26 de febrero de 2015

AVISO DE BLOGGER / DAN MARCHA ATRÁS

Nuestro proveedor del blog nos hace saber lo siguiente:

A partir del 23 de marzo de 2015, ya no podrás compartir públicamente en Blogger imágenes o vídeos sexualmente explícitos o que muestren representaciones gráficas de desnudos.
Nota: Seguiremos aceptando los desnudos si el contenido representa una ventaja notable para el público, como puede ocurrir en contextos artísticos, educativos, documentales o científicos.

Cambios que verás en tus blogs ya activos

Si tu blog no tiene ninguna imagen o vídeo sexualmente explícito ni con representaciones gráficas de desnudos, no notarás ningún cambio.
En cambio, si incluye imágenes o vídeos sexualmente explícitos o representaciones gráficas de desnudos, tu blog pasará a ser privado a partir del 23 de marzo de 2015. No se eliminará ninguno de tus contenidos pero, como serán privados, solo podrán verlos el propietario o los administradores del blog y la gente con la que haya compartido el blog su propietario.

En nuestro caso, hemos intentado adaptarnos a esta nueva normativa ya. De tal forma que ya no se pueden encontrar en este blog imágenes de contenido sexual explícito. El aviso de Blogger no hace referencia a los textos o escritos, simplemente a las imágenes y vídeos, con lo cual, damos por hecho que no nos afectará ninguna medida al haber eliminado ya las imágenes explícitas.

Otros proveedores de blogs tampoco permiten esto a no ser que queden los blogs marcados como "privados", cosa que bajo ningún concepto queremos hacer. Nuestro plan, de momento, es quedarnos en Blogger con esta nueva normativa, que no nos gusta nada, porque entendemos que limita la libertad de expresión, pero tampoco encontramos una alternativa sólida, y gratuita, que nos permita mudarnos sin grandes trastornos.

¿Qué opináis? Admitimos sugerencias.

ACTUALIZACIÓN MARZO 2015 - BLOGGER DA MARCHA ATRÁS:

Esta semana anunciamos un cambio en la política sobre pornografía de Blogger: los blogs que distribuyen imágenes sexualmente explícitas o representaciones gráficas de desnudos deben hacerse privados.
Hemos recibido muchos comentarios sobre un cambio en la política que afectaría a blogs de varios años y sobre el efecto negativo que podría tener para los individuos que publican contenidos sexualmente explícitos como medio de expresar su identidad.
Os agradecemos vuestros comentarios. Hemos decidido que no vamos a hacer este cambio y que vamos a conservar nuestra política de antes.

Qué implica esto para los propietarios de blogs


  • Sigue prohibida la pornografía con fines comerciales.
  • Si tienes contenidos pornográficos o sexualmente explícitos en tu blog, debes activar la configuración de contenido para adultos para que se muestre una advertencia. Si en Google detectamos un blog con contenido para adultos que no tiene la advertencia, nosotros activaremos la página intersticial de advertencia. Si esta falta se repite, podríamos terminar eliminando el blog.
  • Si no tienes contenidos sexualmente explícitos en tu blog y cumples el resto de la Política de contenido de Blogger, no tienes que modificar tu blog.

24 de febrero de 2015

CAPÍTULO 113: SÁBADO DE TERROR


Efectivamente la pelota estaba en mi tejado y, desde luego, había decidido tomar acción. Eso no contemplaba en ningún caso denunciar a las autoridades, por diversas razones que no vienen ahora al caso. Antes de marcharme aquel día, me di una vuelta por la pinada para ver si quedaba alguien por allí y poderles comentar de buen rollo el aviso que había recibido por parte de mi nuevo rollete. Conseguí hablar con tres hombres que había por allí y comentarles, dos de ellos me agradecieron el aviso y me dijeron que correrían la voz entre quienes conocían. El tercero me contestó algo así como:

- ¿Y crees que diciendo estás cosas vas a ligar más? ¡Anda ya!

Bueno, está claro que de todo tiene que haber en esta vida. Sin embargo, tres personas y su círculo eran pocas. Ya en casa me metí en el chat de ligoteo de la Comunidad Valenciana y hablé con uno de los moderadores del chat de Alicante que me dijo que pondría un par de anuncios y se lo mandaría por privado a quienes estuvieran conectados en ese momento. También contacté con rolletes pasados vía Whatsapp y les transmití a Sergio y Dani lo que había pasado para que ellos avisaran a quienes conocían o a de quienes tenían contacto. El objetivo es que se corriera la voz lo antes posible. De todas formas, de poco iba a servir lo que estaba haciendo. Los sábados noche era el día que más ajetreo había por allí de gente casual, de chavales que yendo de marcha paran y ven si pueden desahogarse, de maridos que se escapan con alguna excusa y de gays que de camino o de vuelta de los pubs de Torrevieja paran y tratan de culminar la noche.

