30 de junio de 2015

CAPÍTULO 126: LA FIESTA DE CUMPLEAÑOS DE SERGIO

A primera hora de la mañana siguiente me planté en el portal donde sabía que vivía Miguel, aún no había la confianza suficiente para subir a su piso y aporrear la puerta, como sí habría podido hacer con Sergio. El reloj aún no marcaba las nueve de la mañana y apenas había dormido nada, teniendo en cuenta que la discusión de la noche anterior se había producido bastante tarde. Entré al portal para averiguar en qué piso vivía y volví a salir para freir el telefonillo hasta que alguien respondió:

- ¿Si? -dijo una voz de mujer adulta, aparentemente adormilada.
- Pregunto por Miguel, soy un amigo -dije.
- ¿Y no es un poco pronto para visitas? Miguel está durmiendo -dijo la mujer, amablemente.
- Mi intención no es subir, prefiero que le despierte diciéndole que Marcos está en el portal y que aquí le espero, por favor. Es importante -expliqué. (Podría ser realmente encantador cuando me lo proponía)
- ¿De verdad que no puedes venir más tarde? -insistió la mujer.
- De verdad que no, aquí me voy a quedar hasta que baje -insistí.
- De acuerdo, pero no te aseguro que baje de muy buenos modos... 

A los cinco minutos me llega un Whatsapp de Miguel preguntando con palabras malsonantes si de verdad estaba abajo o se trataba de algún juego. Bajó a los 25 minutos, nos fuimos a un bar a desayunar y estuvimos charlando. Miguel estaba muy a la defensiva, como era lógico, pero al disculparme de la forma más sincera que pude y darle un listado de regalos que podrían gustarle a Sergio acabamos dándonos un abrazo admitiendo que era una situación complicada. Mi objetivo estaba cumplido: Sergio no se enteraría de la discusión de la pasada noche y tampoco se enteraría de mis recomendaciones a Miguel (aunque iban a ser evidentes). 

Su cumpleaños se acercaba, quizá el cumpleaños más trascendente e importante de los que estaban por venir. A Miguel le había dado una lista de cosas que a Sergio, sin duda, le harían ilusión, pero para mi regalo me había reservado algo que Sergio llevaba queriendo mucho tiempo, pero no tenía pasta comprar: el nuevo iPhone. Y ya no sólo eso, sino que entre Dani y yo le estábamos preparando una fiesta en un garaje del padre de Dani y habíamos conseguido reunir a sus mejores amigos y primos con los que se llevaba muy bien. Llevábamos semanas trabajando en el garaje: una buena limpieza, desalojo de trastos, compra de bebidas, instalación de un equipo de música mediante bluetooth e iluminación un tanto rudimentaria, pero apañada. Además, el garaje tenía un pequeño aseo con un mini lavabo y WC que lo hacía perfecto para la fiestecilla. Iba a ser su primera fiesta sorpresa... Obviamente informamos a Miguel de ello para contar con su complicidad, eso sí, lo hicimos cuando todo estuvo bastante atado...

Lo último que preparamos un día antes de su cumpleaños fue un pequeño proyector de estos que tienen una pantalla blanca desplegable, que habíamos pillado a buen precio en una tienda de segunda mano, para reproducir un vídeo con sus canciones favoritas e imágenes de momentos destacados de su vida. Para todo ello contamos con la colaboración de sus padres. Ahí hubo una pequeña fricción entre Dani y yo: si bien Dani quería que la última foto fuera de Sergio y Miguel por haber sido el último acontecimiento importante en su vida, yo me negué rotundamente y opté por poner una foto del verano anterior en la que salíamos Sergio y yo en un pub sentados y mirándonos frente a frente con media sonrisa en nuestras caras... Una foto muy... digamos, emotiva. 

Había costado convencerle de que no hiciera planes aquel sábado... pero finalmente conseguimos que todo fuera una auténtica sorpresa. No os imagináis la cara que puso cuando, acompañado por Dani y por mí entró a aquel garaje y vio a toda aquella gente dentro... De modo que la noche transcurrió con la más absoluta normalidad: todo el mundo bailando, hablando, comiendo, bebiendo, Sergio como centro de atención, Miguel haciéndose notar y yo como segundo centro de atención: al fin y al cabo los amigos y primos de Sergio me conocían a mí y no a él. Estaba en mi salsa y eso se notaba, además había elegido la más provocativa de mis ropas y la que sabía que le encantaba a Sergio. Sopló las velas de la tarta, aplaudimos y llegó el momento de reproducir el vídeo. Fue acompañado por interjecciones de los participantes del tipo: ¡oh! ¡qué mono! Y cuando llegó a su fin con esa foto nuestra seguida de la frase: Ours is a never-ending friendship which will face the challenges that may appear [la nuestra es una amistad interminable que enfrentará todos los retos que puedan aparecen]. Y puse 'retos' en vez de 'problemas' por consejo insistente de Dani. Tras esa última foto y frase se hizo un silencio sepulcral: Sergio me miró con los ojos mojados, Miguel tenía cara de perro rabioso y yo dedicaba la mejor de mis sonrisas. Sergio se acercó a mi y nos fundimos en un abrazo que acabó en un pico de varios segundos. 

