29 de julio de 2017

LIMPIEZA PLAYA DEL REBOLLO


Esta preciosa pinada que tan buenos momentos nos da, se encuentra llena de plásticos, basura y otros residuos (condones, botes de lubricante, toallitas...) que nadie se preocupa por recoger. ¡Hay que cuidarla señores! 

9 de abril de 2017

CAPÍTULO 169: EL LECHERO

Mientras recordaba con Sergio mis historias del pasado con el Mili y aquella tormentosa relación que acababa de empezar, bonita y apasionada como todos los comienzos románticos, el verano continuaba y resultaba que al no haber coincidido las vacaciones como en años anteriores, apenas teníamos unos días para salir de caza.

Respondiendo a preguntas que me dejáis en comentarios o me mandáis por privado, sí, claro que Sergio y yo follamos en casa, en el sofá, en la cama, en un sitio de cruising o donde surja, pero a no ser que algo destacable pase, tampoco me parece de interés relatar los polvos que echo a diario con Sergio o las fiestas que, aún hoy en día, nos montamos con Dani. Eso sí, lo que de momento no nos acaba de convencer son los locales de sexo que tan de moda parecen estarse poniendo, creo que no es algo para nosotros.

Total que una de estas mañanas que amanecen frescas y despejadas, aunque más tarde el sol pegue de lo lindo, Sergio se levantó con ganas de marcha. Y a mi eso de que me aparezca desnudo en el quicio de la puerta, a media luz, sobándose el rabo me pone muy burro (y ya de por sí me levanto burro siempre). Le hice una señal para que pasara y se metiera en mi cama y comenzamos a sobarnos los rabos mientras nuestras lenguas batallaban dentro de nuestras bocas. Me bajé a mamársela, pero me encontré con una sorprendente negativa:

- Ahora que ya estás a tono, ponte un bañador, una camiseta y unas chanclas, que nos vamos al Rebollo. Tengo ganas de que me la chupes a la vez que te comes otra.

Me dejó aún más sorprendido porque Sergio nunca ha sido el típico chico lanzado, más bien al contrario, más reservado y tímido, de tener que ir siempre detrás suya.

- ¿A estas horas? -contesté, mirando el reloj y viendo que aún no llegaba a las 10.

No tengo que decir que con el calentón que llevaba me costó un triunfo meter el rabo en el bañador, así que busqué un pantalón corto de algodón y me lo puse encima. Me mola marcar paquete, pero solo donde hay que hacerlo. Una vez estuve preparado, Sergio me esperaba ya abajo con el coche en marcha. ¡Si hasta iba a conducir el! Pues sí que tenía ganas de morbo, sí. A pesar de que la chispa nunca nos ha faltado, notaba que desde que había empezado en el trabajo nuevo el sexo entre nosotros dos era más intenso y tal vez algo más fuerte y menos romántico; no es que eso fuera un problema, para nada, pero si un cambio del que me di cuenta.

Aparcamos en el Rebollo sin problema. Los domingos de verano se suele poner hasta arriba, ya que aparte de los veraneantes también aprovechan para ir a la playa la gente que vive en los pueblos del interior de la Vega Baja. Al ser pronto, como digo, aparcamos bien, dejamos la camiseta y los pantalones de algodón en el maletero y entramos al Rebollo por la pinada, en vez de por el camino asfaltado, de esta forma salíamos directamente a la zona de cancaneo. Por los primeros matorrales y arbustos, en la zona donde hay palmeras, el pino es más alto y hay más zonas de sombra, nos encontramos con una orgía en la que participaban unos seis hombres maduros, de entre 50 a 70 años. Estaban colocados como en círculo y unos se la chupaban a otros, otro comía culo y había un par que ya estaban follando. Nos quedamos mirando unos segundos y nos invitaron a participar en su fiesta, pero declinamos la invitación y seguimos nuestro camino hasta la zona que suele estar más concurrida. Como todas las mañanas a primera hora había muy poca gente y lo poco que había era demasiado maduro para nuestro gusto. Ya sabéis que no rechazo a los tíos por la edad, pero ya a partir de determinados años no encuentro el morbo. El ánimo empezó a caer al ver que no encontrábamos nada ni nadie con quien jugar un poco. Vimos, como un rayo de esperanza, a un chico de unos 35 años, rubio, con aspecto nórdico aunque bronceado, buen cuerpo y guapo. Nos miró, le molamos, se acercó y nos echó mano al paquete. Yo ya sabía lo que aquello significaba, pero por si había alguna duda, habló:

- ¿Os la puedo chupar a los dos? Estáis buenos...-dijo en un susurro.
- ¿Sólo buscas mamar? -le dije.
- Sí, soy mamón pasivo -contestó.
- Pues me parece que no nos vamos a entender. ¡Suerte!

Y con esas cogí a Sergio de la mano y seguimos nuestro camino. No sabéis lo harto que estoy de que en los sitios de cruising cada vez haya más tíos que solo buscan comer polla sin que tu les puedas tocar. ¡Activos! ¡El Rebollo os necesita!

En vista de la situación le dije a Sergio que sería mejor irnos un rato a la playa y volver a intentarlo más tarde. Salimos a las dunas camino de la playa cuando nos dimos de bruces con un chico que llevaba un bañador surfero blanco, camiseta sin mangas y gafas de sol. Tendría también unos 35, delgado, cuerpo normal, moreno, de 1,75 de altura, con barba de tres días y vello en general. Le molamos porque nada más vernos se llevó la mano al paquete y empezó a sobárselo, cruzamos miradas varias veces y se colocó detrás de un seto. Sergio no perdió el tiempo y salió disparado, le seguí y cuando llegué ya le estaba sobando la polla al chaval del bañador blanco.

La polla no, el pollón. Grande, de unos 18-19 centrímetros, gorda y con buen capullo.