Así que os dejo que me llaméis loco, temerario y cuantos otros adjetivos se os ocurran, pero esa noche tenía decidido plantarme allí. Mi plan era refugiarme en un sitio de la pinada que por la noche no resulta visible desde el mirador, pero tú ves y escuchas lo que ocurre bien, sobre todo si la luz de la luna acompaña. En el momento que escuchara las motos llegar avisaría a la policía y a quienes hubiera por allí, así no habría sangre. 

Ese sábado no fui a la playa, estuve descansando todo el día y llegadas las nueve de la noche cogí el coche de mi padre para dirigirme allí. Obviamente, mi plan no era aparcar en la explanada de arena, sino dejar el coche en la urbanización de abajo y acceder a la pinada por allí. Conocía aquello bastante bien, así que la oscuridad no sería un problema. Fui directo a donde tenía pensando refugiarme y ahí fue exactamente donde falló mi plan por primera vez: había dos hombres completamente desnudos follando, bastante silenciosos. Me invitaron a unirme, pero rechacé la invitación. Estaba claro que aquellos sitios que consideraba "míos", eran también de muchos otros. Pensé con rapidez y me marché a otro sitio más alejado, simplemente para hacer tiempo; después volví y ya no encontré a nadie follando allí. Me senté en una piedra y esperé.

Los skinheads no llegaron hasta casi las once de la noche. En el momento que escuché el rugir de varias motos en la lejanía sabía que se trataba de ellos, quizá mi error fue no llamar a la policía en ese momento. Esperé para asegurarme, pero aquel grupo de chavales radicales venían mejor equipados de lo que podría uno imaginar. Entraron por la rotonda a la caseta haciendo mucho escándalo y gritando consignas:

- ¡Maricones, salid! ¡Os vamos a romper el ojete! ¡Sois escoria para la raza!

Y diversos gritos que prefiero no reproducir. Cuando cogí el móvil no había cobertura. Y no, no me lo invento, ni es peliculero. Ni yo, ni ninguno de los que estábamos por allí teníamos cobertura. ¿Casual caída del servicio? ¿Inhibidores de frecuencia? Buscando por internet tiempo después encontré que estos grupos solían llevar inhibidores de señal para evitar avisos. La tecnología no solo avanzaba para nosotros, las organizaciones radicales sabían sacarle partido. Ahí sentí miedo. Podía ver entre los arbustos los destellos de potentes linternas que llevaban y traqueteo de lo que imagino serían cadenas. ¿Qué hacer? ¿Ponerme a gritar y que me localizaran? Escuché cómo varios coches arrancaban con fuertes acelerones y cómo objetos, imagino que piedras, impactaban en ellos. Escuché como alguien se marchaba corriendo bajando por una ladera muy cercana a donde yo estaba. Y noté como los skinheads se habían quedado totalmente en silencio y habían apagado las linternas. Estaban de caza.

Pasaron varios minutos sin oír absolutamente nada, tan solo coches entrando y saliendo. Me imagino que al ver esas motos tan características, darían media vuelta y tan siquiera bajarían de los coches. Me consolaba no oír nada porque eso quería decir que no habían dado con nadie, en alrededor de media hora. Otro punto que le falló a mi plan es pensar que allí no me encontraría nadie, así que cuando noté la respiración de alguien en mi cogote se me erizó todo el pelo y pensé: "¿Ves Marcos? A veces te pasas de listo"

No fue un tiempo excesivo el que me tomé para respirar y darme la vuelta, pero puedo jurar que en esos segundos sudé como nunca antes había sudado, me temblaron las piernas sin poder controlarlo y traté de hacer un boceto de un plan de enfrentamiento o huida en mi mente. Los 5 o 6 segundos pasaron y me giré para ver quien respiraba detrás mía.

- Mira que te dije que no vinieras por aquí hoy. -dijo una voz muy familiar.

Cuando caí en la cuenta de que era él, respiré y del temblor de piernas caí rendido en el suelo. Creo que jamás unos segundos de nada se me habían hecho tan largos.

- ¿Por qué estás aquí? -dije, con voz entrecortada.
- Cuando venimos de caza aquí suelo meterme en sitios donde se que hay tema para dar un susto y que os vayáis sin consecuencias...-explicó mirando al suelo.
- Tu particular forma de sentirte bien con la comunidad...-dije.
- Tienes que irte. No deberías estar aquí. Seguramente ni te funcione el móvil. Vete. -insistía.
- Pero...-intenté decir.
- Tío, vete. Han empezado por el fondo pero no tardarán en venir por aquí, peinan toda la zona y la mayoría de recovecos. Márchate. -continuó.
- Conozco sitios más alejados donde no nos encontrarían...-dije.
- ¿De veras? -dijo, rodeándome con su brazo para agarrarme del culo y que nuestros cuerpos se pegaran.
- Podrías clavármela toda la noche si te diera la gana...-dije, aún con miedo en el cuerpo, pero lleno de morbo.

