que le invité a entrar. Nos empezamos a poner un poco al día: Óscar había aprobado finalmente la selectividad en septiembre y había comenzado la carrera de derecho, ya que la nota no le daba para la ingeniería que en principio quería hacer. No había dejado el equipo de fútbol y Sonia, que así se llamaba su novia, era compañera de la carrera. Yo me encontraba un poco aturdido con este nuevo Óscar que había venido como a justificarse sin haberle pedido ninguna explicación de nada. Hubo un momento en que no sabía cómo seguir la conversación y Óscar decidió comenzar el tema pendiente:

- Que sepas que no cambiaría mi primera vez contigo a mi primera vez con ella... -dijo mirándome a los ojos.
- Eso queda para tí, por lo visto la facultad te ha cambiado, ¿no? -contesté.
- Le pido que me meta dedos cuando follamos, sino, me cuesta mucho correrme... -seguía explicando acercándose a mi. 
- Bien... -dije de forma un poco seca.
- En los baños de la facultad me casqué una paja con uno de 3º, pero no es lo mismo que contigo...-dijo apretando su boca contra la mía y poniendo su mano en mi paquete.
- Y no la chupa ni la mitad de bien que lo haces tu -insistió pasando su lengua húmeda sobre mis labios secos.

Entonces sonó el telefonillo (salvado por la campana) y me levanté del sofá de un salto:

- Vaya, veo que tu tampoco me has olvidado -dijo mirando la forma que mi polla empalmada dibujaba en el pantalón. 

Sí, tengo que reconocer que aquel adolescente de 18 años con el que había follado el año anterior me seguía poniendo muy cachondo y que sería cuestión de tiempo volver a repetir. Salió a la puerta y se despidió de mi guiñándome un ojo, mientras que Sergio le echaba una mirada matadora primero a él y luego a mi. 

- ¿Ha venido el niñato este a calentarte o que? -dijo.
- Anda no seas tonto, sólo quería saludar -respondí.

A la porra la sinceridad. A veces ser 100% sincero acarrea más problemas que no decir toda la verdad, u ocultar determinados hechos. 

- Que estabas empalmado era evidente -me susurró Dani al oído sin que Sergio le escuchara, cogiéndome del paquete a la vez.

Durante esa tarde y los días inmediatamente posteriores, Óscar se esforzaba porque le viéramos siempre con su novia. Y ya no solo eso, sino que también dejaba la ventana abierta cuando hacían sus cosas para que nosotros (y el resto de vecinos) escucháramos como se entregaban el uno al otro. Pero la novia se marchaba a Madrid ese mismo viernes y la llamada a mi timbre no tardaría en llegar. El hecho de verle tan hetero había tranquilizado a Sergio, pero, ¿durante cuánto tiempo? ¿Qué había llevado a Óscar a actuar de esa manera? ¿Habría notado la mirada de Sergio?

No acababa de empezar el verano y ya encontraba problemas.


3 de julio de 2014

CAPÍTULO 83: DE ORGULLO Y MORBO EN LA PISCINA

Una de las cosas que más me gustaban del mundo del cruising es que podría decirse que cada año, o cada temporada, siempre había un punto de novedad: una experiencia nueva, un tío nuevo, en un sitio desconocido, en casa de alguien, gustos sexuales distintos... No había ocasión en la que no aprendiera algo nuevo y eso era parte de lo que para mi hacía tan interesante estos encuentros y vivencias que comparto con vosotros. Como ya he mencionado alguna vez, abandoné bastante el ambiente madrileño cuando dejé de salir de marcha por conocidas discotecas y lugares, dejó de ser lo mío y sólo regresaba para quedar esporádicamente con algunos conocidos. Sin embargo, cada año había una ocasión en la que regresaba al ambiente madrileño: las Fiestas del Orgullo Gay que se celebran cada año entre los últimos días de junio y los primeros de agosto. No, no estoy particularmente a favor de esta celebración, porque creo que ha perdido todo su sentido en un día que básicamente supone beber y pasar un buen rato con tus colegas. Soy de los que piensan que si queremos normalidad, este tipo de jolgorios no son lo más adecuado para conseguirla. Pero ese es otro tema. 

