18 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 105: ÉL NO ES GAY (Madrid-based story)

Durante el año, mientras mis escapadas a Alicante llegan, de vez en cuando no puedo evitar la tentación de buscar algo fuera de lo que ya tengo. Y aunque ya he dicho muchas veces, cosa que mantengo, que el cruising en Madrid no me excita ni la mitad que allí, la tentación es poderosa en ocasiones. Ocasiones que que aparecen incluso cuando menos se lo espera uno. 

No hacía demasiado tiempo que, ayudado por mi padre, había empezado a trabajar en la empresa para la que él llevaba años trabajando. Estaba en proceso de expansión y me destinaron a las nuevas oficinas situadas en una céntrica calle de la capital, cerca de la conocida estación de Atocha. Tanto yo como otros compañeros más veteranos y otras 30 personas nuevas que se incorporaban estrenábamos aquellas oficinas, con bastante ilusión y la tarea de sacar de aquella ampliación la máxima rentabilidad posible. No pasó mucho tiempo cuando un grupo de trabajadores, compuesto por unas 10 personas entre las que me incluyo, hicimos piña y comenzamos a quedar todos los viernes al finalizar la jornada para conocernos mejor, ir de cañas, tomar algo... Lo típico que se ha hecho siempre y que ahora se llama afterwork. En ese grupo había sobre todo chicas, 7 de las 10 y un chico de mi edad que casualmente vivía cerca de mi casa, de tal forma que siempre cogíamos el tren de vuelta juntos porque salíamos a la misma hora. Esos viajes de tren me ayudaron a conocerle más: resulta que aquel chico que iba con camisetas ajustadas, pelo pincho, mirada penetrante, ropa bakala, cordón de plata al cuello y actitud desafiante tenía un corazoncito debajo de aquella dura fachada. Nada más y nada menos que había venido a Madrid a cuidar de su anciana tía, que ya no se valía por sí misma para hacer según qué cosas. Y de paso disfrutar de un Madrid pujante para aquella época, que muchos se esforzaron por bautizar como la locomotora económica de España. 

Los meses fueron pasando y mi amistad con Julio, que así se llamaba, se iba haciendo más grande. Incluso quedábamos fuera del grupo para tomar cañas, cosa que también hacía con otra de mis compañeras. Siempre tuve mucha confianza con esta compañera, Lorena, ya que partimos ambos del mismo departamento de la empresa matriz hacia la nueva empresa y Lorena y yo siempre congeníamos muy bien. Hasta tal punto que le transmití mis sospechas sobre la sexualidad de Julio:

- Él no es gay, Marcos -dijo rotunda y seria.
- No sabría yo qué decirte Lore, hay cosas...-expliqué
- Sabes que te aprecio y te quiero, pero vosotros los gays siempre estáis cambiando de acera a todo el mundo y te digo yo que Julio está lejos de serlo -afirmó aún más rotunda si cabe.

No era la única, el resto de chicas del grupo le veía como lo más hetero y machote del mundo. Como si por eso uno no pudiera ser gay. Nunca me he considerado el típico marica que siempre está sacando del armario a los demás, pero si alguna flor he de tirarme, es que mi radar pocas veces ha fallado. Ninguna, hasta la fecha. Y con Julio la alerta saltaba constantemente, como el instinto depredador de un lobo muerto de hambre al oler a su presa, por distante que esta se encuentre. Cada día tenía más claro que Julio tenía ganas de catar hombre, no por ninguna actitud, ni por ninguna señal evidente. Solo se que lo sabía. Y aquella esclava y anillo de compromiso que llevaba en su mano no me quitaban de pensar lo contrario, por mucho que mis compañeras se esforzaran en convencerme de lo contrario.