Notaba como su paquete se endurecía al estar pegado al mío, me miraba fijamente y su caliente aliento entraba en mi boca. Apenas un par de centímetros separaban nuestras bocas. Nuestras pollas duras chocaban de vaqueros en vaqueros y nos movíamos levemente para frotarnos; su mano firme y fuerte seguía sujeta a mi glúteo izquierdo. Me desabrochó el vaquero y me metió la mano por debajo de los calzoncillos en el culo, lo sobó sin apartar la mirada, se introdujo un dedo en la boca e intentó meterlo, pero en aquella posición era imposible. Se oyeron pasos en la lejanía y corriendo me abrochó el pantalón.

- Tentador, pero insisto, ¡lárgate de aquí! Si no encuentran nada, no volveremos en muchísimo tiempo. O quizá nunca. Llevábamos meses sin venir y en la última no dimos caza. -explicó.
- ¿Y mañana? -pregunté.
- A la hora de comer. -respondió.

- ¿César? -preguntó una voz grave no muy alejada.
- ¡VETE! ¡MÁRCHATE! YO TE CUBRO. -dijo en voz baja con los ojos desorbitados.

Bajé corriendo, me monté en el coche y me fui a casa. Al llegar me encontraba exhausto, doy por hecho que era a consecuencia de los nervios y de la excitación siguiente, pero era como si me hubiera pasado la tarde en el gimnasio haciendo spinning: las piernas totalmente cargadas. Y la polla me chorreaba. 

20 de febrero de 2015

CAPÍTULO 112: MORBO ARRIESGADO

No quedaban demasiados días de aquel verano y cada vez tenía más dudas acerca de si mis amigos iban a volver de Madrid o no. Sergio no había terminado de solucionar los temas por los que se marchó y Dani parecía no tener demasiada prisa por volver, y quizá darse la paliza de hacer casi 500 kilómetros para pocos días tal vez no les compensara. Para mi era una situación extraña: hace algunos años había cambiado a mis amigos de la playa de toda la vida por mis escapadas con Sergio y Dani y la estrecha relación que nos unió. Y, ahora, me daba cuenta de que estaba más solo que la una allí. ¿Qué pasaría el día que por determinadas razones no pudiéramos coincidir? Tampoco me parecía de recibo, ni legal, escribir a mis amigos de toda la vida... este año tan siquiera me habían invitado a la tradicional cena que hacíamos siempre. No había sabido nada de ellos, tras el enfado del año anterior de Pascual y toda la movida con Santi. Y volver, de nuevo, a irme a la playa con mi familia no me seducía lo más mínimo. Así que, equipado con mi iPod, me iba con el coche al Rebollo y mataba dos pájaros de un tiro.

Sin embargo, a finales de agosto, pasado el puente del día 15, el rollo siempre decae y los días se van haciendo más cortos, con lo cual una tarde después de comer, siesta y gimnasio, me fui al Moncayo con el coche a ver qué se cocía por allí. No había mucho movimiento, la verdad, y el ambiente se enrareció mucho más cuando apareció aquel chaval joven en una potente y ruidosa moto. Vi como según aparecía la gente cuchicheaba e iban desapareciendo pinada adentro, carril bici o metiéndose en sus coches y marchándose. Me llamó la atención porque a pesar de que no fue una espantada exagerada, sí que es cierto que desapareció todo el mundo y quedábamos el chico de la esterilla en la pinada y yo sentado en un bordillo pegado a la caseta. 

El chico de la moto aparcó a unos 5 metros de mí, apoyó la moto con el pie metálico, se quitó el casco y la chupa de cuero que llevaba y las metió en una especie de pequeño maletero con llave que iba en la parte trasera de la moto. Antes de cerrarlo, se quitó las gafas de sol, se quitó la camiseta, la guardó y se encendió un cigarro mientras se dirigía al mirador con calma. En ese momento lo entendí todo. El chico estaba totalmente depilado, tenía un cuerpo marcado y fibrado de gimnasio y en su pectoral derecho llevaba tatuado el símbolo de las SS, sumado a la esvástica que decoraba su bícep izquierdo justo por encima de una cadena tatuada alrededor del músculo de su brazo. Su escultural cuerpo encajaba perfectamente en esos vaqueros Levi's ajustados y ligeramente desgastados que le sentaban como un guante, marcando buen paquete y culo prieto, para terminar en esas fuertes botas que con el calor debían estar cociéndole los pies. Por supuesto, el pelo rapado, diría que lo llevaba al uno.

Mi instinto en ese momento fue el de permanecer tal y como estaba mirando al horizonte, agudizando mis sentidos por si comenzaba a escuchar más motos acercándose, mirando con serenidad a izquierda y derecha por si empezaban a aparecer más como él de la nada. El corazón me latía con intensidad y el instinto me decía que me largara de allí, que no era seguro. Ya me habían contado en más de una ocasión que la Caseta del Moncayo fue objeto de múltiples redadas de grupos skins a finales de los años 90 y principios de los 2000, e incluso por aquel entonces todavía era visible una esvástica situada en el lateral derecho de la caseta, el que mira hacia el gran hotel. Los minutos pasaban y nadie más venía: ni motos, ni gente apareciendo de la nada, ni cosas aparentemente extrañas; lo que sí estaba claro que quienes estaban en el Moncayo aquel día sí sabían de quién se trataba y huían. 