Se trataba de una ocasión especial porque conseguíamos juntarnos todos los amigos, incluidos ya Sergio y Dani, para pasar unos días agradables, ponernos al día con la vieja pandilla madrileña e inmediatamente después irnos cada uno a nuestros respectivos destinos veraniegos. Teníamos algunas rutinas bastante marcadas: qué parques visitar, a qué conciertos asistir, a qué fiesta iríamos el sábado por la noche y, lo que ocupa a esta entrada, qué día pasaríamos en la mítica piscina municipal de Lago, una piscina, para los que no sois de Madrid, que desde hace muchos años es de ambiente, sobre todo su parte superior. Una piscina donde he pasado muy buenos momentos, pero que con el tiempo, ya ido llenando de musculocas y los típicos que te van mirando por encima del hombro con aires de superioridad que han hecho de esta piscina algo mucho más frívolo y distante de lo que un día fue. Pero bueno, no había tiempo para reproches, había que ceder y pasar un divertido día todos juntos. Se supone que en esta pisicina hay bastante cruising en los baños, duchas y vestuarios, sin embargo ni yo ni mis amigos hemos ligado nunca en ese plan allí. Quizá porque simplemente íbamos a pasarlo bien y no estábamos pendiente de esas cosas.

Por esta razón precisamente me sorprendió tanto lo que apenas una semana después pasó en la playa. A pesar de que adoro ir a la playa, también me gusta mucho la piscina, y lo bueno de las piscinas públicas de sitios de playa es que suelen estar vacías porque la gente se marcha a las playas o a piscinas de urbanizaciones privadas, así que tienes oportunidad de nadar libremente sin miedo a chocarte con nadie. Y ya que en la playa no iba al gimnasio, pues había que aprovechar esta ocasión para mantenerse en forma. Como cada año, me había sacado el abono de verano y como cada mañana, allí estaba yo a media mañana preparado para hacerme unos cuantos largos. Y como venía siendo habitual, apenas había gente haciendo uso de la piscina, aunque sí de las tumbonas y del césped. El caso es que cuando llevaba unos 15 minutos nadando, me fijé en que otro chico al que nunca había visto por allí antes, se dedicaba a hacer más o menos lo mismo que hacía yo: ejercicio. No era nadar por relajarse, sino para ejercitarse. Y ya no solo coincidimos un día, sino que empezó a ser tónica bastante habitual. A mi este chico me recordaba bastante a un chaval que participó en un reality de la tele hace algunos años: facciones faciales marcadas, barba recortada, piel morena, ojos marrones intensos, mandíbula prominente, buenos muslos y cuerpo bastante marcado. Así que podría decirse que entre los dos teníamos la piscina bastante animada.

Uno de estos días, al finalizar, coincidimos en los vestuarios, donde siempre aprovechaba para ducharme y quitarme el olor a cloro. Las duchas de estos vestuarios no me gustaban nada ya que no tenían separación, es decir, estaban los grifos de agua separados por un metro y medio de distancia sin ninguna pared ni puerta. Debe ser que este chico no conocía los vestuarios y aquel día coincidimos en las duchas, y pude notar cómo se le escapaba alguna mirada hacia mi. Más tarde, en los lavabos, el tío dio el paso y se presentó:

- He visto que nadas por aquí todos los días, no se te da mal - introdujo.
- A ti tampoco la verdad, pero esta piscina era mía - dije medio riéndome.
- Si quieres podemos hacer alguna competición y entrenar juntos, que es más entretenido, ¿no?.
- Por mí estupendo - dije.
- Bueno, me llamo Carlos - dijo.

