30 de diciembre de 2015

CAPÍTULO 136: MARIO II Y EL ALA ESTE DEL MONCAYO

Al pasar el tiempo es cuando te empiezas a dar cuenta de que algunas cosas cambian, no ya solo en tu día a día, en tu trabajo o en tu vida social. El mundo del cruising se transforma según pasa el tiempo y lo que un día fue evidente quizá deja de serlo tanto. Años atrás, al comenzar el cancaneo en estos sitios de playa, recuerdo que muchos 'veteranos' del lugar se quejaban de cómo las redes sociales e internet estaban acabando con estos lugares de sexo exprés y morbo, de cómo el público más joven prefería las apps a la aventura de irte a la pinada y ver con quién podías pasar un rato de morbo. Quizá tuvieran razón, porque el bajón de gente año tras año es considerable, pero no es lo único que ha cambiado a la hora de ir de caza en estos lugares. Recuerdo una de aquellas primeras veces en las que Sergio y yo fuimos juntos de caza al Moncayo, sin apenas experiencia, aquellas primeras historias que os empecé a contar en el blog. Recuerdo con total viveza subir andando desde la playa y que en la propia pinada, camino de la vieja Caseta, ya nos ofrecían rabos, en un día de diario a pleno sol. Recuerdo llegar a la caseta y sentirme muy intimidado por la cantidad de hombres de múltiples edades, físicos y procedencias que ofrecían su polla erecta a aquellos dos chavales que empezaban a conocer el cruising. Sin rodeos, sin miramientos, sin contemplaciones. Sabían que estaban allí por una razón y que nosotros no habíamos llegado por casualidad. Ese "ir directo al grano" fue una característica básica del cruising en el que comenzamos Sergio y yo, una caracterísitica que lamentablemente se va perdiendo. Y por ella mucha gente se cansa de ir de cancaneo. Y por eso luego nos quejamos de cada vez va menos gente.

Ahora lo habitual es pasarte eternos minutos de juegos de miradas, de quiero pero no puedo, de ni joder quiero ni joder dejo, de tíos que se encierran en los coches a mirar las apps de ligoteo (¡hacerlo en casa!). Ahora en el Moncayo por las noches puede haber 13 coches aparcados y no encontrarte a nadie paseando. ¿Así queréis ligar? ¿En serio? Esa inmediatez y ese ser directos que eran parte fundamental del ADN del cruising es lo que se va perdiendo y lo que hace a muchos no volver. Por ejemplo, ese chico que sale de trabajar a las 19:00, pasa por el Moncayo a ver si hay suerte, solo tiene unos minutos porque la mujer espera en casa. Da vueltas y vueltas entre gente que da vueltas y vueltas, nadie se decide, el tiempo pasa y hay que marcharse. Tras unas cuantas veces, ese chico que venía siempre, deja de venir. Es normal. Hay que recuperar esa decisión que últimamente tanto falta.

Y quizá fue eso lo que más nos atrajo de él. Aquella noche fresca de agosto me fui con Sergio al Moncayo aprovechando que había luna llena y la visibilidad sería razonable para saber con quién te ibas a un seto a tener un rato de sexo. Muchos debimos de haber pensado lo mismo porque aquella noche el aparcamiento de La Caseta estaba abarrotado. Dejamos el coche en un hueco libre y nos dirigimos al mirador de la vieja casa para contemplar las magníficas vistas de la luna reflejada sobre el mar mediterráneo en asombrosa calma. Él apareció por nuestra izquierda: parecía un chico joven, bajito, moreno de piel, delgado y con una especie de camiseta-chaleco que llevaba una capucha azul que cubría su cabeza. Nos miramos de arriba a abajo y nos invitó a seguirle por el camino habitual. Tres chicos que se meten juntos a la zona de cancaneo es algo morboso y así empezaron a seguirnos con cautela casi todos los hombres que había por allí. Encontramos un lugar algo discreto y seguimos jugando a las miradas como tres animales haciendo el cortejo. El encapuchado se acercó y comenzó a darnos una conversación un tanto típica para pasar a la acción poco después, cuando escuchamos cómo la bragueta de su vaquero se bajaba y mostraba aquella polla de unos 18 centrímos, no muy gorda, depilada, erecta y descapullada. Todo un manjar para nuestra vista y nuestras bocas, que ya estaban salivando:


—¿Os va, tíos? Me mola que me la mamen bien, pero nunca he probado con dos tíos a la vez—dijo.
—Claro tío, te la podemos comer a la vez. Vas a flipar —le contesté.
—Mejor nos vamos al "Ala Este", que aquí estamos rodeados —dijo el chaval riéndose.