Decidí quedarme. Llegado ese momento me parecía más llamativo marcharme que quedarme, así que allí seguí sentado observando al skin que fumaba delante a 3 metros de mí observando el mismo mediterráneo que yo veía. Quizá estaba de viaje y había hecho una parada, mucha gente lo hace, sobre todo caravanas. Quizá solo quería cotillear. U observar el ambiente por ver si a su pandilla le convenía organizar algo allí. La cosa es que cuando se fumó un par de cigarros volvió hacia la moto, abrió el maletero, cogió el paquete de tabaco y se internó en la pinada. No me dedicó apenas ninguna mirada y a pesar de que era tentador seguirle para ver qué hacía, opté por ser precavido y seguir sentado allí donde estaba. Pasados unos minutos me levanté harto de estar sentado y me puse en el mirador
, más o menos en la misma posición que él ocupaba antes. Me permitía ver distintos recovecos de la pinada que yo mismo había utilizado con varios chicos para buenos ratos, ahora vacíos. No había movimiento de ningún tipo, tan solo el de las banderillas con la imagen de la bandera de España franquista que colgaban de la moto del chaval. Permanecí mirando al horizonte durante largo rato pensando qué invitaría a un skin a parar por allí solo, divagando sumergido en mis pensamientos, hasta que me percaté por el rabillo de mi ojo derecho que había alguien en el recoveco de debajo del mirador a la derecha. Uno de los sitios más visibles de todo aquello. Tengo que confesar que me provocaba cierto temor mirar claramente y ver a la persona que, obviamente, estaría allí. Con tan solo una mirada a la derecha nuestras miradas se cruzarían, porque yo sentía la suya mirándome fíjamente. Antes de mirar, decidí jugar. Y lo hice quitándome la camiseta de tirantes que llevaba aquel día para quedarme a pecho descubierto. La reacción a aquello fue escuchar una cremallera, cómo quien allí estaba se acababa de bajar la cremallera de la bragueta. No quedaban más dudas, el único con vaqueros allí era él.

¿Mirar o no mirar? ¿Caer en la tentación o no? Por supuesto que... sí. Decidí mirar y me encontré de bruces con los ojos del skin escrutándome y pude ver como se escupía, sin quitarme vista, en su mano derecha y se pajeaba esa polla dura que salía de la bragueta de sus vaqueros. Una buena herramienta de unos 18 centímetros muy paliducha de color, como él, con un glande rosita y grosor justo. Apetecible, desde luego. Con el corazón saliéndome por la boca me decidí a bajar con paso firme hasta quedarme prácticamente pegado a él. Soltó su polla y con esa misma mano pegajosa de saliva y líquido preseminal me sobó los pectorales y los abdominales, echando aire por la boca que indicaba que le gustaba. Me empecé a empalmar y decidí sobarle sus músculos de la misma manera en la que él lo hacía conmigo, como un entrenador de gimnasio puede hacer... quizá a eso me recordó. 

- Quítate el bañador, tío. -dijo con firmeza.

Me lo desabroché sin rechistar y lo colgué en una rama de los pinos que nos cubrían, quedándome totalmente desnudo.

- Cuerpo currado y buen rabo, ven aquí. -ordenó.

Volviéndose a escupir en la mano con rudeza me cogió la polla y empezó a pajearme sin perder en ningún momento la erección, así que comencé a pajearle yo también.

- Mójate la mano, tío. -dijo.

Me escupí como había hecho él y seguí pajeando aquella polla que estaba más dura que el hierro. Llegado un momento de morbo, me soltó el rabo y aproveché para ponerme de rodillas. Se la quería mamar. 

- ¿Qué haces, tronco? No, no quiero que me la mames... ponte de pie, acércate. -dijo.

Volvió a sobarme todo el torso, pegó su cuerpo con el mío, juntó nuestras dos pollas, la suya por encima de la mía, y con su mano derecha comenzó a pajearlas con firmeza y buen ritmo, mirando la escena. Parecía ponerle muy cachondo ver los dos rabos juntos y a veces levantaba la mirada, me miraba a los ojos y podía respirar su aliento perfectamente. Si hubiera sido otro tío le habría comido la boca, pero con el no iba a arriesgarme. Así que decidí disfrutar de aquello. Cuando comenzó a aumentar su respiración y el ritmo de la paja supe que se iba a correr. No me avisó, no dijo nada. Simplemente ambos miramos como su capullo echaba una cantidad importante de lefa sobre mi pubis y mi polla y el lo esparcía y seguía pajeando, más lento ya, como si se tratara de un gel lubricante. 

- ¿Quieres correrte? -me preguntó antes de separarse de mi.
- Pfff no tío, me queda un rato, tranquilo. -respondí.

Echó una leve sonrisa mientras sacaba un par de pañuelos de papel del bolsillo de atrás. Me ofreció uno para limpiarme su lefa. Lo hice y me di la vuelta para coger el bañador y ponérmelo, aunque torpemente se me cayó y tuve que agacharme a recogerlo. Prometo que no fue aposta. 