- Tengo muchas ganas de dar rabo chavales... -dijo el tío.

Así es como me gusta. Con decisión. Con ganas de dar polla y nosotros de recibirla.

Sergio se arrodilló en la arena, le bajó el bañador a la alturas de los tobillos y empezó a comerle el rabo con auténtico frenesí. Mientras, el tío me sobaba el pecho y me metía la mano por el bañador sobándome el culo y buscando mi agujero. Decidí facilitarle las cosas quitándome el bañador, lo que el aprovechó para pajearme un poco y yo para ponerme de rodillas y mamarle aquel pollón con Sergio. Estaba deliciosa, para qué negarlo, de estos pollones que podrías comerte todos los días con placer. Y al tío le ponía burrísimo tenernos a los dos de rodillas lamiéndole el rabo y las pelotas.

Pasados un par de minutos, se metió un par de dedos en la boca y ladeándose buscó de nuevo mi culo y empezó a meterme los dedos. Y,  a un servidor, que estaba cachondísimo desde primera hora, no me hizo falta mucho para dilatar como pocas veces he hecho. Al darme cuenta de que no perdía el interés por mi culo, dejé a Sergio comiendo polla y me puse al lado del tío, con las piernas semiflexionadas. El tío gimió, se llevó los dedos a la boca y esta vez me metió tres, despacio pero con decisión. Sabía lo que se hacía, esos son los tíos que me me molan y me ponen caliente. Sacó su polla de la boca de Sergio, me presionó con fuerza la espalda para me agachara, y me la estuvo rozando por mi agujero hasta que me metió el capullo, a la par que pajeaba a Sergio con la mano que tenía libre. Le eché una mirada desafiante al notar que tenía la intención de follarme a pelo, pero se pronunció antes de que pudiera decir nada:

- Ahora me pongo el condón, tranquilo - dijo.

Echó mano al bolsillo de su bañador, rompió el envoltorio con soltura, se colocó la goma y me volvió a meter el capullo y algo más, pero no entera, parecía que meterla así le bastaba y a mi me estaba resultado de lo más placentero.


- Clávamela más si quieres tío -le dije.
- Me mola así -dijo, metiéndola solo un poco más.

En ese momento dejó a Sergio de lado, pasó su mano derecha por mi cintura y me empezó a pajear mientras me follaba con su capullo. Teníamos ya varios espectadores alrededor cuando le dije que me corría.

- Sí, enséñame la leche que echas... -dijo.

Me la clavó un poco más, sin llegar a meterla entera en ningún momento y sin soltar mi polla, y me corrí como una jodida fuente de leche formando borbotones de arena al caer e impactar contra el suelo. El tío no dejaba de mirar cómo me corría, incluso sacó su polla y adelantó la cabeza para ver los últimos coletazos de mi corrida a la par que se pajeaba.

- Espera, que de eso me encargo yo.

Le cogí la polla con una mano y la de Sergio con otra y les empecé a pajear a los dos a buen ritmo. Sergio se corrió primero y, de nuevo, el chico este se quedó embelesado mirando cómo se corría. Pocos segundos después empezó a correrse el.

No sabría cómo describirlo. Me entró la risa. Es que fue surrealista. Jamás en mi vida he visto corrida similar, era un no parar de echar leche, no muy espesa, pero sí muy blanca. Chorro va, chorro viene. Y que no paraba. Y el chaval venga a gemir. Ahí fue cuando me entró la risa, pero es que aún estuvo otros 15 segundos echando leche. Eso sí que era una fuente. Lástima que no llevara el móvil encima porque le habría hecho una foto a cómo se quedó la arena para que vierais de lo que hablo.

Le pedí disculpas por la risa y le expliqué el motivo, a lo que respondió que estaba acostumbrado a la sorpresa, que siempre había sido muy lechero y que la gente suele flipar con sus corridas.


Como suele ser habitual en este tipo de encuentros, nos limpiamos sin mucha conversación, chocamos las manos y cada uno tiró por su lado. No le hemos vuelto a ver por allí, pero no me importaría nada en absoluto que en un hipotético encuentro futuro me bañara con su leche. 

20 de febrero de 2017

CAPÍTULO 168: LA ILUSIÓN POR UN PRIMER AMOR (Parte 2)

If you could read my mind love,
What a tale my thoughts would tell.
Just like a paperback novel,
The kind the drugstore sells.
And when you reach the part where the heartache comes
The hero would be you.
Heroes often fail.

Di un salto a la cama haciendo un poco el ganso y Mili me atrapó entre sus brazos como quien coge un peluche de un puesto de feria. Quedé rodeado por sus fuertes brazos y su cuerpo caliente y sudado, mientras él terminaba de encender el portátil y me preguntaba acerca de las películas que me gustaba ver. Lo cierto es que siempre he tenido un gusto bastante variado en lo que concierne al cine, no me cierro a ningún género siempre que la película valga la pena y, aunque en el presente estoy pasando por una etapa de ver muchas más series que películas, en aquella época solía ver bastantes películas cuando tenía tiempo o un rato libre. Me enseñó una carpeta con cientos de películas y le dejé elegir. "Algo que esté bien y con lo que no nos durmamos", le dije, aunque a esas horas de la noche podría ser complicado. Me di cuenta de que en su colección de cine apenas había cine español, que no es que sea un gran seguidor del mismo, pero fue algo que me llamó la atención.

- ¿Qué te parece Studio 54? -dijo.

54 es una película que no podía rechazar. La había visto años atrás con mis compañeros del instituto en los cines de mi ciudad y me enamoré de Ryan Phillippe nada más verlo, empezando una cruzada para ver otras películas suyas. La película, que refleja el comienzo de la decadencia de la popular discoteca neoyorquina, es todo un escaparate en el que deleitarse con la belleza y musculatura del rubio actor. Además, también cuenta con buenas interpretaciones a cargo de actrices como Salma Hayek o Neve Campbell. Si hubiera sabido en aquel momento de lo profética que resultaba la canción central de la película, cuánto sufrimiento habríamos ahorrado.