Nos íbamos de vacaciones de verano y habíamos planeado hacer una cena con todo el equipo, entre los compañeros. A esa cena podían venir parejas y amigos, puesto que no la pagaba la empresa, así que la mayoría de las chicas adelantaron que llevarían a sus novios/maridos. Julio y yo no dijimos nada. Sergio se moría de ganas porque le llevara, pero eso supondría haberle presentado como mi pareja, cosa que aún no estaba claro que fuéramos. Sin duda alguna, la sorpresa de la noche la protagonizó Julio al aparecer acompañado de Alejandro y presentarle como su pareja "de hacía años". La cara de las chicas fue todo un poema y yo debía tener la típica cara que uno pone cuando piensa aquello de os lo dije. Claro que, la siguiente persona a la que se dirigieron todas las miradas fue a mí. La noche transcurrió bien, encajando todos bastante bien, el restaurante se portó genial con nosotros ya que después de la cena nos habilitaron una sala con música y posibilidad de tomar copas. La cosa es que se había hecho ya tan tarde que los que no vivíamos en la capital, ya teníamos que esperar al primer tren de la mañana para volver a casa. Y allí nos quedamos Lorena, Julio y cuatro gatos más. La mayoría de los acompañantes ya se habían marchado. 

Cerca de las 5 de la mañana Lorena se cogió el último búho a su casa y Julio y yo nos dirigimos a la estación de tren, donde esperar a que el primer servicio saliera. Una vez ya en el tren, Julio propuso lo siguiente:

- ¿Te hace tomarte la última en mi casa? Siempre viene bien quedar de puta madre con el hijo de uno de los jefes -dijo, en tono socarrón.
- Claro tío, pero... ¿no vivías con tu tía? -pregunté.
- Sí, pero se la han llevado al pueblo mis otros tíos para que pase el verano allí -aclaró.
- Pues tendrás que esforzarte para causar buena impresión al hijo de uno de los jefes -dije, ya zorreando.
- Soy un excelente anfitrión -dijo guiñándome un ojo.

La casa no estaba muy lejos de la estación de tren y lo cierto es que era un piso bastante más pequeño de lo que había imaginado, por no mencionar que salvo la habitación de Julio, la decoración era al más puro estilo Cuéntame. Me invitó a una copa que dijo haber aprendido a combinar aquí en la capital: el cuácuá, una explosiva combinación de Licor 43º con Cointreau. Fuerte de cojones, de esas copas que sientes cómo te bajan por la garganta y llega al estómago, pero con un sabor agradable. Fue la gota que colmó el vaso de las copas que habíamos tomado previamente y de lo poco que recuerdo a partir de ese momento es de estar de risas. De pasar de las risas a comernos la boca en aquel sofá de piel, de pronto estar desnudos en aquel sofá y lo siguiente estar de rodillas chupándole la polla a Julio. Estaba delgado, con el cuerpo empezándose a formar ya que llevaba poco yendo al gimnasio, más peludo de lo que parecía a simple vista, pero un conjunto muy atractivo. Lo recuerdo como un sueño, con lagunas, pero lo recuerdo. Recuerdo que su polla era muy gorda, no excesivamente larga y que estaba realmente dura, recuerdo mirarle a la cara con su polla en mi boca y ver cómo ponía los ojos en blanco...

- Oye... pero... ¿y tu novio? -dije en un momento que paré para tomar aire.
- Durmiendo en su casa imagino -respondió sonriendo. 
- Ya, pero...-me interrumpió.
- Lo que voy a hacer contigo no lo hago con mi novio...-respondió.

En ese momento me quitó el biberón de la boca y me llevó al cuarto de baño, abrió la ducha y nos metimos en aquel plato de ducha acristalado, grande para el tamaño de la casa. Con el agua caliente, a pesar de que era verano empezamos a enjabonarnos con frenesí y noté como me pasaba la pastilla de jabón por el culo... para a continuación agacharse y ponerse a comérmelo como loco.

- Quiero follarte tío... los dos somos activos y follamos poco... y tengo muchas ganas...-decía entre jadeos.
- Sigue comiéndomelo así y se abrirá pronto -le dije mientras me pajeaba. 