- Tío, otro día te reviento el culo. -dijo de pronto.

Giré la cabeza y estaba mirándome el culo absorto.

- Vaya, no quieres que te la chupe, pero sí metérmela. -dije sin tiempo de controlar ese exceso verbal de chulería.
- Pues ya ves tío... así son las cosas. -dijo, subiéndose la bragueta con otra tímida sonrisa.

No sabía muy bien cómo actuar. Así que le estreché la mano como despedida, y correspondió:

- Me has caído bien, tío, por eso te aviso. No vengas este sábado por la noche por aquí, y avisa si tienes amigos, ¿vale? Que no vengan. 
- Captado. -dije.
- Me cuesta mucho hacer esto... y que quieran hacerlo conmigo más. Eres de los pocos que no asusta y sale corriendo. -explicó.
- Hombre, qué esperas... -dije en otro exceso verbal.
- Ya...-dijo, medio sonriendo otra vez.
- ¿Te veo el domingo por la mañana por aquí? ¿Cómo te viene? -propuso, para mi sorpresa.
- De lujo. ¿Sobre las 12? -dije.
- Va. -dijo, guiñándome un ojo y marchándose. 

Me quedé ahí abajo hasta que arrancó la moto y se marchó. Me senté en una rama gruesa, me saqué la polla y me acabé de pajear reviviendo mentalmente lo que acababa de suceder. 

Antes de irme fui consciente de su advertencia. Algo iba a pasar allí el sábado y ahora quedaba la pelota en mi tejado para ver cómo conseguía avisar al mayor número de personas para que evitaran pasar por allí. 


10 de febrero de 2015

CAPÍTULO 111: CARTA PARA MARIO (¿DÓNDE ESTÁS?)

Aquel año fue nuestro verano. Tú nos diste la esperanza de que allí todavía quedaban buenas cosas por pasar. Aquel sábado 30 de julio, en el que Sergio y yo habíamos decidido no volver al Moncayo por aquel verano debido a la ausencia de gente, apareciste tú, con tu camiseta de camuflaje de tirantes, tu bañador tipo slip apretado, tu cuerpo definido y bronceado, tus gafas de sol y las llaves de tu Peugeot en la mano, seguro de tí mismo, con prisa, pero sin pausa. Un madurito de los buenos, de los que no se encuentran apenas
. Cruzamos miradas y tuvimos nuestro primer encuentro. Al que siguieron muchos más. Aquel verano retrasamos en una quincena nuestra vuelta a Madrid por toda la complicidad, no ya solo sexual, que había surgido en nuestro morboso trío. El sexo, las conversaciones, los abrazos. Un todo.

Tú con tu familia, casado, con tus hijos, al menos dos, pero creo que eran tres; nosotros iniciándonos en un mundo que no conocíamos, sin mucha experiencia. Tu con trabajo ¿fijo? y nosotros en paro. Siempre tenías las vacaciones en agosto, vivías en una gran ciudad a poco más de 20 kilómetros de aquel lugar, tus suegros residían en nuestro mismo destino veraniego. O eso decías. Decías que cuando te la chupaba ponía cara de monaguillo inocente.

También decías que veraneabas en casa de tu hermana en una conocida urbanización del pueblo, pero la casualidad que nos acompañó aquel verano nos demostró que no era cierto. Querías mantener tu privacidad y lo entendimos. Pero, la casualidad quiso que tuviéramos que pasar por tu edificio todos los días, que te viéramos entrando al garaje con tu coche, que te viéramos salir del portal. Y todo sin pretenderlo. Así descubrimos dónde veraneabas realmente, en aquel edificio de no muy lejana construcción en la parte sur del pueblo.

Tú ya lo sabes. La casualidad nos hizo encontrarnos con nuestras respectivas familias cerca del Paseo Marítimo: al mediodía, tu a pie y nosotros en coche. Nos miramos, nos guiñamos. Discreción total, siempre la tuviste por nuestra parte y nosotros por la tuya. Bajábamos a la playa por las mañanas en zonas parecidas, tú siempre con tu familia, nosotros con la nuestra. Nos veías pasar en nuestros paseos. Incluso en los últimos días nos hiciste una foto de incógnito. Creías que no nos habíamos dado cuenta, pero como hablamos luego, sí lo hicimos. Y recuerdo cuando estabas jugando con tu hijo a las palas en primera línea de playa, cómo nos lanzaste una pelota a la espalda. ¿Era una prueba? Desde luego, la pasamos con sobresaliente. Incluso recuerdo cuando paseabas por la playa de la mano con tu mujer hasta el chiringuito donde estábamos nosotros tomando una cerveza, ya sabes, cerca del gran hotel.

El día de nuestra emotiva despedida te dimos un flyer de un pub, que creo que ya no existe, con nuestros números de teléfono e e-mail. Tu no nos diste el tuyo, lógico. Pensé que nunca llamarías, de verdad. Recuerdo que dijiste:

- Por si acaso, recordad, si tenéis oportunidad de elegir vacaciones, elegid agosto. Yo siempre tengo agosto. Por si acaso no pudiéramos hablar.