Mili apagó la luz nada más dar comienzo la película y, como si se tratara de ayer, recuerdo aquella habitación oscura con pequeños destellos de luz de la calle que entraban por los diminutos agujeros ovalados de la persiana. No se cuánto metraje de la película llegamos a ver sin distraernos, pero como entenderéis, dos cuerpos semi desnudos que se desean pegados en una cama, querían hacer de todo menos ver aquella película. Sentir a Mili detrás mía con su fuerte brazo abrazando mi pecho y su respiración pausada en mi nuca empezó a ponerme nervioso. Sí, solía ponerme bastante nervioso cuando me iba a liar con un tío por primera vez. Por miedo a que por medio de la mano que tenía en mi torso notara lo acelerado que empezaba a ponerse mi corazón, me acurruqué un poco más haciéndome como una bola. Sin embargo, no pude más que empeorar la situación ya que ahora mi culo pegaba y notaba el paquete de Mili posado sobre el. Mili me abrazó más fuerte, pegó un pequeño resoplido en mi oreja y empezó a darme besos en el cuello, mientras su mano acariciaba y bajaba lentamente por mi espalda. Está claro que se había tomado mi movimiento como una señal que no había estado premeditada por mi parte. Siguió dándome besos por el cuello y la oreja que fueron aumentando la intensidad y la fuerza, ya para entonces la tenía durísima y notaba la suya empujando detrás de mi culo. Paró momentáneamente para colocar el portátil en el suelo, pausando la película, y después continuó con mi cuello, deslizando su mano por debajo de mi calzoncillo para acariciarme los glúteos e irse abriendo paso, poco a poco, hasta mi agujero que solo tocó con suavidad. Me apretó aún más a el y con esa misma mano me bajó los calzoncillos, que me acabé de quitar con un juego de piernas. Me hizo girar la cabeza para empezar a comerme la boca y con esa mano tan curiosa me cogió de la polla y palpó bien huevos:

- Qué bien dotado estás cabroncete... -dijo en un susurro.

Gemí cuando empezó a pajearme y sentí que el corazón me latía tan fuerte que iba a sonar en toda la habitación y se me iba a salir por la boca. Mili se quitó los calzoncillos y, en la misma posición en la que estábamos, guió una de mis manos hacia su polla, que también era grande y gorda. Una vez tuve su sexo atrapado en mi mano, el volvió a coger la mía y empezamos a pajearnos el uno al otro comiéndonos las bocas y gimiendo suavemente. Me iba a correr. Ahora controlo mucho más la eyaculación, pero entonces reconozco que era de fácil corrida. Estaba cachondísimo con aquel chulazo que me tenía atrapado en su regazo y le avisé de que me iba a correr si me seguía pajeando:

- ¿Y te apetece hacerlo? -susurró.
- Sí, pero no quiero decepcionarte... -dije.
- No lo harás...

Me tumbó boca arriba, clavó su lengua dentro de mi boca y me pajeó con decisión y fortaleza hasta que mi respiración se aceleró tanto que me corrí muchísimo y le pringué toda la mano.

Mili se recostó sobre mi lado, puso su mano en mi pecho y me miró a los ojos susurrando:

- Me gustas mucho, Marcos. Me tienes loco.

No daba crédito a lo que oía. ¿Cómo podía gustarle yo tanto si era un chico de lo más normal? ¡Con los chulazos que él podría ligarse! Entonces miré hacia arriba sin decir nada y comenzaron a resonar las palabras de Espe en mi cabeza: "no te pilles por el, solo sexo, no te enamores, sufrirás". Mili me giró la cabeza para volver a mirarme a los ojos y me dijo:

- Quiero hacerte el amor. ¿Y tu? ¿Quieres hacérmelo a  mi?

No respondí. Le cogí de la cabeza y empecé a besarle desenfrenadamente, nos seguimos sobando y magreando y Mili se puso encima de mi restregando su cuerpo entre los restos de mi corrida. Entonces, todo sea dicho, no me costaba nada recuperarme de una corrida. Máxime teniendo encima de mi al tipo de chico con el que físicamente siempre había tenido mis fantasías sexuales.

- ¿Te apetece jugar un poco en la ducha? -preguntó.

Asentí, me cogió de la mano como cuando horas antes me había llevado hasta Gran Vía para coger un taxi y me llevó por aquellos largos pasillos de su casa hasta un cuarto de baño bastante amplio con un plato de ducha rectangular. Encendió el agua caliente, la templó (era verano)  y pasamos dentro para seguir comiéndonos las bocas debajo de aquellos chorros de agua. Allí en su ducha pasamos un rato pajeando nuestras pollas duras, nos las chupamos el uno al otro, aunque muy brevemente y sin entretenernos  demasiado. Cosa que me dio rabia porque tenía una polla muy bonita y de buen tamaño para dar un buen placer; podría haberme pasado horas chupándole esa preciosa polla. 