La cosa es que ahí no terminaba todo, ya que aún quedaba el momento de los regalos para el que, una vez más, quise quedarme con el último turno. Entre los regalos destacados, el de Dani: un DVD de coleccionista de un grupo musical al que Sergio seguía de hacía años; el e-book y los calzoncillos de marca australiana de Miguel y... el iPhone que le había comprado yo. Todo le hizo ilusión, pero huelga decir que mi regalo fue el 'rey' de la fiesta, que además llevó a Miguel a poner esa cara de perro rabioso. 

Lo que no sabía es que Miguel no se iba a rendir tan fácilmente. Había decidido plantar cara y a eso de la 1 de la madrugada se quiso llevar a Sergio, ya una vez buena parte de los amigos se habían marchado:


- Marquitos... de nuevo muchas gracias por todo esto, no sabes lo que significa para mí -me dijo Sergio.
- Tú te mereces todo lo mejor que te pueda pasar y yo quiero ser parte fundamental de ello, si es que me dejas -dije.
(Tras unos segundos de meditar, con la mirada perdida):
- La cosa es que me tendría que ir ahora con Miguel... -explicó, no muy convencido.
- ¿Ya? ¿A dónde? - pregunté.
- Por lo visto ha reservado una habitación doble en un hotel...-dijo mirando al suelo.
- El polvo de cumpleaños, ¿no? -le dije.
- Sí... bueno... dice de darnos un baño, relajarnos...-explicaba.
- No te veo nada convencido, ¿eh? - le dije.
- Es que... quizá me gustaría que tu también vinieras -dijo.

Nos cortaron la conversación unos amigos que venían a despedirse. Sin embargo, a pesar de las dudas de sus palabras, Sergio y Miguel vinieron a despedirse poco después. Antes de salir del garaje, Miguel se dio la vuelta y me hizo un gesto de chulería. Un gesto que parecía decir: "al final he ganado yo". Y quizá era verdad.

Con lo que no contaba Miguel, o al menos no en el momento de salir del local, es con el Whatsapp que Sergio me mandaba poco más de 40 minutos después de marcharse:

- Haz que nunca olvide esta noche. Oblígame. C/ Josephine Cochrane. Aparcamiento 6. Entra con el coche directamente, el código de acceso es XXXXX.

Me despedí de Dani y de la gente que quedaba y me marché rumbo a esa dirección que Sergio me enviaba por algo.

Cuando tras unos 35 minutos conduciendo accedí a aquel extraño y, desde luego, íntimo hotel, envié un Whatsapp a Sergio para indicarle que ya estaba accediendo con el coche. Lo dejé en una especie de estrecho aparcamiento pensando para no más de dos coches, subí unas escaleras, volví a marcar el código en una segunda puerta y accedí a una habitación lujosa, con una ténue luz roja, hilo musical encendido a volumen ambiente, un espejo encima de la cama de matrimonio y... a Miguel desnudo boca arriba en la cama, con una venda negra en los ojos y una especie de tela en la boca que no le permitía hablar. Estaba con el rabo duro y... joder... desde luego que Sergio no mentía cuando decía que estaba bien dotado. Tenía un buen rabo de unos 19 centímetros, de ancho proporcionado, circuncidado y unos buenos huevos redondos y gordos. Y ahí estaba yo contemplando con cierta incredulidad aquella escenita y poniéndome a tono viendo a un Miguel que me la estaba poniendo dura. Sergió me sorprendió por detrás e indicándome que no hiciera ruido, me fue desnudando hasta quedarte sin nada de ropa, me ofreció una copa cargadita de alcochol, se arrodilló y me la empezó a mamar para ponérmela dura:

- ¿Tú estás seguro de lo que estás haciendo? -le pregunté, susurrando.
- Más que nunca -dijo con cara de vicio.

Mientras me la mamaba podía ver como Miguel se pajeaba lentamente para mantener la erección y ver aquel rabo con la mamada de Sergio me estaba poniendo a tope. Sergio se levantó, se colocó al lado de de Miguel, le agarró de las manos reteniéndole y me hizo un gesto, que capté inmediatamente. Me situé al otro lado de la cama y comencé a mamársela muy lentamente a Miguel, lo que provocaba gemidos intensos por su parte. No se si aún sabría que allí estaba acompañado de dos tíos. Llegado un momento, Sergio me dijo de parar; sacó un condón de la mesilla, se lo enfundó a Miguel y empezó a cabalgarle muy lentamente mientras yo miraba como aquel pollón destrozaba el culo de Sergio. Con la facilidad con la que se la metió di por hecho que habían estado practicando, sobre todo cuando vi un bote de poppers en la otra mesilla. Me senté en la alfombra apoyado contra la pared y empecé a trabajarme el culo mientras contemplaba aquella follada. Creí saber a donde quería llegar Sergio. 

Cuando creí estar listo me levanté y Sergio descabalgó a Miguel, que se retorcía de placer. Manteniendo el máximo silencio posible traté de meterme aquel nabo que me había estado comiendo unos minutos atrás. Me dolía bastante, así que Sergio trajo esa botellita de la cual suspiré unas pocas veces hasta que tuve todo el rabo de Miguel dentro. Empecé a follármelo tratando de que no se corriera, pero como resultaba difícil, Sergio se puso a mi lado y dijo:

- ¿Te vas a correr? 