Se me quedó grabado a fuego.

Sin embargo, sí llamaste. La primera vez que llamaste aquel viernes de finales de noviembre yo estaba trabajando. No insististe. No me imaginé que serías tu. Aunque una parte de mí quería que lo fueras. Llamaste a otra hora el viernes siguiente, pero estaba trabajando aún. Y llamaste ya más entrada la noche:

- ¿Marcos? -preguntaste temeroso, pero seguro de oír mi voz.

Y hablamos durante largo rato. Nos pusimos al día. Tú, desde el garaje, yo en el autobús regresando a casa. Tu empresa te había hecho un ERE, pero estabas tranquilo por tus 2 años asegurados de paro. Te comenté que había una posibilidad de que en Navidad estuviéramos por allí, al 50% de seguridad. Te entusiasmaste. Incluso decías de quedar a tomar unas cervezas y quedamos en hablar más adelante. Volvimos a hablar cerca del 20 de diciembre. Te dije que no podríamos ir, habían surgido complicaciones laborales. Pareciste entenderlo, pero tu decepción era evidente. Llamaste de nuevo el 25 de diciembre para felicitar las fiestas y te dije que con 99% de seguridad podríamos vernos en Semana Santa, que siempre solíamos tenerla libre, más o menos días, pero iríamos seguro. Quedamos en vernos entonces. 

Quedaste en llamarnos cuando la fecha se acercara. Solo restaban 3 meses, aquel año Semana Santa caía pronto. 

Nunca volviste a llamar. Aquella Semana Santa, que esperábamos con deseo, fue una decepción brutal. No apareciste. 

Tampoco apareciste el siguiente verano. Ni donde se supone que veraneabas, ni en tu habitual zona de playa, ni por el pueblo. Aquella casualidad que nos acompañó el primer verano parecía haberse esfumado. Y a ti parecía haberte tragado la tierra. Sabíamos que otros veranos habías tenido otros destinos, pero estaba claro que nuestro verano no fue tu primero. Conocías la zona, conocías el Moncayo y sus caminos. Conocías la zona de playa donde nos esperabas algunas tardes tumbado tomando el sol con tu toalla y tu mochila beis, siempre con una botella de agua de litro bien fría que nos ofrecías.

Nos hablabas de otras zonas de cruising, como el área de descanso/servicio de Elche. Hasta ahí no podíamos seguirte. Llegamos a dejarte un mensaje escrito a tiza en la caseta del Moncayo, pero tampoco hubo respuesta. No volvimos a verte en los siguientes veranos, ni las siguientes semanas santas, ni otros puentes. No hemos vuelto a verte.

¿Dónde estás, Mario? ¿Qué fue de ti? ¿Estás vivo? 

Sólo con eso nos bastaría. Con saber que estás bien. Que no te pasó nada. Que sigues disfrutando de la vida. Tu mismo nos contaste que visitabas foros y webs de cruising de la zona, así que es muy probable que leas este capítulo-mensaje. No fuiste uno más, y tampoco lo fuimos nosotros para ti. Lo sabes. 

Con saber que estás bien nos basta, de verdad.

¿Y tu, lector? ¿Por las descripciones que doy sabes de quien hablo? Me gustaría saberlo también.

Si no sabéis de qué va esto, os conviene leer:


5 de febrero de 2015

CAPÍTULO 110: PERSECUCIONES, MAMADAS Y HOSTIAS.

La conversación pendiente que tenía con Sergio había quedado pausada desde la última vez que estuvimos juntos. Y no sabría decir muy bien si realmente había quedado en punto muerto, puesto que inesperadamente le surgió una urgencia familiar que le obligó a marcharse a Madrid, para lo que Dani se había ofrecido a llevarle en coche. Así que me encontraba con mis dos mejores amigos a 500 kilómetros de distancia y sin saber cómo debía comportarme. Bueno, sí que lo sabía. Pese a alguna idea que se pasó por la cabeza, estaba claro que no iba a renunciar a ir de caza porque mis amigos no estuvieran. Más tarde o más temprano acabaría cayendo en la tentación y, sí, como podréis adivinar, fue más temprano que tarde. 

Me había acostumbrado a que Dani nos llevara de un sitio a otro, pero ese verano descubrí mi auténtica pasión por conducir al verme obligado a tirar del coche de mi padre para seguir yendo de visita por la Playa del Rebollo. Claro que, tenía que sortear preguntas de mi madre del tipo:

- ¿Y vas tu solo a la playa? ¿Por qué no te bajas aquí con nosotros? ¿Y de verdad tienes que coger el coche? ¿Tan especial es esa playa en la que siempre estáis? 

Ay, mamá, si tú supieras lo especial que es.