Estuvo un rato medianamente largo haciéndome dedos, se notaba que no había perdido la práctica en sus años con su novio y sabía de lo que requería un culo para su disfrute. Abrió la puerta de cristal de la ducha y alargando la mano a la estantería, rebuscó y cogió un condón que se enfundó con cierta problemática, debido al agua y el jabón de las manos y de nuestros cuerpos. Al final se lo logró poner sin que la cosa decayera demasiado:

- Ábrete bien -ordenó, separándome las piernas.

Y comenzó a meterme aquella polla gorda poco a poco. Dolía, por el grosor, pero iba entrando. Y cuando mi culo estuvo totalmente acostumbrado a tener aquella polla dentro, cerré el grifo del agua, y empecé a mover el culo para dominar la follada. Me duro poco, ya que al poco rato me cogió de la cadera con una mano y de la nuca con otra y comenzó a darme una auténtica follada. Recuerdo que follaba raro, como con muchas embestidas y con poca constancia, con fuerza, clavándola hasta el fondo... pero aún así el morbo que me producía aquello me hizo correrme bastante pronto y pringar los azujelos de lefa. Cuando Julio estaba apunto de correrse, le saqué la polla de mi culo, me puse de rodillas y con una paja se corrió pringándome el pecho de la lefa más espesa y grumosa que había visto hasta entonces. Me daba auténtico morbo tener la polla de este tío en la mano y mirarle a la cara de placer mientras su rabo escupía sobre mi pecho. 

Volvimos a abrir el grifo de la ducha y salimos de allí a su habitación para quedarnos sobados durante aquella noche, o más bien, durante aquella mañana que estaba amaneciendo. 

En ningún momento se quitó la esclava ni el anillo de compromiso. 




12 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 104: UN CALVITO INSACIABLE

No me traigo nada en especial con chicos sin pelo o calvos, de verdad que no, ni me atraen especialmente ni me dejan de atraer por el hecho de tener pelo o no tenerlo. No es uno de mis criterios de selección, ya que como he dicho muchas veces, lo que realmente me importa es el tipo de chico en su conjunto, el morbo que pueda dar de forma global, teniendo en cuenta todas sus características. Estas pueden incluir pelo o no incluirlo, un tío depilado o sin depilar, con cara de malo o cara de bueno; en definitiva, depende de su conjunto como hombre. Y después de algunas experiencias curiosas y generalmente positivas, pocas veces me había vuelto a encontrar con tíos calvos que me dieran morbo. 

El caso es que ya bien entrado el mes de agosto en el que las tardes, poco a poco, comienzan a acabarse antes, el sol se esconde progresivamente más temprano quitando esos minutos de pinada que antes podías aprovechar, decidimos irnos al Rebollo un día de diario que no era precisamente especial. De hecho, otra de las cosas que me dejan de gustar de agosto es que a partir de la segunda quincena el bajón de gente en aquella zona es brutal y eso, obviamente, se hace sentir en los sitios de cruising que frecuentamos. Aquella tarde fui con Sergio sin grandes expectativas, se suponía que solo íbamos a tomar el sol, quizá bañarnos y hablar un poco de lo que había pasado con Óscar unos días atrás. En el fondo, ambos sabíamos que el momento de ir de caza llegaría. Que el apetito se nos abriría más pronto que tarde y, efectivamente, así fue. Ya para esos días, la luminosidad a partir de las 20h decae bastante y la gente comienza a abandonar la pinada, lo cual también implica que el cancaneo empiece antes. De tal forma, que si entre las últimas semanas de julio y las primeras de agosto a las 17h apenas encuentras a nadie, a partir de la segunda quincena de agosto es cuando empieza a ponerse bien. 

