10 de febrero de 2015

CAPÍTULO 111: CARTA PARA MARIO (¿DÓNDE ESTÁS?)

Aquel año fue nuestro verano. Tú nos diste la esperanza de que allí todavía quedaban buenas cosas por pasar. Aquel sábado 30 de julio, en el que Sergio y yo habíamos decidido no volver al Moncayo por aquel verano debido a la ausencia de gente, apareciste tú, con tu camiseta de camuflaje de tirantes, tu bañador tipo slip apretado, tu cuerpo definido y bronceado, tus gafas de sol y las llaves de tu Peugeot en la mano, seguro de tí mismo, con prisa, pero sin pausa. Un madurito de los buenos, de los que no se encuentran apenas
. Cruzamos miradas y tuvimos nuestro primer encuentro. Al que siguieron muchos más. Aquel verano retrasamos en una quincena nuestra vuelta a Madrid por toda la complicidad, no ya solo sexual, que había surgido en nuestro morboso trío. El sexo, las conversaciones, los abrazos. Un todo.

Tú con tu familia, casado, con tus hijos, al menos dos, pero creo que eran tres; nosotros iniciándonos en un mundo que no conocíamos, sin mucha experiencia. Tu con trabajo ¿fijo? y nosotros en paro. Siempre tenías las vacaciones en agosto, vivías en una gran ciudad a poco más de 20 kilómetros de aquel lugar, tus suegros residían en nuestro mismo destino veraniego. O eso decías. Decías que cuando te la chupaba ponía cara de monaguillo inocente.

También decías que veraneabas en casa de tu hermana en una conocida urbanización del pueblo, pero la casualidad que nos acompañó aquel verano nos demostró que no era cierto. Querías mantener tu privacidad y lo entendimos. Pero, la casualidad quiso que tuviéramos que pasar por tu edificio todos los días, que te viéramos entrando al garaje con tu coche, que te viéramos salir del portal. Y todo sin pretenderlo. Así descubrimos dónde veraneabas realmente, en aquel edificio de no muy lejana construcción en la parte sur del pueblo.

Tú ya lo sabes. La casualidad nos hizo encontrarnos con nuestras respectivas familias cerca del Paseo Marítimo: al mediodía, tu a pie y nosotros en coche. Nos miramos, nos guiñamos. Discreción total, siempre la tuviste por nuestra parte y nosotros por la tuya. Bajábamos a la playa por las mañanas en zonas parecidas, tú siempre con tu familia, nosotros con la nuestra. Nos veías pasar en nuestros paseos. Incluso en los últimos días nos hiciste una foto de incógnito. Creías que no nos habíamos dado cuenta, pero como hablamos luego, sí lo hicimos. Y recuerdo cuando estabas jugando con tu hijo a las palas en primera línea de playa, cómo nos lanzaste una pelota a la espalda. ¿Era una prueba? Desde luego, la pasamos con sobresaliente. Incluso recuerdo cuando paseabas por la playa de la mano con tu mujer hasta el chiringuito donde estábamos nosotros tomando una cerveza, ya sabes, cerca del gran hotel.

El día de nuestra emotiva despedida te dimos un flyer de un pub, que creo que ya no existe, con nuestros números de teléfono e e-mail. Tu no nos diste el tuyo, lógico. Pensé que nunca llamarías, de verdad. Recuerdo que dijiste:

- Por si acaso, recordad, si tenéis oportunidad de elegir vacaciones, elegid agosto. Yo siempre tengo agosto. Por si acaso no pudiéramos hablar.

Se me quedó grabado a fuego.

Sin embargo, sí llamaste. La primera vez que llamaste aquel viernes de finales de noviembre yo estaba trabajando. No insististe. No me imaginé que serías tu. Aunque una parte de mí quería que lo fueras. Llamaste a otra hora el viernes siguiente, pero estaba trabajando aún. Y llamaste ya más entrada la noche:

- ¿Marcos? -preguntaste temeroso, pero seguro de oír mi voz.