Y era cierto. Miramos a nuestro alrededor y estabamos rodeados de tíos a la espera de ver qué íbamos a hacer con aquel chaval que nos enseñaba una polla casi perfecta. Nunca habíamos oído hablar del "ala este" nombrada como tal, pero se trata de la zona a la izquierda de la caseta, en la rampa cementada que baja a la urbanización colindante, hoy en día parte del carril bici. No solíamos hacer nada ahí porque a plena luz del día por la rampa pasan muchos ciclistas y gente haciendo deporte, pero lo cierto es que por las noches resultaba un lugar tan discreto como cualquier otro. El encapuchado nos condujo hasta allí a buen paso y nos llevó a una especie de saloncito rodeado de pinos y cubierto de arena. Sacó el móvil y con la linterna del mismo inspeccionó el suelo antes de bajarse aquellos pantalones pirata-vaqueros:

— Si vais a clavar las rodillas, al menos que no os encontréis con una mierda —dijo.

Nunca lo habíamos pensado, pero tenía toda la razon, se conoce que a él sí le había pasado. Se bajó los pantalones y los calzoncillos a la altura de los tobillos, se apoyó con el culo en el tronco de un pino y masturbánose suavemente para ponérsela bien dura nos animó a acercarnos con una sonrisa de lo más atractiva. Me acerqué a él, me arrodillé y me me metí aquel rabo en la boca, saboreando lentamente todo su contenido, reconociendo el sabor de un jabón conocido que haría poco rato había invadido aquella estaca. El chaval encapuchado gemía con mi mamada lenta y Sergio le subía la camiseta y se la quitaba,
para sobarle el torso. No estaba cachas, pero era un chico delgado un poco fibrado. Y no hay nada que ponga más burro a Sergio que unos abdominales y pectorales marcados, independientemente de lo musculados que estén. El chaval me cogió de la nuca y empezó a marcar el ritmo, le apetecía que fuera más rápido y así lo hice. De vez en cuando comentaba algo del lugar, en ese tono masculino y hablando como los heteros curiosos hablan. Hice a Sergio bajar y arrodillarse y le empezó a mamar la polla, mientras que mi cabeza al otro lado le lamía los huevos por debajo, a la vez. Al chaval se le doblaban las piernas del gusto. Empezamos a compartir aquel rabo como si se tratara de un helado por el que dos se pelean por lamer la última gota de chocolate, dando lengüetazos a aquel capullo bien proporcionado y mentiéndonosla hasta la garganta. Lo que es una auténtica follada doble de boca. 

— Chicos, estoy flipando, me voy a correr —susurró entre gemidos.

Sergio se quitó la camiseta mientras yo le daba los últimos lametazos.

— Córrete en mi pecho, tío —pidió Sergio.

Siempre le había dado morbo la leche, pero nunca le había visto con tanta decisión. Me puse de pie junto al chaval y con una mano le cogí la parte de abajo del culo, y con la otra le sobé el torso suavemente, mientras el se pajeaba con fuerza. Gimió bastante y un potente chorro de leche impactó contra el torso de Sergio, en al menos 3 fogonazos distintos. Sergio se bajó la bragueta, se sacó la polla y se cascó una paja allí mismo corriéndose en apenas dos minutos. Le miré con cara de profe cabreado y aún en la oscuridad pude apreciar cómo sus mejillas se sonrosaban. Nos limpiamos y nos quedamos un rato de charla. El chaval se presentó como Mario. No me lo podía creer. Otro Mario en nuestras vidas, pollón, buenorro y esta vez joven. Dijo ser de Murcia, pero el "agur" que dijo al despedirse y el leve acento del norte, le delataron. Quedamos en vernos otro día, pensando que los 3 ya nos marchábamos. 

Sin embargo, tenía ganas de más. El chaval se subió hacia el aparcamiento, mientras Sergio se vestía y yo me sentaba para estirar las piernas, que se me habían quedado un poco contraídas. Volvimos a subir unos diez minutos después y quedaban ya la mitad de coches. Queríamos seguir yendo de caza, pero lo cierto es que las presas que quedaban no eran de nuestro gusto. Dimos vueltas para un lado y para otro. Tras unos minutos, y para nuestra sorpresa, vimos al encapuchado a lo lejos paseando y buscando. Lo respetamos, pero al ver que pasaba el tiempo y ninguno de los tres parecía encontrar nada interesante, me acerqué a charlar con él:

— ¿Qué pasa tío, que la mamada no ha sido suficiente? —le dije, sonriendo.
— Buah tío, claro que sí, pero es el morbo... y que hacía días que no me corría. Podría volver a correrme...—me dijo, sin terminar la frase.
— ¿Y qué quieres hacer? ¿Follar? —propuse.
— Es que un trío me supera tío, me cuesta asimilarlo y más aquí, que es súper incómodo... Me molaría que me la volviérais a mamar, pero esta vez yo tumbado —propuso.