Llegado un momento, Mili me dio la espalda y me pidió que le frotara con la esponja. Hasta ese momento no había reparado en la belleza y perfección de su culo musculado, tan bonito como un melocotón duro. No volví a encontrar un culo y unas piernas como las suyas hasta que conocí a Sergio años después. Tenía la espalda fibrada y tiré la esponja  al plato para llenarme las manos de jabón y sobarle bien. Aquel culo sin un solo pelo, tan fibrado y apetecible, despertó en mi el lado activo que había estado dormido hasta entonces. Sin que Mili me dijera nada, empecé a meterle un dedo mientras ahora le comía el cuello yo a él; el cabrón empezó a gemir muchísimo más que minutos antes en la cama y noté una sensación nueva para mi: el sentir cómo un agujero de culo dilataba y se abría ante la insistencia de mis dedos, que ya eran tres. Sentí otro impulso y me puse de rodillas dejando su culo a la altura de mi cara, abrí sus cachetes y visualicé ese precioso agujero abierto sin un solo pelo y un cierto toque rosáceo. Mili flexionó las piernas y como por pura inercia saqué la lengua y la introduje en su agujero saboreando aquello como la cosa más rica que jamás hubiera probado. Mili se volvió loco de placer, sus gemidos aumentaron más cuando sentía mi lengua penetrando su agujero y me rogó que le follara. Ante mi escasa experiencia, me levanté y le pregunté si lo íbamos a hacer a pelo. Mili giró su cabeza, me miró con cierta ternura (solía tener un gesto rudo siempre) y dijo:

- Eso más adelante. Hoy me la vas a meter con funda.

Salió de la ducha, abrió un cajón, oí cómo rompía un plástico y vino con el condón. Me lo puso con delicadeza, pero a la vez con firmeza y volvió a colocarse de espaldas a mi con las piernas flexionadas e inclinado hacia delante.

- Me gusta que la metan despacio, pero de golpe y hasta el final... -susurró.

Y en este momento me volvieron a asaltar las dudas durante algunos segundos. Estaba claro que él tenía una experiencia sexual mil años avanzada a la mía. ¿Y si no daba la talla? ¿Y si no le follaba bien? Hasta ese momento solo había hecho de pasivo. Mili se dio cuenta de que algo pasaba y lo resolvió alargando su mano para cogerme de la polla y encaminarla hacia la entrada de su culo. Me excitó muchísimo mirar hacia abajo y ver mi capullo medio insertado en aquel perfecto culo. Las dudas desaparecieron y se la clavé como el había pedido: despacio y hasta el fondo. Soltó un leve quejido inclinando la cabeza, volvió a alargar su mano para presionar mi cuerpo contra el suyo y permanecí varios segundos con mi rabo totalmente dentro de su culo experimentando una sensación de placer y calor como nunca antes había sentido. Pasado algo más de un minuto sin cambiar de posición, Mili dijo:

- Ahora ya puedes darme tanto como quieras.

Cerró el grifo de agua y empecé a follármelo duramente, sin poder dejar de mirar cómo mi polla entraba y salía de su culo con tanta facilidad. Sintiendo cómo era estar dentro de otra persona y viendo el placer que le estaba dando, a tenor de sus gemidos y su cara, que se giraba para encontrarse con la mía y jugar con nuestras lenguas. No paré de follarle hasta que varias ráfagas de leche espesa impactaron contra el cristal de la lucha y otras tantas cayeron al suelo, con unos gemidos y unas sacudidas de su culo que me pusieron de lo más cachondo. Entré en un estado de éxtasis. Presioné con fuerza sobre su espalda para que se inclinara más y Mili, que no se lo esperaba, tuvo que apoyar sus brazos en el cristal para no caerse. Le agarré por la cintura y le volví a follar a tope hasta que me corrí dentro de su culo. Mili aguantó estoicamente la situación que le pilló de sorpresa y movió su culo y caderas a mi compás, lo que facilitó que me corriera antes.

Una vez terminado el éxtasis, saqué mi polla con suavidad, tiré el condón al plato de ducha y me temblaron tanto las piernas que me desplomé en el suelo de aquella ducha. Mili abrió el grifo del agua caliente y se recostó allí conmigo, abrazándome, mientras el agua se deslizaba por nuestra piel. 


Después de secarnos en silencio y volver a su habitación, de nuevo agarrado a su mano, para meternos en cama, me preocupó que Mili permaneciera en silencio y no dijera ni una sola palabra. Estaba abrazado a el, que miraba fijamente hacia el techo con su abrazo sobre mis hombros. Finalmente rompió su silencio para decirme que lo vivido minutos antes en la ducha le había dejado muy sorprendido, pero para bien. Que no se esperaba esa faceta mía con cierto punto dominante y que le había dado mucho morbo, para terminar diciendo que eso aún le volvía más loco por mi. 

Me marché poco antes de sus padres llegaran. La semana que comenzaba estaría plagada de sorpresas y actos que marcaban el comienzo de nuestra relación. Al principio, pensé que no volvería a saber nada de Mili hasta el finde siguiente, ese pensamiento me lo provocaba el consejo de Espe. Pensé: "bueno, ya hemos follado, pues ahora querrá seguir como antes", no sin que ese pensamiento me produjera cierta tristeza y me hiciera encoger el estómago. Entonces ya sabía que esa noche que había pasado con el significaba para mi admitir que me había enamorado profundamente de Mili. Contra todo pronóstico, Mili me llamó el lunes por teléfono. No os podéis imaginar cómo me sentí cuando leí su nombre en la pantalla, de nuevo el corazón a mil. Me invitaba al cine aquella noche de lunes y a tomar algo de relax.

Nunca antes había acostumbrado a salir entre diario, pero... ¿por qué no? Al fin y al cabo ese sería el primer y único año en mi vida en el que no pisaría mi querida playa porque Mili pasó a significarlo absolutamente todo para mi. 

Hoy en día esta canción me sigue transportando a mi primera noche con Mili y a todas aquellas que pasé con él en la noche madrileña.

13 de febrero de 2017

CAPÍTULO 167: LA ILUSIÓN POR UN PRIMER AMOR (Parte 1)


Voy a negar la evidencia delante de mí,
si no puede ser, no lo quiero ver. 
¿Para qué saber 
lo que no podre cambiar?