Estuve varias tardes redescubriendo lo que era ir por allí de caza solo, sin nadie que te esperara en la playa al otro lado de las dunas con quien compartir tus experiencias. Ya lo había hecho antes, pero te acabas acostumbrando a la compañía y ahora tocaba volver a los inicios. Las primeras tardes fueron aburridas y sosas, parecía que con la marcha de mis amigos a todo el mundo le habían surgido cosas y se habían marchado. Bueno, al menos el tipo de chicos que yo esperaba encontrar por allí. De pronto un día, así como quien no quiere la cosa, al entrar a la pinada me encuentro con un grupo numeroso de hombres agolpándose y dirigiéndose al mismo sitio. ¡Uh! Estaba claro que había tema interesante por algún lado, así que me decidí a juntarme a la marea y ver de qué se trataba. Cuando llegué, el espectáculo lo estaban dando un par de extranjeros jovencitos (no tendrían más de 25 años), de buen ver, guapos y muy dotados, que estaban allí en medio del camino instalados con una tienda de campaña, ahora abierta, follando a pelo. Si ya de por sí se forman corrillos cuando dos tíos follan, si encima lo hacen a pelo, tienen una importante audiencia viéndolo todo y pajeándose mientras miran. Se notaba que eran pareja a pesar del sexo duro que estaban practicando: uno era moreno, el de mejor cuerpo y polla más gorda y grande, que era el activo; el otro era rubio y de ojos claros, con un cuerpo más normal, pero más guapo, que era el pasivo. Y el pasivo no hacía más que esnifar poppers cada vez que su chico se la metía entera y con fuerza. Era una película porno en directo. Y no exagero si digo que allí estábamos al menos 30 tíos mirando. 

La cosa es que me descubrí a mí mismo de nuevo haciendo de voyeur y totalmente empalmado sin pretenderlo. Os aseguro que la escena tenía muchísimo morbo, difícil de transmitirlo con palabras. Ver cómo cambiaban de posturas como dos actores profesionales, cómo gemían de placer, cómo se la metía hasta el fondo, cómo nos miraban y les excitaba aún más ser vistos. Y aún si cabe la escena se puso más caliente. Apareció un madurito habitual de unos 45 años con muy buen cuerpo, alto y fuerte, y el moreno le hizo una señal con la cabeza. El rubito se puso a cuatro patas sobre la esterilla de la tienda de campaña, mientras que el moreno le ponía al maduro un condón, ya con la polla totalmente empalmada. Se notaba que buscaban buenos tamaños, porque el maduro tenía un buen trípode. El rubito esnifó de su bote de cristal oscuro y el maduro se la metió de golpe sin encontrar ninguna resistencia ni gran quejido. Qué envidia, pensé, sin poder evitar llevarme la mano al paquete y estrujarme el rabo. Le estuvo follando durante unos 5 minutos, se corrió en el condón, se limpió, se dieron la mano y el moreno volvió a ocupar su turno volviendo a follarse a su rubito, que estaba demostrando tener un aguante brutal. De pronto, noto un cuerpo muy pegado detrás mía y una voz en mi oreja:

- Qué morbo, ¿verdad, tío? Es increíble el aguante que tienen estos chicos. -dijo un hombre de entre 40 y 45, con pelo largo y una perrita blanca a la que llevaba de la correa.
- Ya te digo, un morbo brutal. -respondí de buen rollo.

Estuvimos intercambiando amigablemente impresiones en voz baja sobre cómo follaban esos dos delante de todos y yo notaba como se le iba la mirada a mi paquete. Ese día llevaba un bañador tipo slip, de color azul claro, que con mi polla empalmada no dejaba mucho a la imaginación. No es que me atrajera el tío especialmente, porque no era nada del otro mundo: cuerpo normal y cara normal. Pero lo cierto es que empezó a acariciarme el culo por detrás muy suavemente y me dejé hacer. Incluso le permití que metiera la mano por dentro del bañador y me lo siguiera acariciando de esa forma tan sensual en la que él lo hacía. Mientras, hablábamos como si nada raro estuviera pasando. Los guiris dejaron de follar y se metieron tumbados y abrazados en su tienda de campaña. La gente se empezó a dispersar, yo volví en mí mismo y, educadamente, me despedí del tío de la perrita porque no quería hacer nada con él y tampoco es plan estar calentando al personal si luego no vas a hacer nada. Me fui a dar una vuelta por el resto de la pinada, pero no había nada interesante y, como me aburría, di marcha atrás. Para mi sorpresa, cuando pasé por donde los guiris estaba el tío de la perrita chupándosela al moreno dentro de la tienda de campaña, me miró, me sonrió y siguió a lo suyo mientras yo ponía rumbo al aparcamiento para marcharme a mi casa.