A lo que Miguel contestó con un gemido. Aceleré el ritmo de la follada y Sergio se acercó a Miguel, de tal forma que cuando fue evidente que empezaba a correrse le quitó la venda de los ojos y flipó con lo que vio. Pero no, no se detuvo. Con una mano empezó a pajear a Sergio mientras terminaba de echar su leche en mi agujero. Sergio se corría poco después viendo la imagen de los dos y mirándome a los ojos. En un momento de susto, Miguel se abalanzó sobre mí quitándose la tela que tenía en la boca, empezó a morrearme efusivamente, me colocó con fuerza encima de la cama boca arriba y entre él y Sergio me la comieron a dúo hasta que me corrí en sus bocas pocos minutos después.

Me quedé tumbado encima de la cama, Sergio se echó sobre mi y Miguel cruzó una puerta en la que no había reparado hasta el momento. Estábamos allí los dos en estado de éxtasis mirando el techo de la habitación sin decir nada, cuando Miguel salió de esa puerta totalmente vestido y peinado:

- ¿Sabéis qué? Sois unos putos enfermos los dos. Quedaos con vuestro rollo raro, quedaos con vuestras orgías, vuestros tríos... pero hacedme un favor. No jodáis a la gente así.
- Anda Micky, no te piques, que me la has chupado como si jamás te hubieras comido un rabo... -dije.
- Sí. Que estás bueno es un  hecho. Que tienes un morbazo de la ostia también. Que competir con un tío como tu y todo lo que tenéis detrás era misión suicida, también lo sabía. Pero ya puestos, quería probar eso tan adictivo que dicen que tienes.
- Tu tampoco has estado mal... -dije.
- No os confundáis. Esta es la última vez que me veis, no quiero saber nada de vosotros nunca más. ¿Sabéis? Los que hay que aún creemos en relaciones normales sin vicios, ni historias raras.
- ¿Vicios? Pero si la botellita negra la has traído tu, hipócrita -le dijo Sergio a Miguel ante mi sorpresa.

Miguel puso cara de no esperar esa respuesta, suspiró, cogió las llaves del coche y se marchó.

- Tú me tienes que explicar a mí muchas cosas. Y no solo de hoy -le dije a Sergio poco antes de quedarnos dormidos.



19 de junio de 2015

CAPÍTULO 125: LA TERCERA PARTE CON EL SUPERSTAR

La historia del Superstar es de esas que sabes que no se van a volver a repetir por varias razones:

1º. Fue fruto de la más estricta casualidad.


Me limité a quedarme con la experiencia de aquella primera vez con un actor joven relativamente famoso y a no hacerme ilusiones con que me fuera a llamar, total, había pasado más de un año y no había vuelto a tener noticias... más allá de las que podía ver en televisión o en alguna de las redes sociales en las que aumentaba su número astronómico de seguidores. Las noticias que circulaban sobre el seguían sin incluir ningún tipo de romance con actrices o chicas del mundillo, algo que sí era y es habitual ver en sus compañeros de profesión. Y, a pesar de que esto ha cambiado recientemente por indicación de sus representantes, no soy quién para juzgar las actitudes que deben tomar en este mundillo para que sus proyectos sigan adelante.

Estando en medio de una batalla con mi mejor amigo y su novio, recibí una llamada de número oculto que no respondí por tener el móvil en silencio. Afortunadamente volvió a insistir y cuando descolgué el teléfono, pronunció la típica palabra que ayudaba a identificar a los tíos que conozco del cruising y que se quedan con mi número:

- Mmmm... ¿Marcos? -preguntó una voz al otro lado del teléfono.

- Sí, soy yo. ¿Quién eres? -pregunté al desconocer totalmente su voz.
- ¡Soy el Superstar*! ¿Te acuerdas de mi? -dijo, visiblemente feliz.

Pues claro que me acordaba de él, cómo olvidarlo. Además, tengo que confesar que desde que estuve con él le había idealizado mucho más. Siempre me pareció atractivo, quizá un poco bajito para mí, pero tras estar con él le veía muchísimo mejor de lo que quizá era, y no es por desmerecerle, ya que el chico es guapo a rabiar.

La cuestión es que Superstar estaba en Madrid para acudir al rodaje de exteriores de un nuevo proyecto, que no mucho tiempo después se estrenaría con éxito en una de las grandes cadenas privadas. Era buen actor, también había posado alguna vez y había hecho algún pinito en el mundo de la música. Quizá, lo peor, es que estaba un poco encasillado en un tipo de papel que ya había hecho antes. Como ya os he dicho muchas veces, la casualidad ha formado parte de mi vida desde que tengo uso de razón, y esta vez no iba a ser una excepción:

- Estoy en el hotel de Méndez Álvaro. ¿Crees que podríamos planear algo discreto aquí, tío? Me gustaría volver a verte y no sólo para ponernos al día - explicó.

El hotel de Méndez Álvaro, no me lo podía creer. El que hacía esquina, un cuatro estrellas. ¿El por qué de mi sorpresa? Fácil. Las oficinas donde trabajaba por aquel entonces estaban a menos de cinco minutos andando de aquel hotel. Vamos, que me venía de lujo quedar con él, nunca mejor dicho. 