Decidimos entrar a aquel bosque de pinos a eso de las 18h, como dije antes, sin grandes expectativas. Y, chico, parece que justo cuando menos expectativas tienes es cuando mejor terreno encuentras. Estaba bastante lleno, muchos tíos andando por los pequeños caminos entre pinos y ramas, otros tumbados en sus toallas (mitad al sol, mitad a la sombra), otros en corrillos hablando. Vaya, que había más ambiente del esperado. Como ese día buscábamos tema los dos juntos, cogí a Sergio de la mano y empezamos nuestra caza. Al principio todo eran miradas y si nos quedábamos parados en un sitio a beber agua o descansar, se nos formaba un discreto corrillo que esperaba que nos pusiéramos a follar ahí mismo, así que no nos entreteníamos mucho y seguimos nuestra caza. Pero nada de interés,  miradas, persecuciones, la misma gente que llevábamos viendo todo el verano (quizá es lo malo de pasar tanto tiempo, que al final, acabas coincidiendo todo el santo verano con los mismos tíos), gente mayor, pandillitas y ese día... ¡hasta chicas había! A saber buscando qué. 

Llegado un momento en el que nos aburrimos hasta decir BASTA, nos sentamos en una fuerte y gruesa rama que hay al poco de acceder a la pinada desde la playa y nos quedamos esperando. Es un buen sitio porque está, digamoslo así, en el comienzo de la zona de cancaneo, así que por allí acaban pasando todos los tíos que buscan tema. Y mi radar se activó en cuanto él pasó por nuestro lado: un tío calvito de entre sus 35-40, tirando a alto, delgado-fibrado, con un bañador ajustado tipo slip del color de la piel del kiwi marcando culazo, facciones marcadas con barba 'de tres días' y la mirada de caza en la que podías ver que estaba cachondo y buscando tema. Cruzamos varias miradas, se quedó al lado nuestra, rondándonos, pero finalmente siguió su camino. Así que Sergio y yo nos miramos y no hizo falta decir más: le empezamos a seguir. Y le seguimos hasta que dimos con el medio escondido entre pinos un poco más adelante, de nuevo cruce de miradas entre él, nosotros y otros tíos que había alrededor, pero ninguna decisión. Y, de nuevo, el siguió su camino dejándonos un tanto aturdidos. 

Tras comentarlo brevemente decidimos dar media vuelta y seguirle, ya que había tomado el camino a la inversa. Cuando, poco después, damos con él se encuentra en un claro, más abajo de donde nosotros estábamos tocándose el paquete mientras nos mira con cara de vicio. Se sigue sobando el paquete y yo, sensualmente, paso mi lengua por mis labios, cosa que le debe poner caliente porque decide bajarse el bañador y mostrarnos lo que escondía dentro: un pollón de unos 19cm, con grosor considerable, no circuncidado y extremadamente apetecible. Nos hace un gesto para que nos acerquemos, pero al principio dudo, ya que estamos en medio de todo, sin nada de intimidad... pero qué coño, aquello merecía la pena. Nos acercamos a él y me pasa el brazo por encima tocándome los hombros y la espalda:

- Busco que me coman bien la polla chicos...-dijo sensualmente.
- Y nosotros comértela -se me adelantó Sergio, que ya se ponía de rodillas.

Cuando quise volver la vista abajo Sergio ya se estaba metiendo aquel pollón en la boca, mientras yo comenzaba a morrearme con el tío, que en las distancias cortas ganaba bastante atractivo y masculinidad en la cara. Me sobaba el torso y yo le sobaba el culo, hasta que me dice:

- Soy muy activo tío...

Debió pensar que le sobaba el culo en señal de querer metérsela. Así que me agaché con Sergio, me puse de rodillas y comenzamos a chupársela a la vez. La única pega que le encontré es que el tamaño de los huevos no iba acorde con el de la polla, más bien eran tirando a pequeños, pero le volvía loco que cuando
uno tenía su rabo dentro de la boca el otro le comiera los huevos. Aún así, realmente comenzó a genir con intensidad cuando empezamos a comerle la polla a la vez, cada uno por un lado, subiendo y bajando nuestras bocas y lenguas a la vez:

- Brutal tíos, joder...-gemía poniendo los ojos casi en blanco.