A todos nos llega un final, un final para todas y cada una de las etapas que comenzamos en nuestras vidas. Aquel mes de junio, tras haber aprobado selectividad con nota, mi época en el instituto llegaba a su fin. Adiós a 14 años encerrado entre las mismas paredes de aquel centro educativo concertado de una cooperativa de profesores que puso todo su empeño en educarnos de la mejor manera posible. La que ellos creían que era, claro. Adiós a aquellas paredes que habían sido testigo de nuestros primeros juegos, nuestras primeras rebeldías, las primeras confesiones de la adolescencia temprana, tantos partidos de fútbol, obras de teatro, exámenes y, sobre todo, aquellas primeras experiencias sexuales que aún no he terminado de contar. 



Como dice el popular dicho: "cuando una puerta se cierra, otra se abre". Así fue como solo con un verano de por medio, mi vida cambió totalmente. Cerré puertas a aquellos catorce años perdiendo el contacto con prácticamente todos mis compañeros, antes o después, y manteniéndolo solo con quiénes sabían que eran mis amigos de verdad. ¿Para qué tener que seguir aguantando a esos que siempre me habían caído mal? Ya no tenía ningún sentido. Empecé la universidad a finales de septiembre y ante mi se abrió un nuevo mundo: nuevos compañeros, nuevas asignaturas, nuevos profesores, nueva forma de aprender y nuevo círculo de amigos. Todo ello conjugado con una peligrosa libertad que te daba aquella falta de control al alumnado de la universidad madrileña por excelencia. Yo, que nunca jamás había hecho pellas en el instituto debido al control absoluto que ejercían sobre nosotros, ahora me encontraba con una nueva situación en la que si un día no me apetecía ir a clase, no pasaba absolutamente nada. No había consecuencias de ningún tipo. No había llamadas a casa. ¡Y había maricones! Para entonces un servidor ya tenía asumida completamente su sexualidad y el hecho de que por la universidad hubiera chicos que sin tapujos mostraban una sexualidad idéntica a la mía, abrió un abanico de posibilidades extraordinariamente amplio.

Así, ya al finalizar mi primer año de carrera, me hice con mi particular grupo de amigos compuesto por: 

- Espe, de Esperanza. Esa chica de barrio bajo que siempre había querido ir a la universidad. Alegre, con carácter y de las que van de frente. Su vida había sido dramática: apenas conocía a su padre, siendo criada por su madre y abuelos y teniendo que trabajar desde los 16 a la vez que se sacaba los estudios. Era la perfecta mariliendre: la mayoría de sus amigos masculinos éramos gays, a los heteros directamente se los tiraba. Ella era el alma del grupo, buena amiga y la reina de las fiestas. Adoraba salir por Chueca.

- Elena. Había sido rescatada, emocionalmente hablando, por Espe. Como había hecho con tantos otros. Pijilla, pero carabanchelera. De familia acomodada. Había sufrido una decepción amorosa quedándose bastante deprimida, pero conoció a Espe y todo cambió. Ella, que jamás había tenido amigos gays, se vio rodeada por ellos y acabó encantada de conocer Chueca. Chica alegre donde las hubiera, capaz de alegrar un día malo a cualquiera.

- Johnny, de Johnatan. Al igual que yo procedía de las ciudades del sur de Madrid. Chico extrovertido, masculino, amistoso y profundamente liberal. Le conocí como bisexual, ante mi sorpresa. Nunca tuvo relaciones serias con mujeres, pero de vez en cuando salía por Alonso Martínez y se tiraba a alguna chica. Eso fue cambiando con el tiempo hasta ser completamente homosexual. Un chaval descuidado, de los que nunca se acuerdan de tu cumpleaños, pero que siempre está ahí cuando le necesitas.

- Raúl. Un chico un tanto místico, algo más reservado. De los que van por detrás con cierta malicia. Nunca congeniamos en exceso, pero nos tolerábamos y hubo épocas de cierta unión entre nosotros. Hoy en día es una estrella de Instagram, con decenas de miles de seguidores, quién lo podría haber imaginado por aquel entonces.

- Tamara. La 'mariliendre' de Raúl y su mejor amiga. Era la mayor del grupo por las veces que había repetido cursos en el instituto. Nunca hablaba de su familia. Ambos tenían mucho en común, por lo que congeniaron enseguida. Curraba a la vez que se sacaba la carrera y fardaba de ello. Agradable, siempre con una sonrisa perfecta (y un cuchillo en la espalda). 

Espe, que tenía muchos otros amigos fuera de la universidad, nos introdujo en su grupo de fiestas por Chueca, donde aparte de los mencionados y de algunos más, también estaban:

- Íker. Un chico masculino donde los hubiera, serio al conocerle, difícil de acceder a él, pero buen amigo una vez te acepta. Tardó en aceptarme más de lo debido porque chocábamos en carácter y me veía como un rival a la hora de ligar y de competir por amistad con Espe.


- Manu. En la época que le conocí era un chaval un tanto pasado de rosca, agradable cuando estaba sobrio, pero pesado hasta decir basta cuando estaba ebrio, que era la mayor parte del tiempo. Gastaba bromas que nadie soportaba, pero ponía su piso en pleno Chueca a disposición del grupo y por eso era uno más. Algo horrible había pasado entre él e Íker tiempo atrás, era un secreto de estado que todo el mundo sabía, pero nadie se atrevía a contar.

- Tony. Compañero de piso de Manu, nunca supe cómo podían permitirse pagar el alquiler de aquel pisazo. Un chaval alto, grandote y aniñado. Muy extrovertido, divertido y más puta que las gallinas. Se lo llegaba a hacer con hasta 8 tíos por noche, no porque fuera muy atractivo, sino porque tenía una labia brutal y sabía calentarte la oreja como nadie. Creo que todos los del grupo caímos en sus redes antes o después. 

- Juanlu. Un chaval un año más joven que nosotros que vivía en mi misma ciudad: guapo, delgado, ligeramente fibrado y muy pasivo. De hecho, si se enteraba que algún ligue era exclusivamente pasivo, le dejaba de hablar y actuaba como si no existiera. Se dejaba llevar demasiado por los demás, pero no era mala gente.