Como conocía el hotel y el tipo de gente a la que veía entrar y salir, decidí ir vestido de traje para no desentonar y no llamar la atención, a fin de cuentas había que ser discretos. Cuando llegué a la puerta noté algo que era diferente a la primera vez, cuando me llevó al hotel de Alicante. Había periodistas, al menos tres. Claro, que no sabía si estaban ahí por él o por algún otro huésped. Había quedado con él en el hall del hotel a una hora concreta, llegué 5 minutos tarde y al entrar me sorprendió no verle; así que por no llamar la atención me senté en uno de los sofás de la sala de espera y cogí un periódico para entretenerme mientras hacía acto de presencia. A los diez minutos entró vociferando a la sala desde el ascensor. Discutía con el que después supe que era su representante y la discusión claramente estaba motivada por mí. El Superstar venía vestido con sus ropas habituales, entre las que destacaba una gorra, le encantaban, de estas anchas, como digo yo, muy americanas. Bajó el tono, se acercó a mi y con disimulo me dijo que le siguiera. 

- A mi luego no me digas que no te lo advertí - le recriminó el representante mirándome con cara de asco.
- Ya hablaremos luego - contestó Superstar.
- Los tienes ahí fuera encima, al menos cierra las cortinas - respondió el representante.
- Pasa de mí - dijo él en voz baja, sin que pudiera escucharle.

Llamó al ascensor, miró al recepcionista del hotel, ambos asintieron y me monté en el ascensor con él. Me miró sonriéndome y se llevó los dedos a la boca en señal de silencio, así que no hablamos nada hasta que entramos a su habitación y cerró el pestillo, tras lo que cerró todas las persianas. 

- Es gilipollas tío, es que es gilipollas. ¡Pues no me dice el notas que te cachée para ver si llevas alguna cámara o micro! Luego me dicen mis amigos que me emparanollo.
- ¿Pero el sabe que vengo aquí a darte candela de la buena? -dije, tratando de sacarle una sonrisa.

Se empezó a reír. Objetivo conseguido. Se acercó a mi y comenzamos a morrearnos como quien acaba de ligar con un tío de nuevas en una discoteca y sientes un impulso irrefrenable de comértelo entero. En poco menos de 5 minutos estábamos totalmente desnudos: mi corbata colgaba del pomo de un armario, mi camisa en la cama y mis pantalones, calzoncillos y calcetines por el suelo. Él no llevaba calzoncillos y eso me puso muy bruto, porque además estaba mucho más definido que antes, con las facciones de la cara más duras, totalmente depilado, bronceado y con algún tatuaje nuevo en el cuerpo. 

- Ven, que vamos a recordar viejos tiempos - ofreció.

Me dirigió al cuarto de baño y si bien es cierto que no había jacuzzi como en el hotel de Alicante, la bañera era enorme y ya estaba preparada para meternos dentro. Así que yo me senté en un extremo y, entrelazando sus piernas con las mías, él se sentó en el extremo de enfrente. Nos juntamos para seguir comiéndonos las bocas y tardó menos de lo que imaginaba en agarrarme la polla, que ya estaba dura como una piedra. Hice lo mismo con la suya y a la par que nos morreábamos y jugábamos con nuestras lenguas, nos pajeábamos muy lentamente, con mimo, con suavidad, con roces. Trató de tumbarse encima de mí y estuvimos sobándonos el torso hasta que se bajó y empezó a chupármela debajo del agua. No era algo que me entusiasmara, quiero decir, es algo que siempre te han vendido como "lo más" y yo le encontraba el mismo placer que sin agua, que ya de por sí era bastante. Estaba siendo toda una sorpresa encontrarle tan participativo, en comparación con nuestro último encuentro y mucho más aluciné cuando dejó de chuparme la polla, sacó la cabeza, me miró con cara de vicio, se metió un dedo en la boca y lo bajó para empezar a trabajarme el culo:

- ¡Mucho has aprendido tú, eh! -le dije.
- Ya ves tío - contestó llevándose dos dedos a la boca y haciendo la misma acción.

No estaba muy cómodo y en la bañera resultaba difícil, así que nos secamos y pasamos a la cama de 1,50 que era parte fundamental de la habitación. Me tumbé boca arriba y Superstar me abrió de piernas, las puse en alto y empezó a comerme el ojete con frenesí.

- ¿Hoy sí me vas a follar? - le pregunté con voz de peli porno.

Levantó la cabeza, me guiñó un ojo y siguió metiéndome la lengua y comiéndose todo. Cuando terminó, se incorporó, abrió un cajón de la mesilla y cogió un condón de una marca conocida y un gel lubricante que también venía ensobrado. Se untó bien los dedos y me clavó tres dedos, lo que pensé que me dolería más, pero con los dedos de la bañera, el trabajito oral y la excitación del momento, mi culo se los tragó pidiendo guerra. Superstar se incorporó dejándome ver su fibrado cuerpo, lo que me puso burrísimo, se puso el condón en esa polla de alrededor de 17cm, colocó mis piernas sobre sus hombros y comenzó a follarme. Este había ganado muchísima experiencia en este tiempo, ya te digo que sí. Me follaba con tranquilidad a la par que me pajeaba:

- Como sigas dándole al manubrio me voy a correr en nada de tiempo... - le avisé.

Así que, sin sacarla, se tumbó sobre mi y empezó a comerme la boca con mucho morbo:

- Buah, tu quieres que yo me corra ya.