Los días siguientes no fueron especiales, ni muy destacables. Sólo recuerdo que un día estaba en el Rebollo, poco después de esto, con muchas ganas de que me hicieran una buena mamada, de esas como las que me hacía Sergio con esa lengua caliente y la boca tan salivada siempre. Ese día iba de caza. Y encontré a mi presa. Un chaval que no tendría más de 22 años, con un bañador morado, moreno, definido y guapete. Le hice unas señales y empezó a seguirme. Tampoco me hacía falta un lugar súper discreto, así que no nos fuimos muy lejos. Nos encontramos con el hombre de la perrita del otro día y, al ver que iba acompañado, me guiñó un ojo que hizo las veces de saludo, y correspondí con lo mismo. Llegamos a una zona donde hay árboles un poco más altos y me bajé allí con mi pretendiente:

- ¿Qué buscas? -me preguntó, visiblemente tembloroso.
- Una buena boca que quiera comerse esto. -dije, bajándome el bañador y quitándomelo. Me había venido tocando y la tenía morcillona.
- Joder, tío, qué pollón. -dijo quitándose la bandolera y clavando las rodillas en el suelo cubierto de ramas de pino.

Me miró a los ojos con carita de niño bueno y se la metió en la boca mamándomela muy poco a poco, se notaba que quería disfrutar de mi polla y yo estaba encantado de disfrutar de aquella boca que me la comía tan suavemente y con tanta delicadeza. La tuve durísima en pocos segundos, pero a pesar de eso él seguía calmado, clavando su mirada en la mía siempre que podía, lo que yo no podía evitar poner los ojos en blanco con aquella mamada
tan rica que me estaban haciendo. Llevaba casi una semana sin correrme y podría haber terminado pronto, pero empezó a masajearme los huevos a la par que chupaba y yo veía el cielo... Quizá por eso al principio no me di cuenta conscientemente de que una mano me acariciaba el culo muy sensual y suavemente, eran demasiadas sensaciones juntas. Cuando giré la cabeza le vi a él: al hombre de la perrita, con su sonrisa, mientras miraba como aquel chico disfrutaba de su chupa chús. Las caricias que me hacía en el culo fueron a más, tanto que se escupió en un dedo y me lo empezó a introducir. Tan cachondo como estaba yo, entró entero sin problemas, y me metió dos con los que me estuvo follando el culo casi al mismo ritmo que el chaval que me la estaba mamando:

- ¿Dónde quieres la corrida, tío? No aguanto más...-dije.
- Lléname la cara. -dijo el chaval cogiéndome la polla con firmeza con su mano derecha.

Me empezó a pajear con fuerza y ganas y me corrí en su cara, dejándosela hecha un cuadro y con los dedos del tío de la perrita metidos hasta el fondo. Me los sacó después de correrme y se los chupó, susurrándome:

- Espero que otro día pueda meterte la polla, te cabría bien. -dijo, dándome un beso en el cuello y largándose.

Le di al chico que me la había chupado una toallita húmeda para que se limpiara la cara y me senté a su lado para charlar un rato. Me contó que era el primer verano que se pasaba por allí y la segunda polla que se comía, aunque, según dijo, mucho mejor la mía que la anterior. Me preguntó si otro día podríamos repetir o hacer algo más y le dije que claro, que por qué no. Y me preguntó si aquí siempre se acababan uniendo otros a la fiesta, en referencia al tío de la perrita. Nos despedimos con un morreo y no le volví a ver más en todo el verano. Ni en la pinada, ni en la playa.

Al día siguiente, aunque ya bien descargado, volví de caza. Y allí me volví a encontrar con el tío de la perrita, con el que estuve hablando un rato. Sin embargo, esta vez no se andó con muchos rodeos y comenzó a sobarme el paquete mientras hablábamos de los guiris del otro día. Me dejé hacer y se me puso dura, así que se tomó la licencia de meter la mano por debajo del bañador y empezar a magrearme la polla y pajearla. En realidad, me daba morbo la situación, pero no el tío en sí... y cuando se fue a poner de rodillas para mamármela le dije que de eso nada y me largué. La situación volvió a repetirse varias veces, solo que ya no le dejaba tocarme ninguna parte de mi cuerpo. Llegó un punto que tenía que huir de él, no entendía las negativas. A ver, yo comprendo que le di pie al principio, pero después le rechacé educadamente lo menos 7 veces. Diciéndole: "tío, no, de verdad, me caes genial, pero no quiero sexo contigo de ninguna forma, déjalo estar". No se las veces que le repetí la frase. Y otra de esas tardes en las que me estaba follando a un tío pasó lo inevitable. El tío de la perrita llegó con su habitual sigilo, la perrita no solía ladrar, y empezó a chuparme el culo. Paré la follada, me di la vuelta, le di un puñetazo en la cara y seguí follándome al tío que miraba con una cara de alucine brutal.

No hubo palabras, ni insultos, ni amenazas. La hostia hizo un ruido sordo y seco. El tío cayó hacía atrás y se largó. Ahora sí ladraba la perrita. No me siento orgulloso, pero tampoco siento arrepentimiento alguno. Siete veces le dije que no, y el siguió erre que erre. No soy violento ni pretendo fomentar la violencia. Hay otras formas, claro. Pero ya me había tocado los cojones de sobre manera.

hostia.
(Del lat. hostĭa).
1. f. Hoja redonda y delgada de pan ácimo, que se consagra en la misa y con la que se comulga.
2. f. Cosa que se ofrece en sacrificio.
3. f. vulg. malson. Golpe, trastazo, bofetada.