Miré a Sergio y con su sonrisa de oreja a oreja fue suficiente confirmación. Esta vez no nos llevó al ala este, porque estábamos lejos, así que nosotros le dirijimos a un sitio que considerábamos "nuestro", por la de veces que lo usábamos. Extendió una sudadera y toda la ropa que se quitó y se tumbó boca arriba, de piernas abiertas. Sergio y yo nos quitamos la camiseta y nos arrodillamos junto a él, que ya nos ofrecía la polla bien dura de nuevo. Se la volvimos a mamar durante un rato: polla y huevos. Y aprovechando que Sergio estaba encantado con aquel rabo, quise probar suerte y ver si dejaba a mi lengua, ocupada lamiendo sus pelotas, bajar lentamente hasta el culo...

— Tío... el culo otro día y casi que os lo como yo, soy activo...—dijo, de buen rollo, cogiéndome de la cabeza y dirigiéndola a su polla, para que reanudara la pelea con Sergio, que era lo que ponía. 

Esta vez la mamada duró más, pero se acabó corriendo sobre sí mismo con sorprendente abundancia para ser la segunda vez en poco rato. Cuando se hubo limpiado y se empezaba a vestir, me giré, me bajé el pantalón y me empecé a pajear porque no aguantaba más.

— Espera, tío... —dijo el encapuchado.

Su mano apareció por mi derecha, me cogió de la polla y me hizo una paja hasta que me corrí.

— No me va mamarla, pero una paja si que os hago, tíos —dijo, con una sonrisa.

Subimos con dificultad, por la postura de las piernas, al aparcamiento y nos despedimos quedando para el día siguiente sobre la misma ahora. Le había encantado nuestras bocas y nosotros estábamos más que satisfechos con su rabo, siempre duro, grande y lefero. 

Se despidió en su coche azul y se marchó. Volvimos a verle al día siguiente, pero eso ya es otra historia.

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¡¡Felices fiestas a todos!! Que tengáis una excelente salida y entrada en 2016. 

Marcos, Sergio y Dani.

12 comentarios:

  1. Morbosa historia, como siempre, y muy esperada, por cierto.
    No es el primero que comenta esto de la bajada del cruising al aire libre.
    Yo añadiría que también en locales, aunque esto no sabría si culpar a la crisis económica.
    Asimismo, también es cierto la escasez de gente joven.
    Creo que será cuestión de tiempo, cuando redescubran el morbo del ligue cara a cara y de la caza, que aunque aparentemente cueste más, realmente es mucho más eficiente en relación a la cantidad de tiempo que se pierde con las apps para muchisimas veces no llegar a nada.

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    1. En eso estoy totalmente de acuerdo contigo. A mi me cansa soberanamente el tiempo perdido en conversaciones vía apps que no van a ningún sitio. Conversaciones típicas, intercambio de fotos de todas y cada una de las partes de tu cuerpo, los calentorros que solo se quieren pajear... Que sí, las uso de cuando en cuando, pero donde esté el morbo del vivo y en directo, que se quite lo demás ;)

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  2. Ah! Y feliz año nuevo a los tres ;-)

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  3. Es lo que tienen las apps de ligoteo, que por donde pasan arrasan con todo...

    Muy morboso el post, ya habia ganas.

    Saludos.

    Pablo G.

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    1. Bueno, Pablo, espero que sean épocas. Por ejemplo, ya noto cierto bajón en Grindr: siempre las mismas caras y cada vez "carga" más lejos porque en la zona deja de haber gente. Como le decía a perro más arriba, a veces la cantidad de tiempo perdida en ellas no merece nada la pena. ¡Gracias por comentar!

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  4. Deseaba ya volver a leer alguna historia vuesta, Mario-Sergio-Daniel. Menuda vuelta con esta mamada doble en el Moncayo. Espero que vuelvas pronto otra vez.

    P.D. ¡¡Feliz Fin De Año!!



    James

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    1. James, mira que te lías con nombres. En esta historia Dani no aparece por ningún sitio :P
      ¡Feliz año a ti también!

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    2. Perdón no me confundí, quise decir que cuentas una historia donde sale más de 1, no solo tú.

      ¡¡Feliz Año igual!!



      James

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  5. pues en el "ala este" del moncayo como dices, se folla bastante, por las noches. he echado varios polvos ahí, es un buen sitio porque hay lugares en los que se está más cómodo que al otro lado y a esas horas no pasa nadie. a la hora de poner el culo es mucho mas comodo.
    aunque nunca hayamos follado, espero veros pronto, se anima la cosa cuando estais por aqui.
    saludos.

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    1. Sí, me di cuenta de eso cuando vi a la luz del día la cantidad de condones y pañuelos que había tirados en aquella zona.
      ¡Gracias por comentar!

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  6. Los dos primeros párrafos son un ejemplo real de lo que sucede hoy en día con el cruising, una verdadera pena.
    El resto, muy bueno y caliente, como siempre.
    ¡Felicidades por el post y feliz año nuevo a todos!

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    1. ¡Feliz año nuevo a ti también!
      Lo cierto es que es una verdadera lástima ver cómo están lugares de cruising que hace años eran un hervidero, bueno, imagino que serán épocas o ciclos.

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