No contestaba. Solo sonreía. Me siguió besando mientras seguía follándome hasta que apartando las piernas, que tuve que dejar en el aire, me cogió con ambas manos de la cintura y comenzó a follarme como una bestia, con fuerza, hasta el fondo y contundencia. Me fui a agarrar el rabo y nada más tocármelo dos segundos me corrí en mi tripa. Superstar se fijó mucho en cómo mi rabo echaba leche y gimiendo como no había hecho en todo el rato, aceleró el ritmo y la fuerza y se corrió en mi ojete. Sacó el rabo, se quitó el condón, lo ató, y se tumbo encima de mi. 

Le cogí de la cabeza acariciándole mientras ambos tratábamos de recuperar el aliento:

- Ha estado bien, ¿eh? -dijo él.
- Ya te digo. Tu a mi me tienes que contar muchas cosas - respondí.
- ¿Nos vamos a la bañera? - propuso.

No tenía ni que preguntarlo. Volvió a encender el agua caliente dado que ya se había quedado fría, y acto seguido nos metimos allí en medio de sales minerales para relajarnos. Él se encendió un cigarrillo de tabaco de liar y me explicó el por qué del cabreo de su representante. Por lo visto, hacía algún tiempo había salido de marcha por la discoteca Cool de Madrid, de ambiente, con un amigo suyo de la capital. Este amigo escribía con frecuencia en un foro de internet de un conocido grupo británico, que tenía varios apartados, como todos los foros. En un apartado que era más social y en el que se hablaba de mi Superstar, habían salido los comentarios sobre su sexualidad y este amigo había puesto un comentario en el que afirmaba que salían de marcha juntos por Cool y que hasta ahí podía contar. Se hacía el interesante a la par que dejaba abierta cualquier opción. Y su representante había recibido las primeras preguntas sobre la sexualidad de su representado que no se habían producido hasta el momento. Y es que aquel foro tenía una cantidad de visitas y usuarios increíble, según me contaba él.

Nos empezamos a enrollar otra vez en la bañera cuando la puerta de la habitación sonó con insistencia. Superstar miró al reloj y se dio cuenta de que era más tarde de lo que pensaba y tenía que ir a rodar. Salió en bolas, abrió la puerta en bolas y su representante entró. 

- Vaya confianzas -pensé.

Me lanzó una toalla al baño y salí con ella atada a la cintura. De nuevo, el representante me escrutó con la mirada y dijo:

- Al menos está cachas. 

Dejó unos papeles encima de la mesa y se marchó sin despedirse. Empezamos a vestirnos, nos despedimos con un morreo largo y prometió volver a llamarme cuando volviera.

Era una auténtica putada que viviera en la provincia de Barcelona por defecto. 

*Superstar, por supuesto, no es más que un apodo que le puse para preservar su intimidad. 

15 de junio de 2015

CAPÍTULO 124: CUANDO SERGIÓ VOLÓ DEL NIDO

La vuelta a Madrid aquel septiembre tuvo muchas novedades inesperadas. Mis amigos habían regresado hacía algo más de quince días, por lo que supuse que en ese tiempo nada importante podría haber pasado. ¿Qué puede cambiar tanto en poco más de dos semanas? He de reconocer que el primero en mostrarse distante fui yo, ya que al regresar me tuve que incorporar directamente al trabajo y pasé un par de fines de semana en tierras castellanas por motivos laborales. No obstante, me empecé a preocupar de solo tener noticias de Dani. ¿Qué pasaba con mi mejor amigo? No tenía noticias de Sergio y eso era bastante extraño, ya que lo normal en él era bombardearme a Whatsapps desde que se levantaba y hasta que se dormía. Lo consultábamos todo, nos veíamos casi a diario y desde que había vuelto tan solo me había preguntado por el viaje y poco más. Tenía claro que algo pasaba y tenía claro que Dani lo sabía y me lo ocultaba; el no parar de evitar el tema "Sergio" le delataba.

Me enteré de la noticia al poco de empezar el mes de octubre. Dani había guardado bien el secreto y en cierta parte me molestaba mucho. No sabía qué podría ser tan grave para que nuestro particular trío hiciera aguas de pronto. Sin embargo, la noticia tampoco me cogió por sorpresa, era algo que tenía pasar, más tarde o más temprano. Que funcionara ya sería otra cosa. Ese día de octubre recibí una propuesta de Sergio para una cena en un conocido restaurante del centro de Madrid. Algo formal. Vaya. 

Allí conocí a Miguel. En esa cena fuimos cuatro chicos: Dani y yo en un lado de la mesa y Sergio y Miguel, que nos esperaban ya sentados y con sus puestos ocupados en la mesa. No había opción de elegir, estaba todo muy premeditado. ¿Esperaba que me lo tomara a mal? ¿Que montara alguna escena? La cosa es que Sergio tenía novio. Y estaba allí esa noche, Miguel, al que Dani ya conocía. Fue uno de los motivos por los que adelantaron su vuelta a Madrid; resultó que llevaban "grindeando" desde principios de agosto y saliendo oficialmente desde el 21 de ese mes. Lo suyo parecía haber sido un flechazo. Pero Sergio no me miraba a los ojos, hacía comentarios superficiales, desviaba la atención. Pocas veces antes le había visto tan nervioso y eso me inquietaba. Eso sí, lo que más me jodió de todo aquello es que Miguel era un calco de mi: alto, pelo de punta, estilo bakala vistiendo, machote, con buena planta, agradable y simpático. No había pegas, más que las entradas que ya dejaban notar su ausencia de pelo:

- ¡Hombre! De modo que por fin conozco al famoso Marcos. ¿Qué tal tío? -dijo  Miguel, estrechándome la mano con firmeza y con una sonrisa impecable.