- El Mili. Su apodo, indudablemente, por militar. No había querido estudiar y se había metido al ejército. Cuando me lo presentaron sufrí un amor a primera vista. Era todo lo que siempre había adorado en un hombre: pelo de punta, acento de malote de barrio, chulo, morenazo, guapo como ninguno, con labia, cachas, estatura media, sonrisa perfecta. Si tenía algún defecto era que le gustaba demasiado fumar porros.


Efectivamente fue este grupo al que se unió Dani un tiempo después y con el que di por comenzada mi etapa de fiestas más salvaje por el centro de Madrid. Como podréis imaginar, ante unos personajes tan distintos y dispares entre sí, el grupo no tardó mucho en separarse, en vivir auténticos dramas, peleas y traiciones. Eso sí, los primeros años los recuerdo como unos de los más felices, una etapa en la que nada importaba, en la que esperar siempre al viernes noche y no volver a aparecer por casa hasta el domingo. 


Mi primer año en la universidad fue un absoluto desastre, para qué negarlo. Como os comenté al principio, esa libertad que tanto contrastaba con el férreo control al que habíamos estado sometidos en el instituto me dio alas para muchas cosas. Eso unido al caótico horario que me había tocado (entonces el orden de matriculación se decidía por el sorteo de una letra del alfabeto y a mi me tocó de los últimos), me hacían pasarme todo el día en la uni, aunque no precisamente en clase. Pocas clases recuerdo de aquel primer año, a decir verdad. 


¿Dónde había estado metida toda aquella gente tan maja, abierta y simpática con la que había congeniado tan bien que parecíamos conocernos de toda la vida? Los amigos de Espe, que no eran de la facultad, venían a vernos desde un campus de otra universidad pública que no estaba muy alejada. Hacíamos horas en la cafetería o en los jardines si hacía buen tiempo y, aunque conecté con todos muy bien, fue del Mili del que me prendé hasta las trancas. Los otros, a excepción de un polvo con Íker que ya contaré y un rollo con Tony, nunca llamaron mi atención en el plano más sexual. 

Nunca he sido muy de demostrar mis sentimientos e intenciones de primeras, me refiero a mi "yo" de esta época, pero siempre me pareció evidente que al Mili le hacía gracia. Él siempre aprovechaba para quedarse en manga corta y mostrar esos fuertes brazos morenos trabajados o quitarse la camiseta para tomar el sol, luciendo su perfecto torso depilado de gimnasio. Todo ello siempre acompañado de un porrito, lo que me llevaba a plantearme si en el ejército también se lo consentían. Había semanas en las que por turno de trabajo no venía a visitarnos, y siempre acababa deseando que pasaran rápido para poder verle una vez llegara el fin de semana. 

Nuestro tonteo debió de llegar a ser tan evidente una noche de junio, poco antes de los exámenes finales que marcarían aquel primer año universitario fatídico. Recuerdo que estábamos tomando algo en el bar Nike de Chueca (creo que hoy ya no existe) y llegado un momento decidimos salir a la calle a continuar allí con los minis de cerveza, que al menos corría el aire. No se cómo empezó, pero recuerdo que en un momento de risas en el grupo, el Mili me agarró por la cintura, me miró a la cara a escasos centímetros de distancia y dijo:

- Abre la boca.
- Claro -dije, pensando lo increiblemente guapo que era ese chico al que tenía más cerca que nunca y cuyos brazos fuertes pasaban por mi cintura.

Dio una calada al porro que tenía en su mano y aproximó su boca a la mía dejándome acariciar sus labios suavemente mientras el humo que tenía alojado en su interior se dirigía hacía mi garganta, con sus penetrantes ojos atravesando los míos. 

No me preguntéis por qué, pero se me puso durísima y eso que nunca he sido fumador. Mi empalme fue bastante evidente, tanto que el Mili miró hacía abajo y me lo agarró con fuerza con la mano en la que hasta hace un momento había sujetado el cigarro:

- Era esta la reacción que esperaba -dijo 2 segundos antes de empezar a comerme la boca.

En ese momento no me había dado cuenta, pero se había hecho el silencio en el grupo que observaba con cierta perplejidad la imagen:

- Mili, viendo lo que calza Marquitos, espero que lleves bien de lubricante -dijo Íker para romper el hielo.

Nos empezamos a reír muchísimo y Espe me cogió de una mano y tiró de mi separándome del Mili y llevándome a un sitio más apartado, mientras los demás seguían riéndose. 

- No te conviene, ¿me has oído, Marcos? Follátelo, tíratelo, comeos las pollas, pero no te enamores de él. ¿Entiendes lo que te digo? -me decía, con los ojos fuera de sus órbitas y sus manos cogiendo mi cara.
- ¿Por qué? -pregunté.
- Porque sufrirás. Prométemelo Marcos. Solo colegas. Solo follar. Pero nada de sentimientos, ¿si?

Espe me decía esto porque era de las pocas que habían sabido de mi fallida historia con el alcalde y siempre fue una persona excesivamente protectora. Lo que Espe no sabía es que ya era tarde, muy tarde, para decirme que no me enamorara de una persona en la que ya me pasaba pensando todo el día.

Volvimos al grupo, que volvía a hablar con normalidad, seguimos bebiendo y el Mili se volvió a acercar a mi para besarme. Traté de contenerme, de rechazarle, pero no me lo puso fácil:

- ¿Qué pasa, Marquitos? -preguntó.
- ¿No vamos un poco rápido? -dije, sonando muy mojigato.
- ¿Rápido? Jajajaja... a ver que no te he bajado los pantalones para follarte aquí mismo niño. Venga, ¿no te apetece comerme un poco la boca? No te dejes llevar por lo que...