Tras estar un rato poniéndole a tope, tomó la iniciativa cogiéndome con sus dos manos de la cabeza y follándome la boca con energía como si se tratara de un culo. A mi aquello me ponía muy cerdo, así que me saqué la polla ahora que tenía las manos libres para pajearme. 

- Buah tío te la metes entera... vaya garganta...-decía mientras me follaba la boca.

Después cogió la cabeza de Sergio y empezó a hacer lo mismo mientras que a mi me ponía de pie para morrearme y sobarme el cuello. Me tocó un poco la polla, pero no se entretuvo demasiado y cuando le apeteció me forzó a hincar las rodillas y seguir mamándole. Me gustaba tanto su rabo que cuando me follaba la boca a tope por segunda vez, no pude evitar correrme en el suelo, cosa que le encendió más aún porque me follaba la boca con mucho más énfasis. Volvió a turnarse con Sergio y yo aproveché para tumbarme en el suelo y comerle la polla a Sergio, a la par que él se la chupaba al calvito. También debía gustarle, porque Sergio me llenó la boca de su leche caliente en un par de minutos. Fue ahí, cuando me giré para escupir la lefa de mi amigo, cuando me di cuenta de que estábamos dando un auténtico espectáculo. De esos que otras veces hemos sido espectadores, ahora éramos los protagonistas. Creo que unos 10 o 12 tíos se arremolinaban a una distancia prudente pajeándose con sus estacas fuera y esperando un gesto para unirse. Había de todo: chavales, hombres, mayores... Público de todas las edades. Los protagonistas nos miramos entre los tres y seguimos a lo nuestro, a comerle la polla al calvito. 

Tras 40 minutos mamándole sin descanso y con la mandíbula ya casi desencajada me empezó a mosquear que el tío no se corriera. Traté de chupársela con la mejor de las técnicas, usando la lengua a tope y con el máximo cuidado de no clavar los dientes y, si bien es cierto que la polla la tenía dura como una piedra, no se corría. Así que cuando nuestro cansancio comenzó a ser evidente, nos puso de pie a su lado, nos comió la boca, nos sobamos entre los tres y nos dijo:

- Que no os mosqueé que no me corra, estoy disfrutando como un puto enano, nunca me la habían chupado tan bien chicos... y menos dos chavales tan guapos como vosotros, pero no me suelo correr en estos sitios, tengo dificultad para hacerlo -decía, mientras se subía el bañador.

Y sí, si que es cierto que no es el primero al que le oía lo de la dificultad para correrse estando de pie o en estos sitios, así que estuvimos allí otra media horita con conversación, sobándonos y sin acabar de quitarnos el calentón. Los tres estábamos encantados, la pena es que sería difícil volver a coincidir: el se marchaba a Madrid ese mismo fin de semana y no volvería hasta septiembre, justo cuando nosotros nos marchábamos. Es de los pocos a los que me arrepiento de no haberle pedido el número de teléfono, ya que tuvimos tanta química sexual que en una cama lo podríamos haber pasado de vicio. Así que ya sabes, si te reconoces en esta historia, escribe, que nos molaría volver a repetir.

Por lo demás, aquella tarde, cuando nos despedimos, ya era tarde, quedaba poco de sol y nos fuímos a la playa a quitarnos la arena de todo el cuerpo con un estupendo sabor de boca. 

5 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 103: ÉXTASIS (Parte 2)



- ¡Ay! Perdonad que os haya despertado chicos -susurró la madre de Óscar desde el quicio de la puerta, abandonando su posición y dirigiéndose hacia el salón.

Mis amigos seguían dormidos como marmotas y yo no tenía muy claro qué hacer, así que me coloqué mis calzoncillos, los pantalones cortos y salí en busca de la madre. Quería, al menos, preparar un poco el terreno. 