Miguel, ese día, conoció al Marcos más majo y simpático que jamás volvería a ver. Realmente lo que me fastidiaba de toda aquella situación era el secretismo que habían tenido conmigo. Desde la crisis que tuve con Sergio un año atrás, sabía que el momento en que encontrara a una persona que le llenara y con la que poder empezar una relación normal estaba más cerca que lejos. Era algo que tenía muy asumido, así que no, que se echara novio no me fastidió. Si me hirió que me lo ocultara y se distanciara, como si hubiéramos pasado a ser dos meros conocidos de la playa... sin más. Parecía que en la vida de Sergio ya no había tanto sitio para mí, porque, por desgracia, esa no era la única sorpresa de la noche.

Resulta que Miguel, para aumentar las similitudes conmigo, resultó ser el "líder" o miembro fuerte, de una pandilla de amigos maricas y mariliendres, en la que Dani ya estaba perfectamente integrado. ¿Había pasado un mes o un año? Todo era desconcertante. Y el plan era integrarme a mí ahora, porque si no, claro, ¿qué pasaba conmigo? No me hizo ninguna gracia volver a la rutina que había dejado atrás hacía unos años, esa rutina que, por defecto, te obligaba a salir todos los fines de semana hasta las tantas por Chueca. No había más planes, el plan era salir de macha siempre y, como mucho, cenar. Pero sentí que, de alguna manera, se lo debía a Sergio y he de confesar que me integré perfectamente y en poco más de dos meses me había tirado ya a 3 amigos de Miguel que estaban bastante majetes. Ya sabéis como son esos grupos... al final te acabas liando con alguno y nada ocurre. 

Ese Marcos comprensivo y nada sorprendido que parecía habérselo tomado muy bien, que se había integrado a la perfección en este nuevo grupo, que se llevaba "como hermanos" con Miguel, había recuperado la amistad íntima con Sergio. Sergio, ya para navidades, me empezó a contar todo tipo de detalles de su relación con Miguel, incluido lo bien que les iba en el sexo y los 8 polvos que por defecto echaban a la semana. Por lo visto, Miguel era una máquina embistiendo y estaba bien dotado. Sergio y yo éramos los mejores amigos, ahora sí, sin sexo de por medio, con algún pico suelto y algún morreo con lengua cuando Sergio se ponía tontorrón en mi casa. Aún se empalmaba con mis besos. Con Dani seguía follando de vez en cuando, sobre todo cuando ambos estábamos muy necesitados sexualmente. Pero nuestro trío estaba roto, al igual que nuestros pactos. Sergio empezó a follar a pelo con Miguel en enero. Había volado. El trío estaba roto.

Un día de marzo recibo una sorpresa. Miguel me llama al móvil. En este tiempo habíamos construido una relación muy cordial, hablábamos por Whatsapp como hablas con otro amigo y especialmente con alguien que es el novio de tu mejor amigo. Así que el hecho de que me llamara me llamó la atención. Quería salir de cañas conmigo aquel viernes noche, sin nadie más. Raro cuanto menos, pero acepté la petición. Quedamos en un bareto cerca de Plaza de España, en Madrid, y estuvimos de buen rollo y cañas hasta que nos pusimos muy borrachos. Lo cierto es que con Miguel te lo pasabas muy bien y te reías un montón. Y quizá el error estuvo en beber tanto. Ya me había estado comportando bien durante algo más de 7 meses, así que tocaba meter la pata.

- Verás, Marquitos, te he traído aquí por un motivo, no solo por pasar el rato.-dijo, ya bien entrada la noche.
- No voy a follar contigo, Micky, no le haría eso a Sergio.-dije de coña y él se rió.
- ¡No te pases!-exclamó riéndose.
- Vale, vale. Sigue.-le indiqué.
- Se acerca el cumple de Sergio y quería pedirte consejo sobre qué comprarle.-dijo.
- ¡Anda! ¿No te han dado 7 meses para conocerle bien? Porque follar, bien que te lo follas, ¿no?

Me salió un tono mucho más severo y borde de lo que hubiera pretendido. Lo juro. Mi intención había sido sonar a guasa, como llevábamos haciendo toda la noche. Y Miguel se tomó el tono mal, como se lo habría tomado cualquiera:

- Has tardado mucho, ¿no? En quejarte y dar tu cara de chulo. Ya me había advertido Sergio.-dijo, enfadado.
- ¿Si? ¿Y de qué más te ha advertido?-le pregunté, en tono chulesco.
- De más de lo que te imaginas.-respondió, con orgullo.
- Veamos. ¿Te ha contado que llevamos follando varios años sin parar? ¿Que yo le quité la virginidad? ¿Que hemos tríos con Dani? ¿Que nos vamos de cruising a la playa? ¿Que nos hemos montado orgías? ¿Que de quien está realmente enamorado es de mi? Porque ese es el verdadero Sergio.-dije.
- ¿Todo eso te inventas para hacerme daño? ¿Para que me aleje de él? No lo vas a conseguir.-contestó, con los ojos mojados.
- Pregúntale a Dani si me lo invento. O al mismo Sergio.-contesté.
- No dudes que lo haré.-respondió.