Y así nos presentamos y empezamos a quedar cada mañana para hacer sesiones juntos, no es que habláramos mucho, pero se notaba que había cierta química y la competición siempre era buena para acrecentar esto. No imaginé que en un determinado momento pudiera pasar algo entre nosotros, sino que nos limitábamos al mero colegueo. Además, llevaba alianza. 
A los pocos días de entrenar, nos fijamos al entrar a la piscina en que había carteles anunciando un nuevo servicio de jacuzzi y spa en una instalación cercana a los vestuarios, que años antes había sido un viejo caserón con herramientas. Y Carlos propuso ir a conocerlo para descargar un poco la tensión muscular.
La cosa es que cuando fuimos a preguntar, los encargados nos dijeron que era necesario reservar, pero que ese mismo día no tenían ninguna reserva y que si nos apetecía nos hacían un hueco y un descuento por ser el primer día. Estaríamos solos y además nos indicaron que podíamos utilizar el jacuzzi sin bañador. Total, ya nos veíamos desnudos en las duchas todos los días, qué más daba hacerlo en una piscina con burbujas. 

Allí nos fuimos después de entrenar y bueno, las instalaciones dejaban mucho que desear en comparación con otros sitios que conozco, era algo muy básico y de espacio reducido, pero bueno, no estaba mal contar con más servicios en el pueblo. Cerramos la puerta, nos quitamos el bañador, encendimos el jacuzzi y allí nos metimos, el uno enfrente del otro, semi recostados y disfrutando de aquella estancia con el único ruido de las burbujas y el motor que hacía aquello funcionar. Cerré los ojos y creí por un momento estar en un paraíso de relax, con las burbujas recorriendo mi cuerpo, mis músculos desentumeciéndose y un pie acariciándome los huevos. ¡¿Cómo?! Sí, tenía un pie acariciándome los huevos. Y si sólo éramos dos en aquel jacuzzi estaba claro que el pie era de Carlos. Abrí los ojos despacio como quien se acaba de despertar por la mañana y allí le vi mirándome con cara de vicioso mientras el movimiento de su brazo derecho delataba que se estaba pajeando. Me lo quedé mirando fijamente y, sin cruzar palabras, se acercó a mi, sumergió la cabeza y se puso  a chuparme la polla debajo del agua, saliendo cada varios segundos a tomar aire. Nunca me la habían chupado debajo del agua, y bueno, no estaba mal, pero tampoco me pareció nada del otro mundo. Estuvo un rato dandole lengüetazos a mi rabo y a mis huevos, hasta que subió hacia a mi y empezamos a besarnos, sobarnos y enrollarnos desenfrenadamente. A mi Carlos me atraía bastante, pero en aquellos momentos no daba mucho crédito a lo que estaba ocurriendo, así que me limité a hacer y dejarme hacer. Tenía una polla muy estándar, del tipo medio, que sólo me dejó pajear alguna vez y ante mis intentos de bajar a probarla, me encontraba con sutiles rechazos. Así que no insistí. Carlos se sentó encima de mi rodeándome con sus piernas y dirigió una de mis manos hacia su culo. No se de quién sería la alianza de su dedo, pero aquel culo estaba bien abierto. Vamos, que no era la primera vez que una mano o polla andaba por aquellos recovecos de ese culo tan duro y prieto que chupaba mis dedos con ansia, sin necesidad alguna de lubricantes y sin muestra alguna de dolor o incomodidad por su parte:

- Méteme la polla tío... -dijo Carlos en una especie de susurro, mientras me besaba y acariciaba mi rabo. 
- ¿Tienes condones? - pregunté.
- Fóllame tío... estoy limpio... métela y fóllame a tope - gimió.
- Te la clavaría todo lo bestia que quisieras... pero dame un condón - insistí.

Así que, un poco de mala gana, se levantó y, para mi sorpresa, se empezó a vestir, cogió la mochila y gruñó:

- No soporto que todos seáis ahora tan puritanas, si te digo que estoy limpio, es que lo estoy, joder. Que te vaya bien.

Y salió por la puerta con un cabreo considerable. Así que no me quedó más remedio que coger mi mano derecha y hacerme una paja en aquel jacuzzi que estrenaba aquel día y que ya supuso quedarme con un relax total.

Carlos, si es que en realidad se llama así, no volvió por la piscina ningún día más, pero casualidades de la vida, le vi semanas después en una discoteca de Alicante de la mano con el hombre que debía de ser su pareja. El que le había regalado la alianza.