- Marcos, hijo, ¿cómo estás? -dijo la madre dándome dos besos, mientras cerraba la puerta que comunicaba el salón con el pasillo.
- Bien, bien...-dije.
- Oye, ¿cómo es que habéis dormido todos juntos? ¡No será por colchones y sofás! 
- Bueno, pues es que...-empecé a explicar cuando me interrumpió.
- No me digas más. Anoche salisteis de fiesta y con alguna copilla y el bochornazo este de Alicante, pues os echasteis en el primer sitio que visteis -dijo.
- Sí, sí... Puri, para qué mentirte -dije, incrédulo.
- Bueno, de todas formas diles a tus amigos que se vistan antes de que suba Manolo, que cualquiera diría que estuvierais haciendo cosas raritas -aseveró, medio seria, medio de broma, a la vez que iba a la entrada a recoger las maletas.

No sabía que pensar. Me acordé del refrán este que dice: "no hay más ciego que quien no quiere ver". Pero también pensé que quizá la conversación o la regañina la tendría con su hijo, total... ¿qué bronca me iba a echar a mi? Si, como ella decía, yo era ya "todo un hombretón". 
Me dirigí hasta la habitación y desperté con suavidad a mis amigos para ponerles al día de la situación, sobre todo a Óscar, que era el principal perjudicado. Lo primero que hicimos todos fue empezar y terminar de vestirnos a toda leche, mientras hablábamos con la puerta cerrada. Óscar comentaba que su madre para algunas cosas era muy ingenua, pero que quizá sí que estaba esperando a que nos marcháramos para tener una conversación. Recogimos los restos de pañuelos, hicimos un poco por encima la cama, justo cuando su padre entraba por la puerta de la casa. Claro que, la estampa que el veía ahora era bien distinta. Un par de saludos rápidos y Sergio, Dani y yo salimos por la puerta deseando suerte a Óscar, que tenía la cara totalmente desencajada y le temblaban las manos.

Pasamos un día bastante malo esperando noticias del chaval, nos resignábamos a creer que la madre no hubiera sospechado nada de nada con cuatro tíos en bolas en una cama, pañuelos en el suelo y su hijo abrazado a otro tío. Si quizá no hubiéramos estado en bolas, ni abrazados, habría podido colar. Pero no, si negaba lo que veía, prefería vivir en el engaño. No habría persona en el mundo que no pudiera presenciar nada con aquella imagen. Sin embargo, las noticias de Óscar tardaban en llegar y nuestra preocupación crecía por momentos. Era malo que no supiéramos nada de él varias horas después de habernos marchado. Y tuvimos que esperar todo el santo día, hasta bien entrada la noche.

Óscar me chistó por la ventana del patio cerca de la media noche:

- Marcos voy a salir a tirar la basura, baja y te cuento, va a ser la única oportunidad. No me dejan salir -dijo, casi susurrando.

Buf. No pintaba nada de bien la cosa. Así que bajé a la calle, a mi ya no me hacía falta poner excusas a estas alturas de la vida, y nos encontramos en los cubos de la calle de atrás, donde ninguna ventana de nuestras casas daba. 
Óscar me contó que, efectivamente, su madre de tonta no tenía un pelo. Que ya sabía de lo mío y que lo que pasaba es que yo le había enmariconado, y que diera gracias a que su hijo ya no era menor de edad, porque si no nos habría denunciado a todos. Argumentaba que le habíamos pervertido y ensuciado la mente con nuestras perversiones, que no era de recibo y que si yo era una oveja negra en mi familia, no tenía derecho a "convertir" a otros. Fíjate, como si eso fuera posible. Además, su madre quería hablar con mi familia para terminar con todo tipo de relaciones más que las necesarias por ser vecinos. Y, obviamente, Óscar no podía quedar conmigo ni con mis amigos. Al padre no le habían contado nada, por lo visto, hubiera sido aún peor.