Pasaron unos minutos en los que en silencio nos terminamos la última caña que teníamos empezada:

- ¿Querías saber que regalarle, no? Regálale un polvazo conmigo. Aunque eso puedo conseguirlo cuando yo quiera. Apáñatelas, tío.-dije.

Se quedó mirándome fíjamente. Cogí la cazadora, dejé 10€ en la barra, me acerqué a él, le planté un pico y me marché.

O una guerra se iba a desatar. O había perdido a Sergio para siempre. O nos haríamos los locos durante un tiempo.

En mi subconsciente, porque nunca lo pensé y ahora lo veo desde la distancia, había decidido recuperar a Sergio. Y para ello necesitaba un plan que pasara por disculparme con Miguel a la mañana siguiente, para no darle tiempo a contarle nada a Sergio.

Eso ya os lo cuento otro día.

10 de junio de 2015

CAPÍTULO 123: LUISMI EN LAS MONTAÑAS

En un abrir y cerrar de ojos se pasó 2º de Bachillerato para mí; lejos quedaban ya los primeros encuentros y el inicio del curso con Lolo, los celos del Cata y otras historias que ya os contaré cuando surjan. De todos los cursos a los que me había enfrentando en los catorce años que llevaba en ese centro educativo, éste sin duda había sido el más completo y, a la vez, el más corto de todos. Con todas las asignaturas aprobadas y una de las mejores medias, me enfrentaba a selectividad a mediados de junio, algo que nunca me causó unos nervios tan extremos como los que veía en la mayoría de mis compañeros. Tras una traca importante de estudiar y tres días de infarto, supe mi nota final al terminar el mes de junio y la nota me daba de sobra para la carrera que tenía intención de estudiar.

Lo que no os había contado hasta ahora es que, aparte de veranear en las playas de Alicante todos los veranos, mi madre era de un pequeño pueblo salmantino limítrofe con Ávila y Cáceres, en lo que se conoce como la Sierra de Béjar. Un pueblo en las faldas de amplias montañas y con algún arroyo y embalse que hacía la diversión de los veranos para los más pequeños y los que ya no lo éramos tanto. Sin embargo, no dejaba de ser un pueblo extremadamente pequeño al que cada vez íbamos menos. Cuando era pequeño dividíamos las vacaciones: me iba con mi madre casi todo julio al pueblo y en agosto nos íbamos todos a la playa. Cuando la adolescencia llegó a mi me empezó a cansar y no pasábamos allí más de una semana o dos, que coincidía cuando todos los amigos que siempre habíamos ido en julio acordábamos ir y, de paso, disfrutar de las fiestas patronales del pueblo, que es lo que hace que la zona esté más animada, ya que aparte de las fiestas de tu pueblo, vas a las de los pueblos de al lado. Aquel grupo de amigos, de los que parecíamos inseparables, poco a poco se iba desmembrando y, al contrario, mi grupo de amigos de Alicante se iba haciendo mayor y más cercano. Por alguna intuición supe que aquel verano en el que cumpliría la mayoría de edad sería el último que pasaría una temporada de semana y media en aquel pueblo, y que esas visitas se tornarían más de fin de semana o puentes. Ya que, a fin de cuentas, es el sitio perfecto para relajarte y alejarte de la civilización.

Usando un grupo que teníamos en Messenger, o mejor dicho, una conversación grupal en una ventana, los amigos nos pusimos de acuerdo, más o menos, en los días para juntarnos allí. Éramos mayoría de chicos. Y mi mejor amigo, Luismi, también iría. Buena parte de las ganas que me hacían ir allí se debían a él: un amigo con el que llevaba una relación de verano en verano desde que teníamos 4 años. De hecho, podría decirse, que al menos durante un tiempo habíamos sido los 'gallitos' de la pandilla y los que nos habíamos liado con las chicas más guapas del pueblo ("liado" no incluye "follado", si no más bien besos, magreos y alguna paja).

Aquel año cuando llegamos al pueblo ya estaba toda la decoración de las fiestas preparada, se notaba hasta ambiente en las calles. Así que dejé mis cosas en casa de mis abuelos maternos y fui al lugar de la plaza donde sabía que me esperaban mis amigos. Me costó llegar, ya sabéis que en los pueblos todo el mundo se conoce y los saludos son eternos, y hasta odiosos, cuando llegas después de un tiempo sin haber aparecido por allí. La sorpresa me la llevé al ver a un Luismi que nada tenía que ver con el esmirriado chico de hacía un año, con el esmirriado de toda la vida. Aquel chico moreno y de ojos verdes ya no era un adolescente más, era ya un hombre que se había pasado los últimos 11 meses machacándose en un gimnasio y empezando la preparación para las oposiciones a un cuerpo de fuerzas de seguridad del Estado. Me quedé anonadado al verle y disfruté como nunca del abrazo que siempre nos dábamos; me di cuenta aquella vez de que se notaba el año de diferencia que el me ganaba. Y allí estaban el, Diego, Lidia, Alicia, Alfonso, Patri y Manu. Faltaban bastantes y por lo visto no iban a venir, así que como dije antes, todo parecía indicar que el final de la pandilla estaba cerca. 