Y hablamos durante largo rato. Nos pusimos al día. Tú, desde el garaje, yo en el autobús regresando a casa. Tu empresa te había hecho un ERE, pero estabas tranquilo por tus 2 años asegurados de paro. Te comenté que había una posibilidad de que en Navidad estuviéramos por allí, al 50% de seguridad. Te entusiasmaste. Incluso decías de quedar a tomar unas cervezas y quedamos en hablar más adelante. Volvimos a hablar cerca del 20 de diciembre. Te dije que no podríamos ir, habían surgido complicaciones laborales. Pareciste entenderlo, pero tu decepción era evidente. Llamaste de nuevo el 25 de diciembre para felicitar las fiestas y te dije que con 99% de seguridad podríamos vernos en Semana Santa, que siempre solíamos tenerla libre, más o menos días, pero iríamos seguro. Quedamos en vernos entonces. 

Quedaste en llamarnos cuando la fecha se acercara. Solo restaban 3 meses, aquel año Semana Santa caía pronto. 

Nunca volviste a llamar. Aquella Semana Santa, que esperábamos con deseo, fue una decepción brutal. No apareciste. 

Tampoco apareciste el siguiente verano. Ni donde se supone que veraneabas, ni en tu habitual zona de playa, ni por el pueblo. Aquella casualidad que nos acompañó el primer verano parecía haberse esfumado. Y a ti parecía haberte tragado la tierra. Sabíamos que otros veranos habías tenido otros destinos, pero estaba claro que nuestro verano no fue tu primero. Conocías la zona, conocías el Moncayo y sus caminos. Conocías la zona de playa donde nos esperabas algunas tardes tumbado tomando el sol con tu toalla y tu mochila beis, siempre con una botella de agua de litro bien fría que nos ofrecías.

Nos hablabas de otras zonas de cruising, como el área de descanso/servicio de Elche. Hasta ahí no podíamos seguirte. Llegamos a dejarte un mensaje escrito a tiza en la caseta del Moncayo, pero tampoco hubo respuesta. No volvimos a verte en los siguientes veranos, ni las siguientes semanas santas, ni otros puentes. No hemos vuelto a verte.

¿Dónde estás, Mario? ¿Qué fue de ti? ¿Estás vivo? 

Sólo con eso nos bastaría. Con saber que estás bien. Que no te pasó nada. Que sigues disfrutando de la vida. Tu mismo nos contaste que visitabas foros y webs de cruising de la zona, así que es muy probable que leas este capítulo-mensaje. No fuiste uno más, y tampoco lo fuimos nosotros para ti. Lo sabes. 

Con saber que estás bien nos basta, de verdad.

¿Y tu, lector? ¿Por las descripciones que doy sabes de quien hablo? Me gustaría saberlo también.

Si no sabéis de qué va esto, os conviene leer:


6 comentarios:

  1. Woahh, ya se me había olvidado a Mario tras vuestro encuentro ahí por casualidad en el lugar de cruising y después esa historia en la bañera (si es esa xD). Es bueno volver a oír de él aunque sea para recordarle :/.



    James

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    1. ¿En una bañera? Eso no fue con Mario! :)

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    2. Mecachis :/, entonces me confundí con otro.




      James

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  2. Entiendo que Mario no fue solo un acoston más en su vida, les enseño y aprendieron mutuamente. ¿enamoramiento? tal vez afecto. Pero lamentablemente no conosco a ningun Mario y menos de esa zona. Espero ese señor se encuentre bien, que es lo que importa y si lees esto Mario ponte en contacto con ellos. No por morbo lo hacen, si no porque realmente les importas.
    Te mando un abrazo enorme y nos leemos :3

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    1. No, no... enamoramiento para nada, admiración y complicidad, mucha.
      ¡Gracias por comentar!

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  3. Anda, pero si resulta que Marcos tiene también sentimientos y no es una maquina de follar. Me gusta que tambien dejes ver la otra cara que tienes, a quienes te seguimos desde los comienzos nos ayuda a hacernos una idea mas real de ti...No de ese chico tan frio que parece que piensa mas con la polla que con la cabeza.

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