Yo no daba crédito con todo aquello que me contaba Óscar entre lágrimas, jamás tuve esa imagen de familia retrógada de ellos. Nos conocíamos, como quien dice, de siempre y me resignaba a creer que fueran tan cerrados de mente. ¡Si fue el padre de Óscar quien me enseñó a montar en bici! Quiero decir, que habíamos tenido mucha relación. Óscar subió a casa y yo hice lo propio dejando un poco de tiempo entre medias.

Lo primero que hice fue hablar con mis padres y contarles todo lo que había sucedido, bueno, los detalles sexuales aparte, claro. No se sorprendieron mucho, total, lo mío ya lo sabían de hacía años, lo único que les llamó la atención es que Óscar también fuera marica o tuviera deseos por los chicos. Tuve su apoyo y me dijeron que no me preocupara, que ellos se encargarían de Puri.

La cosa no iba a quedar ahí. Al día siguiente, gracias a la información que me dio mi padre, bajé justo a la hora indicada al kiosko donde Manolo (el padre de Óscar) y el mío quedaban para comprar la prensa y luego tomarse un café para hablar de fútbol. 

- ¡Hombre Marcos! ¿Hoy sustituyes a tu padre? -dijo con alegría.
- Si Manolo, me gustaría que me ayudaras con una cosa que me ha pasado y que no quiero contarle a mis padres -mentí.
- Vaya, hacía tiempo que tu y yo no hablábamos, ¿verdad chavalote? -me decía amistosamente.

Estaba claro que no le habían contado nada. Yo estaba corriendo un riesgo muy grande, pero total... aunque mi idea saliera mal, mucho más daño no se podía hacer. Así que fuimos andando hasta el paseo marítimo.

- Manolo, será mejor que nos sentemos -propuse.
- ¡Joder! Si que tiene que ser grave -dijo abriendo los ojos.
- Solo te pido que me dejes empezar y terminar sin entrar en cólera -dije.
- Vamos a ver... dime qué pasa -dijo ya serio.

Le conté, más o menos, lo mismo que le había contado a mis padres la noche anterior. En resumen venía a decir que me había acostado con su hijo varias veces, todo de mutuo acuerdo y sin forzar nada. Algo más extenso, pero eso. Manolo se iba poniendo blanco según le contaba la historia, pero no interrumpía. Hasta que acabé.

- Veamos... y a mi me cuentas todo esto porque mi mujer se ha enterado antes que yo y ha liado 'la de San Quintín', ¿me equivoco? -dijo serio, mirándome a los ojos. 
- Pues... básicamente, sí, claro...-dije confundido.
- Tranquilo Marcos, no esperes por mi parte un comportamiento similar. Que a Óscar le gustan los tíos lo se yo desde hace mucho. Siempre me rondó la idea, hasta que una vez no borró el historial del portátil y pude ver todos los foros y páginas donde se metía, lo que me confirmó todo. Porque con eso del fútbol, los equipos y lo entusiasta que ha sido siempre, ya sabes, me tenía confundido -explicó sereno.
- Ya veo...-dije, porque no sabía qué decir. Me había preparado para algo peor.
- Además, no veo qué tiene de malo que haya estado contigo en ese plan. Mejor contigo que con cualquier otro. Tu le cuidas, le has cuidado siempre, hasta cuando le odiabas por lo pesadito que era de pequeño. Y por mi mujer, ya lo trato yo con ella. Procede de una familia muy religiosa, es algo que le va a costar, pero déjamelo a mí.

Terminamos la conversación y, después de invitarle al protocolario café de todos los días, nos dirigimos al edificio y, cada uno, a su casa. Mis padres estuvieron aliviados cuando les conté mi conversación con Manolo, pero lo cierto es que ese día se oyeron auténticos gritos en casa de Óscar. Y no voy a decir que todo acabó súper bien. Manolo hizo lo que pudo, pero el resto del verano no volví a ver a Óscar oficialmente, solo a hurtadillas. Y Puri prácticamente ni nos saludaba al vernos en las escaleras o zonas comunes. 

Y yo sabía que, en realidad, pese a su apoyo, mi madre estaba dolida conmigo.