Mi vida en el pueblo siempre giraba alrededor de Luismi y la suya alrededor mía. Desde siempre, nos pasábamos el día en la calle, en el arroyo, en los caminos boscosos, en la plaza, en un banco... La vida en el pueblo se hacía en la calle, a casa ibas solo a dormir, hacer las comidas y quizá echarte la siesta, el resto era Luismi o pandilla. Y tengo que confesar que aquel año tenía un flechazo brutal por Luismi, cuando nos íbamos a bañar al arroyo o al embalse me quedaba embobado mirándole, cuando jugábamos a hacernos aguadillas o hacer el canelo en el agua, aprovechaba para sobarle sutilmente. Estaba fuerte, marcado... un cuerpo que envidiaba para mi. 

Las casualidades siempre me han acompañado y han surgido en mi vida, tanto para bien como para mal. El segundo día de fiestas mi pandilla se unió con otra pandilla del pueblo, si bien siempre habíamos sido rivales, ya cuando todos estábamos entre los 17 a 19 años eso parecía dar igual. El caso era pasarlo bien. Y una vez la orquesta terminó a eso de las 3 de la mañana, una de las chicas propuso irnos al parque de la Ermita a jugar a "botella". Me pareció un poco ridículo, ya que había jugado a eso a mis 14 años, pero debe ser que con el alcohol en vena a todo el mundo le pareció estupendamente. Para los que no lo sepan, el juego de "botella" consiste en que un grupo de chicos y chicas nos sentamos en círculo, se coloca una botella vacía en medio del círculo, se hace girar con fuerza, y las personas que queden unidas por la botella habrán de besarse. Hay más opciones, y ese día el reto era aguantar 10 segundos dándose un morreo con lengua. Este juego solía conducir a que surgieran algunas parejas, pero sobre todo se hacía por diversión. Lo curioso era ver como cuando tocaba a dos chicas besarse, los tíos lo jaleaban, pero cuando eran dos tíos, se hacían los remolones. A mi no me tocó hasta el cuarto turno, con una chica normalita, cumplimos los 10 segundos de rigor con ella tratando de meterme la lengua y yo negándome mientras el resto nos jaleaban. Poco después me enteré de que Ruth llevaba un tiempo detrás mía, así que imagino que de aquel beso esperaba algo más que nunca pasó. No me volvió a tocar hasta bastante después, en ese rato se habían besado dos chicas, varios chicos y chicas, dos chicos que no quisieron besarse y perdieron el juego... y en aquel momento la botella nos señalaba a mi y a Luismi. Sentí cómo me ruborizaba, pero gracias a la noche no se me debió notar. Luismi me miraba fíjamente y, poniéndose de pie, dijo: ¡qué ostias! ¡Ven aquí Marquitos! Me levanté, me cogió con fuerza de la cintura y unió sus carnosos labios a los míos... A mi se me desbocaba el corazón de los nervios, pero decidí echarle huevos y meterle la lengua, a lo que Luismi reaccionó guiñándome un ojo y correspondiendo, y el resto nos jaleaban y silbaban. A mi se me puso dura ya cuando nos despegábamos, pero lo que para él había sido una broma, para mi había significado más. Hasta el punto en el que llegué a pensar que podría pasar algo entre ambos. Iluso de mi.

Cuando el juego llegó a su fin natural por aburrimiento, cada uno se fue a su casa, pero Luismi me pidió que le acompañara a dar un paseo camino del Arroyo para que se le pasara la borrachera:

- ¿Qué, Marquitos, te ha molado el morreo? Porque eras tu, que si no... -dijo dándome un codazo.
- Pues sí, no ha estado mal. -me lancé a decir.
- Bah, seguro que te ha molado más con Ruth -dijo Luismi.
- Soy marica, así que no, no me ha molado nada el muerdo con Ruth. -solté la bomba mientras nos sentábamos en un banco de piedra que había en el camino.

Se hizo el silencio durante largo rato. Los dos sentados en un banco en medio de la noche sin nada que decir. De pronto me agarra y me planta otro morreo con lengua apasionado:

- ¿De veras te gusta esto? -dijo, apartándome. 
- Sí. Y contigo más.-dije, cabizbajo.
- Pues a mi no, tío. No me mola. No, es que de ninguna manera. Joder, encima te habrás hecho ilusiones, ¿no?-dijo.
- No, no... tranquilo. Si está todo muy claro.-contesté.
- ¿Y has comido pollas y todo eso ya? -preguntó.
- ¿Tu has comido tetas y coños?-dije, mirándole a los ojos.
- Necesito asimilar esto Marcos. Podría haberlo pensado de Dieguito, ¿pero tu? -dijo levantándose y marchándose.

Lo cierto es que apenas volví a saber de Luismi desde ese día. Coincidimos en la pandilla lo que quedaban de fiestas y nada más terminar, me marché a Alicante, previo paso por Madrid, sin despedirme de ninguno. Tardé varios veranos en volver, pero desde el último día de aquel año no he vuelto a verle. Sé que pregunta por mí a mi familia y yo pregunto por el a la suya. En Madrid vivimos muy cerca y nuestras familias son amigos. Nunca volvimos a hablar por Messenger y toda relación terminó. 

Lo último que se de él es que se casa en septiembre con su novia, con la que lleva varios años. Que sean felices.