No le dejé terminar. La poca fuerza de voluntad que tenía para rechazarle se esfumó y le comí la boca con puro ansia. Me estampó de espaldas contra la pared del edificio que teníamos detrás y allí estuvimos más de media hora besándonos, sobándonos y magreándonos. Tuve oportunidad de acariciar cada uno de los músculos que daban forma a su torso y me entretuve particularmente en aquellos brazos de hierro.

- Pufff tío, estoy muy caliente y tu también...-dijo Mili.
- Si... -susurré mientras le comía la oreja.
- ¿Nos vamos a mi casa? No vivo lejos y estoy solo...
- No se tío...-dije.
- ¿Es que no confías en mi? -preguntó, con seriedad.
- Claro...
- A ver, no te voy a obligar a nada. Nos tumbamos en la cama, nos ponemos una peli y de buen rollo -dijo.

Pues sí, lo cierto es que tenía motivos para confiar en él. Obviamente solo le conocía de hacía algo más de 6 meses y Espe de años, pero en este tiempo se había portado muy bien conmigo, no tenía razones para rechazarle y el consejo de Espe no era suficiente para no irme con aquel chico del que estaba profundamente prendado.

No nos despedimos de nadie. Me cogió de la mano con fuerza y con decisión tiró de mi hasta sacarme a Gran Vía. Allí alzó la mano, paró un taxi y me llevó a su casa en no más de diez minutos. Durante todo el trayecto no soltó mi mano, cosa que llamaba poderosamente la atención del taxista que no hacía más que mirar por el espejo retrovisor
interior. Pagó una vez llegamos al destino y subimos a su piso. Una estancia grande y con mucho pasillo, decorada con gusto en un estilo mixto de modernidad y clasicismo. Pasamos a su más que amplia habitación en la que hacía un calor sofocante. Tras descalzarse, se quitó la camiseta y los pantalones, quedándose en aquellos ajustados bóxers negros de marca conocida. 

Si ya haberle visto sin camiseta en los jardines de la facultad me había puesto cachondo, tener aquella imagen de semejante culazo, cuerpazo y paquetazo, me puso a mil. Me miró, sonrió y dijo:

- A ver, tu haz lo que quieras, pero estoy seguro de que en tu casa con este calor no llevas nada de ropa encima.

Así que hice lo mismo, aunque con bastante más pudor al comparar su cuerpo con el mío, que entonces estaba delgado y marcaba lo poco que había conseguido por la natación. Me miró, volvió a sonreír, se tiró a la cama, cogió el portátil y dijo:

- ¿Vienes? 

Y fui. Claro que fui. 

***La siguiente parte de esta historia será publicada en menos de 7 días. 

16 de enero de 2017

CAPÍTULO 166: JUGANDO CON FUEGO (Parte 2)

Esos segundos en los que no sabes a ciencia cierta qué es lo que va a ocurrir son los que te ponen aún más cachondo: contemplar cómo sus ojos no pueden despegarse de tu rabo duro, ver cómo se humedece los labios en señal de que le apetece comerse lo que tiene delante, oír entre el silencio su corazón bombeando sangre, darte cuenta de que los nervios le producen sudor y sentir, finalmente, su caliente mano derecha atrapándote la polla y comenzando a pajearte con mucha suavidad, como quien está haciendo algo en lo que no es experto.

- ¿No te apetece comérmela? -le susurré con sensualidad.
- Es que nunca he... quiero decir, sí, me he cascado pajas con colegas del instituto, pero nunca he chupado una... una...-trataba de explicar, sin quitar ojo de mi polla y sobándome los huevos.
- Una polla. Nunca has comido una polla, lo entiendo. Pero no te he preguntado eso, te he preguntado si te apetece comérmela. Sentirla en tu boca, lamerla, hacerme ver el paraíso con tu lengua caliente recorriendo cada centímetro de mi rabo -le dije, obviamente, tratando de calentarle.

No hizo falta más conversación. Bajó la cabeza y se la metió entera, hasta el fondo, usando mucho la lengua y salivando abundantemente. Me sorprendió que un inexperto lo hiciera tan bien, ya que suelen ser mucho más brutos y descuidados, pero este chaval lo hacía de una forma muy delicada y constante, como suele decirse: "sin prisa, pero sin pausa". 

Tampoco fue necesario darle instrucciones, sabía que tenía que parar cuando empezaba a gemir de placer y aprovechaba para bajar a mis huevos y jugar con ellos: se metía uno en la boca, lo saboreaba y masajeaba con la lengua, lo soltaba y cogía el otro, después volvía a subir a la polla y la seguía mamando. Mientras tanto, con mi mano derecha trataba de arquear el cuerpo y sobarle el culo, me sorprendió que no tuviera apenas pelo y me puso muy cachondo sentir su agujero tan cerrado y tan estrecho, hacía muchísimo tiempo que no encontraba ninguno así.

- ¿Te importa si voy al baño? -me dijo, tras ver mis intentos de meterle un dedo.
- Claro, pero no tardes mucho.

Al volver, lo hacía con un inconfundible olor a jabón, así que me imaginé por dónde iban los tiros. Volvió a coger mi rabo, un poco morcillón, con la boca y enseguida supo ponérmela bien dura otra vez, mientras yo volvía a insistir con su culo, que efectivamente, estaba bien lavado. Le hice parar de mamármela, porque me correría pronto, y le indiqué que se pusiera boca abajo en la cama con las piernas bien abiertas. Hacía tiempo que de un tío no me interesaba más su culo que su polla, que por cierto, no la tenía nada mal. Empecé a lamerle la parte que tenemos entre los huevos y el culo y no tardé en lamerle la parte superficial del culo. El chaval soltó un gemido increíble y empezó a retorcerse en la cama mientras mi lengua se metía en aquella estrecha cavidad que, probablemente, nunca le habían comido antes. ¿Os hacéis a la idea de lo dura que me la puso el notar como aquel estrecho agujero se dilataba poco a poco ante la insistencia de mi lengua? Logré meterle un dedo con facilidad, pero el segundo ya costó más y decidí parar. Quería que su primera experiencia fuera satisfactoria y estaba seguro que de follarle, le dolería bastante. Le hice darse la vuelta y subir las piernas encima de mis hombros: con una mano le cogí la polla y mi lengua volvió a entrar en su culo. Se corrió en unos veinte segundos, no más. Y vaya forma de correrse, una leche de lo más líquida y abundante.

- ¿Aún te quedan ganas de comérmela? Estoy a punto...

No respondió. Presionó en mi pecho para que me recostara sobre la pared, bajo la cabeza y me la chupó de nuevo. Justo antes de correrme, se la saqué de la boca y con una paja rápida me corrí en su cara. Aquella cara que tanto me encantaba y cuyos ojos penetraban
en los míos mientras mi rabo echaba chorros sobre su nariz, mejillas y boca. Posteriormente, nos limpiamos, bebimos algo y me despedí porque se hacía tarde.
Quedamos durante toda esa semana, todos los días, para sesiones de pajas, mamadas y comidas de culo. Lo de penetrarle no iba hacía delante porque todo lo que no fuera mi lengua o un par de dedos le abrasaba de tal manera que le cortaba el rollo, así que lo dejé estar. Nos besábamos con frenesí y con un roce a ambos se nos ponía dura. Era una conexión fuerte.

El viernes siguiente, justo antes de salir por la puerta de casa habiéndome corrido en su cara otra vez (decía que le molaba) me preguntó una cosa que me dejó descolocado. Tan descolocado como me quedé cuando entré a su portal por primera vez con la sensación de haber estado allí antes:

- Entonces, por lo que veo, sigues sin acordarte de mi, ¿verdad?
- ¿Cómo dices? -pregunté.
- Nada. No tiene importancia -contestó, con su radiante sonrisa.

De camino a casa le di muchísimas vueltas al asunto. Pensé en que quizá habíamos quedado antes por alguna app de ligoteo, pensé en que quizá habíamos coincidido algún verano anterior en alguna zona de cruising y por eso fue tan a saco desde el principio, porque sabía que me molaban los tíos desde el mismo minuto en que me reconoció andando por la playa. Sin embargo, esta teoría no era válida. El chaval tenía 18 años recién cumplidos y, con la salvedad de Óscar, nunca me había liado con chicos tan jóvenes. Así que pensé que simplemente habríamos hablado alguna vez por app y al decirme su edad le habría descartado, no había otra cosa que pudiera tener lógica.

Ese fin de semana no le iba a ver, tenía compromisos con mis amigos. El sábado pasaríamos el día en la playa del Rebollo con Sergio y Dani y el domingo tenía una comida en casa de Sergio con su familia, ya que sus padres celebraban las bodas de plata y habían invitado a los más allegados. Y aunque Sergio y yo no éramos nada oficialmente, estaba claro que era la persona con la que más tiempo pasada tanto en la playa como en Madrid.

Al llegar el domingo a casa de Sergio me encontré con que me estaba esperando en el portal y pensé que llegaba tarde y me iba a reñir, pero miré el reloj y nada de eso:

- Cambio de planes Marquitos. La comida se hace en casa de mis tíos, que el salón es más grande y estaremos más cómodos -me dijo Sergio.

No me importó hasta que empezamos a callejear y me llevaba en dirección a casa de David. "Bueno, es una calle larga", pensé.

Pero cuando se detuvo en su portal y llamó justo a su telefonillo me quedé de piedra:

- ¿Es una broma? No tengo ganas de follar ahora, Sergio -le dije.

Claro. Le había contado que me había estado acostando con una chaval que había conocido por casualidad y tal y al llevarme a su portal di por hecho que se habían conocido de alguna manera y habían preparado un encuentro los tres.

- ¿Cómo dices? -preguntó Sergio, bastante contrariado.

En ese momento respondieron el telefonillo, abrieron la puerta y subimos. Exactamente sus tíos resultaron vivir en la puerta de enfrente a la David. ¿Que como no lo sabía? Pues a ver, conocía a los padres de Sergio, a sus hermanos, pero ni a sus tíos (más que de vista) ni abuelos u otra familia más lejana.

Empecé a sentir mucho calor, pero me tuve que quedar blanco cuando entré al salón y vi a David sentado al final de una enorme y larga mesa preparada para comer. A David le pasó exactamente lo mismo a tenor de su mirada.

"No me jodas, que van a ser familia", pensé. Me fueron presentando a los que conocía y cuando llegué a David, a una niña pequeña que resultó ser su hermana y a dos personas mayores que eran sus padres, resultó que su padre era hermano de la tía de Sergio (la madre de Sergio era hermana del hombre que estaba casado con su tía, cuyo hermano era el padre de David, para que lo entendáis mejor; vaya, que no eran familia directa).

Lo más gracioso de todo llegó cuando los padres de Sergio, en un brindis previo a comer, me presentaron como el novio de su hijo. David se atragantó, empezó a toser y tuvo que levantarse al baño. Sergio me echó una mirada asesina y, en cuanto pude, le mandé un Whatsapp para decirle que David era el chico sobre el que le había contado, con el que me había estado acostando.

"Pero si hace 4 años fuimos a su 14º cumpleaños, que estaba allí toda mi familia!!!!!" -me contestó.

Claro de eso me sonaba. De eso que recordara aquel portal, aquellas escaleras y aquel descansillo, porque yo había estado allí antes. Y el cabrón de David lo sabía.
La cosa no tuvo mayores consecuencias, al contrario, todo se empezó a poner más interesante.

Pero, joder, a veces que el mundo sea tan pequeño te pone en situaciones muy complicadas.